Es noticia
Capitalismo, lo tomas o lo dejas
  1. Cultura
circo, teatro y esperpento del neoliberalismo

Capitalismo, lo tomas o lo dejas

Esta es la historia de Luis y su país. Luis está hecho polvo y su país una mierda. El Circo Price recibe un montaje muy inflamable: 'Capitalismo, hazles reír'

Foto: Un momento de la obra con Nathalie Poza y Edu Soto.
Un momento de la obra con Nathalie Poza y Edu Soto.

Esta es la historia de Luis y su país. Luis está hecho polvo y su país una mierda. Al primero la angustia, la amenaza, la indefensión, la ignorancia, el miedo, están devorándole por dentro. Sólo quiere una familia unida y comunicativa, solidaria y cooperativa. No le hables de competitividad. No le hables más que de falsas esperanzas. Luis. Su país es otra cosa: no tiene futuro, porque allí donde había fe los gobernantes levantaron duda; allá donde paz, colisión. Su país es un detrito de desgracias y miserias, que está al borde de la extinción. Luis podría ser cualquiera de nosotros; su país, ya se habrán imaginado, España.

El resto del esperpento lo componen la injusticia, la explotación y la denigración, un cargamento moralista inflamable. Pero no hay moralina que la ironía no arregle. Capitalismo, hazles reír arde por todos los andamios: desde el aparato visual al intelectual. La combinación Andrés Lima-Juan Cavestany ha dado alguno de los mejores frutos escénicos de este país, con la firma de Animalario.

El montaje en El Price no es lo mismo, pero es igual. Esta vez, el origen de la risa no es el humor, sino el acto reflejo de la ironía de vernos reflejados en escena. En ese sentido, es un espectáculo muy complaciente con las expectativas autocríticas del público propio del montaje. Porque ninguno de los que se pasen por el circo madrileño se sorprenderá con Nathalie Poza (sobria y medida, en su sitio), la señora presidenta de la nación, enmarañando y creando pánico para gobernar con legitimidad. Ni se extrañarán con los padres de familia Luis Bermejo (superior, cuando el mundo descubra a nuestro mejor no-actor de comedias) y Aitana Sánchez-Gijón (bien, templada). Ni siquiera con las maldades del personaje del Edu Soto (desbordante en cada uno de los seres a los que da vida).

Este Capitalismo es, en realidad, el refugio de los perdedores, la revancha del peluche, la reivindicación de una comunidad autocrítica para pelear desde el escenario y escupirle al poder y los poderosos. Aunque sea de manera figurada y sin llegar a males mayores.

Malabarismo histriónico

Lima ha creado un espectáculo grotesco para un mundo cada vez menos real pero más competitivo, en el que el circo y sus acrobacias son aditamento fugaz, y las actuaciones se transforman en acciones. Las filigranas circenses son creíbles cuando las mueve un actor de teatro, porque le colocan en lugares metafóricos del abismo y la supervivencia, como la red, por ejemplo. El director habla de su invento como show -donde el audiovisual y la cama musical son oro personaje protagonista-, porque le gusta pensar que ha hecho un espectáculo de variedades. Aunque se equivoque.

Capitalismo es un ejercicio de malabarismo histriónico, que camina desde la agitación a la intimidad, con momentos magistrales como la escena en la que un empresario que quiere construir un gran casino hace lo que quiere con la presidenta de la nación. Marionetas malolientes de los dueños del mundo. Estelar también el descubrimiento de Michael Jackson como azote neoliberal.

Cavestany está ante uno de sus mejores trabajos, sino el más maduro de todos, donde la palabra se ha destilado hasta la bofetada libre y directa; donde las críticas son más agudas y metafóricas; con el que los dolores de los ciudadanos, que se empeñan en formar parte de familias normales, crecen ante el descubrimiento de una nueva incapacidad. El destino final es la muerte del ingenuo por asfixia competitiva. Sus personajes están obligados a abandonar todo intento de vivir al margen del sistema y aceptar que ellos también son bárbaros sociópatas. Lo peor, que no es una elección.

Esta es la historia de Luis y su país. Luis está hecho polvo y su país una mierda. Al primero la angustia, la amenaza, la indefensión, la ignorancia, el miedo, están devorándole por dentro. Sólo quiere una familia unida y comunicativa, solidaria y cooperativa. No le hables de competitividad. No le hables más que de falsas esperanzas. Luis. Su país es otra cosa: no tiene futuro, porque allí donde había fe los gobernantes levantaron duda; allá donde paz, colisión. Su país es un detrito de desgracias y miserias, que está al borde de la extinción. Luis podría ser cualquiera de nosotros; su país, ya se habrán imaginado, España.

El redactor recomienda