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Drogas, cárcel y Netflix
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Drogas, cárcel y Netflix

Tras el éxito de 'House of Cards', la plataforma digital estadounidense vuelve a asombrar con la tragicomedia carcelaria 'Orange is the New Black'

Foto: Fotograma de la serie
Fotograma de la serie

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Quién no hizo alguna trastada en su juventud de la que ahora se arrepiente? Llamar al timbre del vecino a las 5 de la madrugada. Aprovechar que tus padres se han ido de viaje para montar un jolgorio clandestino que deja la casa familiar hecha añicos. Casarte en Las Vegas tras un calentón... En fin, esas cosillas. Desvaríos que ahora, desde la sosegada madurez, recordamos entre carcajadas. Pero tragedia más tiempo no siempre es igual a comedia. Ocurre que la Ley carece de sentido del humor. Y que cuando uno la lía muy gorda, el bromazo puede acabar regresando como tragedia. O como tragicomedia, el tono elegido por Orange is the New Black, último éxito televisivo de Netflix, que tras hacer historia con House of Cards, primera serie de una plataforma digital nominada masivamente a los Emmy, vuelve a triunfar con su nueva producción en EEUU, que aún no tiene fecha de estreno en España.

La protagonista de Orange is the New Black, interpretada por Taylor Schilling, vive una confortable madurez de clase media cuando su pasado regresa para poner su existencia boca abajo. Es una muchacha tan modosita, tan neoyorquina, tan blanca y heterosexual, tan encantada de su condición de burguesa bienintencionada, que toda su familia se queda de piedra cuando descubre que en sus años universitarios se lío con una traficante de drogas. Ahora, una década después, lo va a pagar en forma de estancia en prisión. Todo bajo la batuta de Jenji Koham, creadora de la serie, que adapta un caso real recogido en la autobiografía Orange is the New Black. My Year in a Women´s Prison (2010), sobre una mujer (Piper Kerman) que pasó un año en la cárcel (2004) por un delito cometido once años antes, cuando tenía 24 años.

Extravagancia y drogas, asuntos que ahora son el pan nuestro de cada día en el audiovisual contemporáneo, pero que no lo eran tanto cuando arrancó 'Weeds' en 2005

Koham, creadora de Weeds y guionista de Las chicas Gilmore, había sido una de las pioneras en la introducción de personajes extravagantes en las series estadounidenses. También de que se empezase a tratar con desenvoltura la relación del país con las drogas. Extravagancia y drogas, asuntos que ahora son el pan nuestro de cada día en el audiovisual contemporáneo, pero que no lo eran tanto cuando arrancó Weeds en 2005. La serie narraba las tribulaciones de una mujer que, tras morir su marido, empieza a vender marihuana a sus vecinos para mantener su estatus de clase media/alta. Pese a que la serie llegó a los 90 episodios y a las 8 temporadas (la última se emitió el año pasado), Weeds fue un intento fallido por subvertir las series sobre mujeres en suburbios burgueses.

En Orange is the New Black, por contra, ha afinado mucho más la fórmula. Primero en el aspecto genérico: se trata de una desconcertante mezcla de drama y comedia en un contexto poco dado al humor: la vida en la cárcel. Segundo en el aspecto temático: a lo tonto, la serie retrata asuntos políticos de alto voltaje como las condiciones carcelarias o la perversa relación del sistema penal estadounidense con las drogas. Todo bajo una apariencia de serie insustancial que bordea la banalización de la vida en la cárcel. Orange is the New Black ha sido alabada por figuras como David Simon, creador de The Wire y toda una autoridad en el tema droga/crimen/ley/cárcel.

La obra de Jenji Koham se ha convertido en pasto de de los análisis sociológicos sobre las aportaciones de las series a los imaginarios colectivos. Se destaca su amplia colección de personajes femeninos o su desenfadado acercamiento al lesbianismo y otras diversidades sexuales. También, por tanto, su papel como ventana de minorías infrarrepresentadas en el audiovisual contemporáneo, desde el lumpen latino a los transexuales.

La serie se alimenta de arranque de la misma gasolina que las comedias clásicas: la comedia como choque de contrarios. O la pobre niña pija de modales refinados enfrentada a las normas patibularias de la cárcel. No obstante, su lucha por hacerse respetar, derivará en diversas ramificaciones dramáticas. Sonrisas y lágrimas para una de las series del año.

placeholder La protagonista de la serie

Que la televisión estadounidense se haya tirado al barro en los últimos años no quiere decir exactamente qué se pueda vender cualquier tema. Una prisión repleta de latinas tatuadas, lésbicas y fuera de control, quizás no sea todavía lo que se entiende como un producto mainstream. O sí. Todo depende de cómo venda una la moto. Jenji Kohan lo ha explicado así en una entrevista: "No me planteo de antemano escribir series sobre mujeres. Me interesan más bien mucho los personajes con puntos débiles. Cuando me topo con ellos, tiro del hilo de la historia y del de las personas. Weeds partía de una premisa poderosa: Viuda de suburbio, madre traficante. Cuando leí el libro de Piper Kerman, pensé: 'Es una vía para adentrarse en un mundo interesante. La cárcel desde el punto de vista del yuppie'. Si te reúnes con un ejecutivo televisivo y le dices que quieres 'hacer una serie carcelaria sobre negras, latinas y viejas', no lograrás vendérsela. Pero si lo que tienes es una rubia yendo a la cárcel, puedes colar la serie y acabar contando el resto de las historias que ocurren ahí dentro. Era una estupenda puerta de entrada".

Kohan, que combinó las memorias de Kerman con trabajo de campo, ha enumerado después las características de la estructura penitenciaria estadounidense: "Opresión, sensación de desamparo y estar en manos de un sistema y una burocracia arbitraria. Nunca había pensado en profundidad sobre el significado de perder tu libertad. Me sorprendieron y me fascinaron los modos en los que las presas logran conservar su humanidad e intentan sobrevivir ahí dentro". Con todo, Orange is the New Black, no es precisamente el drama social y realista que uno esperaría encontrar en una ficción carcelaria. Es otra cosa. Más divertida. Nuevos géneros para antiguos temas.

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Quién no hizo alguna trastada en su juventud de la que ahora se arrepiente? Llamar al timbre del vecino a las 5 de la madrugada. Aprovechar que tus padres se han ido de viaje para montar un jolgorio clandestino que deja la casa familiar hecha añicos. Casarte en Las Vegas tras un calentón... En fin, esas cosillas. Desvaríos que ahora, desde la sosegada madurez, recordamos entre carcajadas. Pero tragedia más tiempo no siempre es igual a comedia. Ocurre que la Ley carece de sentido del humor. Y que cuando uno la lía muy gorda, el bromazo puede acabar regresando como tragedia. O como tragicomedia, el tono elegido por Orange is the New Black, último éxito televisivo de Netflix, que tras hacer historia con House of Cards, primera serie de una plataforma digital nominada masivamente a los Emmy, vuelve a triunfar con su nueva producción en EEUU, que aún no tiene fecha de estreno en España.

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