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Michel Gondry se ahoga en sus sueños
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estreno de 'la espuma de los días' con tautou

Michel Gondry se ahoga en sus sueños

El realizador despliega su habitual derroche visual para terminar sepultando la historia de amor que protagonizan Audrey Tautou y Romain Duris

Foto: Romain Duris, Audrey Tautou y Omar Sy en 'La espuma de los días'
Romain Duris, Audrey Tautou y Omar Sy en 'La espuma de los días'

Seguro que todo el mundo conoce a alguien que, de repente, hace un chiste muy divertido. Otra persona del grupo tiene la feliz idea de decirle que es muy gracioso y… se armó el follón. Esa persona se creerá que es Gila y desde ese mismo instante intentará hacer bromas (la mayor parte de ellas sin gracia) para no perder la fama que se había ganado.

Michel Gondry podría ser perfectamente ese amigo, pero habría que cambiar el adjetivo gracioso, por original. El realizador sabe que de su mente brotan ideas visuales brillantes y es tan consciente de ello que no duda en llenar sus filmes con ellas hasta que dentro no queda espacio para la emoción o el reposo. En los filmes de Gondry solo cabe Gondry. Puro ego.

Precisamente por ello sus películas funcionan mejor cuando no escribe su propia historia (Olvídate de mí), o esta es una mínima excusa para desarrollar una gran idea (Rebobine por favor y sus películas suecadas). En cuanto el director tiene manga ancha para escribir, su imaginación se desborda sin nadie que se atreva a decirle que a veces, menos es más. Si encima tiene como base un libro como La espuma de los días donde realidad, mundo imaginario y poesía se dan la mano todo puede ocurrir.

placeholder Romain Duris y Audrey Tautou en 'La espuma de los días'

La obra de de Boris Vian es una de esas que muchos dicen inadaptable. Pero Gondry se atreve con ella, para ello acude al derroche y el exceso desde el primer segundo aislando al filme de cualquier posibilidad de conexión con el público. Esta historia de amor y muerte debería emocionar y no asfixiar, para ello debería haberla despojado de tantos conceptos visuales.

Poco pueden hacer Romain Duris y Audrey Tautou ante semejante montaña de sueños de Gondry. Su encanto les hace perfectos para los papeles. Simplemente su historia acaba sepultada.

No se puede decir que Gondry engañe a nadie, ya que despliega su artillería desde el comienzo de metraje (a ritmo de diez ideas visuales por segundo): ratones humanos, timbres que cobran vida, bailes imposibles, televisiones que interaccionan con la gente… Esto sorprende los cinco primeros minutos pero el espectador se acostumbra y hasta cansa. Todo este derroche está desarrollado con mimo y gusto, con homenajes constantes a Meliés y sus trucajes y mucho Stop Motion, pero no por ello justifican su presencia. Sus grandes hallazgos estéticos deberían servir para mostrar los sentimientos de la historia o como metáfora, pero no como simple adorno.

Por ello funciona mejor la segunda parte del filme, la dedicada a la muerte (aunque también al amor) porque todo empieza a funcionar como conjunto. Grandes ideas se acoplan a la historia: el nenúfar en un pulmón y curarlo con flores, la casa que se hace cada vez más pequeña, el cambio a blanco y negro… son decisiones que suman y no restan, que consiguen conectar. Pero el precio pagado para disfrutar de estos momentos de lucidez es demasiado alto. Un autor con un universo como el de Gondry no puede permitirse que sus pretensiones de obra definitiva lastren sus películas (como ocurría en La ciencia del sueño), de hecho debería pensar en contratar una persona con el suficiente valor para decirle: “Hasta aquí”.

Probablemente así disfrutaríamos más de una personalidad única en el cine, un genio sin control ni freno que puede morir ahogado por sus propias ideas (y por su propio ego).

La espuma de los días

Director: Michel Gondry

Duración:

País: Francia

Género: Drama

Reparto: Audrey Tautou, Romain Duris, Omar Sy

Seguro que todo el mundo conoce a alguien que, de repente, hace un chiste muy divertido. Otra persona del grupo tiene la feliz idea de decirle que es muy gracioso y… se armó el follón. Esa persona se creerá que es Gila y desde ese mismo instante intentará hacer bromas (la mayor parte de ellas sin gracia) para no perder la fama que se había ganado.

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