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El final del secreto de Salinger aviva el mito
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se publica la biografía definitiva del autor

El final del secreto de Salinger aviva el mito

La publicación de la biografía definitiva sobre el escritor de 'El guardián entre el centeno' resuelve muchos misterios acerca de la vida del autor

Foto: J. d. Salinger en 1967 (shane salerno/the story factory)
J. d. Salinger en 1967 (shane salerno/the story factory)

La mejor novela de J.D. Salinger fue su vida. Una existencia marcada por las heridas de la guerra. Una experiencia que le marcó eternamente y que, paradójicamente, le convirtió en el gran escritor que fue. Sin embargo, el dolor que arrastró por estas vivencias se convirtió en algo insoportable e hizo que se refugiara bajo el amparo de religiones como el budismo y, sobre todo, la Vedanta, que le convirtieron en una especie de ermitaño que habitaba dentro de su búnker y al que le costaba integrarse en una sociedad que lo había convertido en un mito, en una celebridad, algo que él intentaba evitar a toda costa.

Ahora por fin ha salido a la luz la biografía que recupera las cartas que el escritor envió durante 68 años a sus amigos, amantes y compañeros de guerra, y que aporta más de doscientas entrevistas con aquellos que pudieron conocer al hombre detrás de la leyenda. Una publicación que traerá a España Seix Barral y que saca a la luz los secretos detrás del escritor.

La obra maestra creada en el horror

J.D. Salinger siempre será recordado por El guardián entre el centeno, una obra maestra de la literatura que ha influido en todas las generaciones posteriores. Una novela que acompañó a Salinger toda su vida, incluso durante la guerra. El escritor desembarcó en Normandía con los seis primeros capítulos de su obra en el bolsillo. Él mismo reconoce en una carta a su antiguo profesor de literatura Whit Burnett que siempre le acompañaban no sólo como amuleto, sino como su razón principal para sobrevivir. Él vivía para poder contar la historia de Holden Caulfield.

La inspiración de J.D. Salinger podía venir en cualquier momento, por lo que sus antiguos compañeros en pleno conflicto describen perfectamente cómo portaba su máquina de escribir a todas partes. Siempre en la parte trasera del jeep para poder ser utilizada. Entre los documentos que este nuevo libro aporta se puede ver una fotografía que muestra al autor sentado después del combate escribiendo en el manuscrito de El guardián entre el centeno. Siempre negaría que su obra fuera autobiográfica, pero es indudable que la guerra marcó su escritura para siempre.

No sólo tuvo tiempo para escribir su obra maestra en pleno campo de batalla, también las brutales escenas que veía eran descritas en relatos cortos que creaba desde el centro de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, sólo unos días después del Día D, escribe una escena en la que narra cómo un capellán es asesinado en Normandía mientras busca sus gafas entre una pila de cadáveres.

Estrés postraumático

J.D. Salinger viviría hasta el año 2010 reviviendo constantemente sus experiencias en pleno conflicto. Es más, fue él quien voluntariamente ingresó nada más terminar la guerra en un hospital ya que necesitaba que alguien sano le escuchara. Así lo reconoce en una carta que escribió a Ernst Hemingway, en la que confiesa que su guerra durará más de lo previsto. Siempre se ha dicho que Salinger estuvo en el desembarco de Normandía, pero nunca se había sabido con seguridad hasta qué punto estuvo involucrado en varias de las mayores matanzas cometidas durante la guerra.

El autor sobrevivió a la batalla del bosque de Hurtgen, al sur de Aachen; y a la de las Árdenas, dos de las operaciones más catastróficas para los americanos que vieron cómo las bajas de sus ejércitos se contaban por millares. Sin embargo, si algo conmocionó al escritor fue la liberación del campo de concentración de Kaufering. Él fue de los primeros en entrar y pudo ver todas las atrocidades cometidas por los alemanes. Cuando llegaron, todavía se podían oler los cuerpos de los prisioneros quemados. Una sensación de la que el autor escribiría: nunca se va del todo, no importa el tiempo que vivas.

Su hija, Margaret, siempre dijo que después de 1945, la letra de su padre nunca fue la misma, se convirtió en algo irreconocible.

Agente de la contrainteligencia

Aunque la guerra había terminado, J.D. Salinger no se desvinculó del ejército y permaneció trabajando para ellos como agente de la contrainteliencia. Su misión era encontrar agentes nazis o colaboradores para poder interrogarlos, tenía que desnazificar un país.

A pesar de su experiencia en el terreno, el autor no pudo impedir que su propio enemigo entrara en casa. En octubre de 1945 el autor se casa con Sylvia Fiedrich, que ya había sido interrogada por la contrainteligencia. A pesar de su procedencia alemana, él siempre la describe como francesa, y como tal aparece en los papeles de su boda, ya que así pudieron evitar la ley de no confraternización.

Todo hace indicar que Sylvia era miembro de la Gestapo, ya que un perfil suyo fue encontrado en los informes de la organización que informaba de una pérdida de pasaporte, algo muy extraño tratándose de una veinteañera. Otro dato que esta nueva biografía destaca como prueba de su más que probable militancia es que durante los años 1939 y 1942 pasa por hasta seis universidades, algo que encaja en el perfil de alguien que se dedica a informar de actividades antialemanas a sus superiores.

Finalmente, y tras convivir un periodo de tiempo en EEUU, ambos deciden separarse, aunque es Salinger el que pide la nulidad matrimonial, lo que muchos de sus más cercanos han interpretado como un gesto de que el autor descubrió algo de la vida de Sylvia que no entraba dentro de sus planes.

Buscando el primer amor

Analizando la historia sentimental de Salinger se observa una obsesión por las mujeres jóvenes, incluso por debajo de la veintena, algo que David Shields, uno de los autores del libro, interpreta de forma tajante: su relación con Oona O'Neill le deja tan marcado que todas las mujeres que la precedieron fueron simple máquinas del tiempo para el autor.

Salinger nunca pudo superar que Oona le abandonara en mitad de la guerra y se casara con Charles Chaplin. Esto afectó al autor de una forma radical, tanto que llegó incluso a escribir a su antigua pareja con cartas desagradables.

Estas secuelas del desamor desembocaron en que cada vez le fueran interesando mujeres más jóvenes, llegando a rozar el delito en el caso de Jane Miller, a la que conoce en 1949 cuando ella tenía sólo 14 años. El quedó prendado de ella y todas las vacaciones estuvieron charlando y conociéndose. El escritor siguió escribiéndole mediante cartas que la joven, a la que su propia madre advirtió, respondía constantemente. La propia Miller reconoce por primera vez en esta biografía cómo fue su relación, y cómo durante cinco años estuvieron viéndose, hasta que finalmente tras pasar un fin de semana en Montreal y mantener relaciones sexuales ella notó cómo la mirada de Salinger había cambiado, dando por terminada su relación. El autor, en una de las misivas que mandó a Miller, admitió que sin ella no hubiera sido capaz de escribir Para Esmé, con amor y sordidez.

A pesar de su éxito con las mujeres y su aspecto apuesto y seductor, J.D. Salinger vivió acomplejado por dos malformaciones. La primera de ellas, una afección cardiaca congénita de carácter leve. Esto hizo que fuera reclutado como contrainteligencia, ya que, de lo contrario, habría sido un soldado de infantería más, lo que le hubiera llevado a una muerte más que segura en la guerra.

El segundo puede parecer menos grave, aunque para él fue un motivo de vergüenza durante toda su vida, y es que Salinger sólo tenía un testículo. Los autores del libro llegan incluso a afirmar que esto fue una de las razones por las que decidió retirarse del foco de atención, evitar que información como esta pudiera salir a la luz. Esta peculiaridad física del autor es contada por él mismo al que durante la guerra se convirtió en un improvisado amigo: Ernst Hemingway.

La amistad entre dos grandes autores

En agosto de 1944se produce un acontecimiento que cambiará el curso de la guerra: la liberación de París. En plena celebración, J.D. Salinger tenía una misión en mente: conocer a su ídolo, Ernst Hemingway. El nieto del escritor confirma a los autores de esta biografía que efectivamente se reunieron en un hotel de París, y que Hemingway se quedó maravillado con ese soldado que también era escritor. Comenzó una relación de amistad y, principalmente, de admiración mutua.

En los próximos meses se escriben cartas y se vuelven a ver un par de veces más. Una de ellas inspirará además une escena de Para Esmé, con amor y sordidez. Hemingway acudió a visitar al regimiento de Salinger, y en plena conversación y para presumir de sus dotes de buen tirador, apuntó y disparó a la cabeza de un pollo, algo que ocurre en la obra con un gato.

Culto sectario

Existen dos acontecimientos en la vida del autor de El guardián entre el centeno que suponen un punto de inflexión en su vida. El primero de ellos es, sin duda, la guerra. El segundo, su descubrimiento de la Vedanta. A finales de los cuarenta comienza el contacto de Salinger con religiones orientales. Se inicia en la cienciología, el hinduismo, el budismo, practica el yoga, la acupuntura… hasta que descubre la Vedanta. Poco a poco comienza a interesarse por esta religión, que le lleva a realizar prácticas que lo aíslan del todo de la sociedad y que le hacen dejar de escribir.

Comenzó a basar todas sus decisiones en ella y en sus enseñanzas, escritas en el Góspel de Sri Ramakrishma. Por culpa de esta religión, su relación con su mujer y su hija Margaret se ve deteriorada hasta el punto de que cuando Margaret le pide ayuda económica para tratar varias enfermedades, él la apunta a un seminario religioso para conseguir evitar la ilusión de la enfermedad.

Así, la última etapa en la vida del autor se convierte en un viaje de cuatro estaciones según pregona la Vedanta: la primera de celibato y aprendizaje, la segunda formar una familia, la tercera retirarse para estudiar a fondo la religión y la cuarta convertirse en un monje errante y un líder espiritual para la sociedad.

Salinger buscó durante toda su vida una forma de escapar de las heridas de la guerra y lo encontró en estas oscuras prácticas. La guerra mató a la persona y creó al artista. La religión acabó con el artista pero trajo paz a la persona.

Obras por publicar

Una de las revelaciones que el libro deja para su último capítulo, titulado "Secretos", es la aparición de cinco nuevas obras de Salinger que verán la luz a partir del 2015, algo que ya fue adelantado hace una semana por The New York Times.

Algunos de estos trabajos serán completamente nuevos, mientras que los demás consistirán en ediciones extendidas de obras anteriores.

De estas nuevas obras destacan las nuevas historias sobre la familia Glass que saldrán a la luz, así como The Last and Best of the Peter Pans, una novela suya que a pesar de ser conocida su existencia nunca llegó a ser publicada. En ella se vuelve a retomar un apellido que sonará familiar al lector, los Caulfields: los protagonistas de El guardián entre el centeno.

Además, otras tres obras podrán ser disfrutadas finalmente, trabajos que están muy vinculados con acontecimientos que marcaron inexorablemente la vida del autor: un manual sobre la Vedanta y dos obras sobre sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial. La primera sobre su relación con su primera esposa Sylvia, y la segunda una novela contada como si se tratara de un diario de un agente de la contrainteligencia.

Como siempre, y a pesar de sus constantes negativas, lo real de su historia se volverá a filtrar en sus páginas. A partir de ahora, el misterio Salinger se podrá ver desde otra perspectiva. Quizás no se haya resuelto del todo, pero sin duda han revivido el mito y han hecho ver con otros ojos la complicada vida de un hombre herido por dentro.

La mejor novela de J.D. Salinger fue su vida. Una existencia marcada por las heridas de la guerra. Una experiencia que le marcó eternamente y que, paradójicamente, le convirtió en el gran escritor que fue. Sin embargo, el dolor que arrastró por estas vivencias se convirtió en algo insoportable e hizo que se refugiara bajo el amparo de religiones como el budismo y, sobre todo, la Vedanta, que le convirtieron en una especie de ermitaño que habitaba dentro de su búnker y al que le costaba integrarse en una sociedad que lo había convertido en un mito, en una celebridad, algo que él intentaba evitar a toda costa.

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