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¿La marca España? Una “chapuza” colosal
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MANUELA MENA PRESENTA LA CÁTEDRA DEL PRADO DEDICADA A GOYA Y HACE UN REPASO AL 'COLOSO'

¿La marca España? Una “chapuza” colosal

Resulta que la marca España, ese elixir escondido en alguna esquina de las alfombras de los gabinetes de los ministros mendicantes que pregonan un país por

Foto: ¿La marca España? Una “chapuza” colosal
¿La marca España? Una “chapuza” colosal

Resulta que la marca España, ese elixir escondido en alguna esquina de las alfombras de los gabinetes de los ministros mendicantes que pregonan un país por encima de sus verdades, está en El Prado. Por eso no la habían encontrado todavía, El Prado es un museo. Ha tenido que ser el representante de uno de los mecenas que han asumido parte de los costes del mayor generador de identidad de este país, que fueron amputados en un 30% por los buscadores de marca patria, el que les enseñe dónde pueden buscar para ver la mejor imagen para vender.

“La marca España no utiliza el reclamo de la cultura española y la cultura genera marca”, adelantó reivindicativo Lorenzo Cooklin, director de comunicación e identidad corporativa y director general de la Fundación Mutua Madrileña, que era acompañado por la conservadora Manuela Mena y Gabriele Finaldi, subdirector del Prado, en la primera sala del museo dedicada a los cartones para tapices realizados por Francisco de Goya.

El enviado del patrocinador abría la nueva edición de la Cátedra del Museo del Prado, que viene a ser el seminario de los mandamientos de la institución, y ofreció unos cuantos ejemplos de cuadros que hacen marca: “Los Fusilamientos del dos de mayo, El Coloso…”. El Coloso. Cuando alguien menciona la obra -hasta junio de 2008- del genial pintor de Fuendetodos saltan las alarmas, bajan los cierres metálicos y un comando de SWAT se descuelga de la cornisa del edificio de Villanueva para dar captura al que ha mencionado en balde la pintura tabú.

El mecenas no tenía por qué saber que corren ríos de tinta ensangrentada entre los historiadores desde que Manuela Mena, jefa de conservación de pintura del siglo XVIII y Goya, decidiera arrebatar a la pintura del gigante el nombre del famoso pintor. No es una batalla de empresas, es una guerra civil entre investigadores. El cuadro es una herida que todavía escuece fuera y dentro del Prado y la anécdota es una prueba de la cicatriz mal cerrada.

Lo peor de España

A pesar del inocente traspiés del cargo del que paga, muchos estarían de acuerdo en ver en una atribución en duda, una falsa autoría, un cuadro sin autor, la mejor imagen de este país en este momento. Aunque no sea la mejor manera de conseguir contratos ahí afuera.  

¿Y Manuela Mena? ¿Cree la conservadora que el cuadro es un ejemplo de la marca España? Se retuerce, se muerde el labio, parece que la polémica conservadora se lo piensa dos veces. Pero no: “Sí, pero de la peor España”. Acaba de explicar al pequeño grupo de periodistas que han acompañado a la especialista en esta pasada por Goya, que de ese cuadro, ese Coloso, esa pintura incurre en todos los fallos posibles que puede tener un pintor de tercera regional: desde la perspectiva a la anatomía, desde la composición al color, desde las luces a las sombras. Vamos, que es “una chapuza”. Colosal.

“Desde el punto de vista del Prado es una chapuza”, aclaró Mena en la pequeña sala que da acceso a las Pinturas Negras, a un lado, y a los fusilamientos y la carga, al otro. El esperado momento de la mañana se produjo en la última parada del recorrido, donde Mena avisó, cansada, que no quería “entrar en detalles porque está todo escrito”. “Lo he dicho tanto y por escrito…” y continuó su explicación sobre el porqué de la retirada de la firma de Goya de la pintura: “En este cuadro hay tres intentos de hacer un coloso diferente. El que lo hizo lo hace de espaldas porque no sabe hacerlo de frente, no es como la litografía de Goya sobre el mismo asunto”.

La comparecencia de Mena recordó -por el ímpetu y la vehemencia con que la especialista desmonta la obra- a aquella rueda de prensa en la que anunció hace ahora cinco años el cambio de identidad.

Un lustro más tarde no ha cambiado nada: “Es una pintura lenta, torpe y rehecha varias veces. Hay una entrada en el espacio muy chapuceramente hecho”. Más, “el autor de este cuadro” –que es como hay que referirse al pintor que no es Goya pero no se sabe quién es- “pinta de una manera sucia, emborronando los cielos porque arrastra la materia y no hay otra manera de decirlo”.

El pintor de las nubes

El brazo del forzudo mitológico es un desastre, según explica, porque “no sabe representar la anatomía” y “es la peor parte de todas”… “Y para qué voy a seguir insistiendo: la pincelada, la figura que cae del caballo del revés, etc.”, recrea Mena. Pero siempre tiene fuerza para un poco más de guarnición: “Hay una falta de perspectiva total y Goya es un hombre para el que la perspectiva es una ciencia sagrada”.

Mena, que ya avisó con sentido del humor al inicio del trayecto que El Prado no era el museo de Goya, sino la Universidad de Goya, saca a relucir otra virtud del genial artista que hasta el momento desconocíamos por completo: “Goya conoce las nubes, ¡es un meteorólogo! Mucho más que Gainsborough”. “Constable”, le corrige Finaldi, a su vera. “A sí, eso”. Y la sentencia de toda esta argumentación es inapelable: “La persona que ha hecho esto no sabe pintar”.   

¿Y en la Cátedra no se han planteado abrir el congreso a un debate científico para aclarar los términos plásticos de esta obra? “No, esto es para sentar cátedra. Además, ya ocurrió en un coloquio en París, el pasado mes de abril”. A pesar de que un coloquio no es precisamente la mejor forma de encontrar el consenso entre especialistas sobre una polémica, Manuela Mena trató de quitarle hierro a las tormentas.

En el animado itinerario, avanzó la labor de limpieza de los cartones para tapiz que ha iniciado el museo y que durará el tiempo suficiente como para haberse jubilado. Confirmó también, como ya avanzó este periódico, que tienen intención de cambiar los marcos de las majas y los fusilamientos por los originales. Además, señaló algunas virtudes menos conocidas del maestro, por ejemplo, hacer hablar a los animales: “Los caballos y los perros miran al espectador con interrogación y se preguntan: “¿Cómo pueden ser tan irracionales los hombres?”.

Así es Mena, una mujer amable y ocurrente, que tiende a decir lo que piensa y que cuando calla siembra la duda, como cuando dejó sin dedicarle unas palabras a otra de sus pinturas favoritas, La lechera de Burdeos. Ni mú. ¿Qué querrá decir con su silencio?

Resulta que la marca España, ese elixir escondido en alguna esquina de las alfombras de los gabinetes de los ministros mendicantes que pregonan un país por encima de sus verdades, está en El Prado. Por eso no la habían encontrado todavía, El Prado es un museo. Ha tenido que ser el representante de uno de los mecenas que han asumido parte de los costes del mayor generador de identidad de este país, que fueron amputados en un 30% por los buscadores de marca patria, el que les enseñe dónde pueden buscar para ver la mejor imagen para vender.