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Un asesino en la edad del pavo
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ESTRENO DE 'HIJO DE CAÍN', UN 'THRILLER' PSICOLÓGICO DE JESÚS MONLLAÓ

Un asesino en la edad del pavo

Parece un niñato sin más, de esos que militan con fanatismo su propia edad del pavo y desafía como por sadismo el cariño de su madre

Foto: Un asesino en la edad del pavo
Un asesino en la edad del pavo

Parece un niñato sin más, de esos que militan con fanatismo su propia edad del pavo y desafía como por sadismo el cariño de su madre y la paciencia de su padre, a quien por supuesto odia. La verdadera naturaleza de Nico –David Solans–, sin embargo, se nos revelará aún más terrible poco después del arranque de Hijo de Caín, cuando sus padres –José Coronado y Maria Molins– se ausenten para ir a una fiesta y al volver a casa se encuentren al perro de la familia destripado en su propia cama.

El padre, Carlos, recurrirá entonces a su nutrida chequera y contratará a Julio Beltrán –Julio Manrique–, un psicólogo infantil que conquistará la confianza del chico gracias al ajedrez, su pasión, en la que el propio Beltrán es un maestro. Su diagnóstico será que Nico necesita ayuda y que la pide a gritos, aunque sea a su manera, y se propone proporcionársela por la amistad –quizá algo más– que en el pasado mantuvo con su madre. Con paciencia y mucha charla la evolución de Nico empieza a ser favorable –dentro de su aparente sociopatía– y hasta llega a trabar amistad con Diana, la sobrina pequeña de Beltrán y también campeona de ajedrez. En el curso de su recuperación,  sin embargo, Nico agota la paciencia de su padre y consigue que le pegue, le recluya y despida fulminantemente a Beltrán, decidido a deshacerse de su hijo y recluirlo en un centro para menores. Y en ese momenzo, zas. Descubriremos que muy poco de todo esto es realmente verdad. 

Es sin duda el gran acierto de Hijo de Caín –una película de Jesús Monllaó adaptada de la novela Querido Caín, de Ignacio García-Valiño–: el pirueteo de su historia, que gira violentamente para sorpresa –grata– del espectador y que lo volverá a hacer después en una segunda ocasión, pillando al respetable, ahora ya sí, completamente desprevenido. De esta manera el filme consigue al final el efecto que persigue, que es enmendar la trivialidad con la que arranca y demostrar al espectador que no estamos ante la narración tópica en la que amenazaba romper desde el principio: una de superación personal y trascendencia del trauma adolescente.

Hijo de Caín no es tal, aunque tampoco acaba de ser su contrario. Para conseguir nuestro susto Monllaó ha limpiado los primeros 50 minutos de cualquier indicio, cualquier pista que nos permita anticipar o acaso estar alerta ante la sorpresa que se nos echa encima. Y lo consigue, sí, pero invierte demasiado tiempo en ello y, sobre todo, demasiados recursos.

Hasta que ocurre el giro –y precisamente para que ocurra– Monllaó se pliega al tópico y nos cuenta la enésima historia machacona del niño difícil, su familia sufrida y su terapeuta enrollado, cuyos aderezos, además, elige como queriendo quedarse sistemáticamente siempre con lo más tópico y facilón. Desde el padre autoritario y la madre ausente al hermanito pequeño que acaba convertido en víctima colateral, pasando por escenas tan repelentes como la del pater familias triunfador que juega al golf con su jefe o la del niño que se enfada por perder al ajedrez y reacciona barriendo las figuras del tablero de un puñetazo. No acaba siendo eso, cierto, pero llega un momento en el que da igual. Cuando uno le dedica casi una hora a semejante mondongo, lo de menos es que al final resulte que el mondongo no es tal.

Para colmo de males en este "thriller mediterráneo" –una etiqueta acuñada por la promoción del filme, que hasta intenta convencernos de que existe– rodado en catalán el intérprete que más brilla no es ninguno de los que figuran en su póster. Pese a la presencia de José Coronado y Julio Manrique y la dificultad del personaje al que da vida el joven David Solans es Maria Molins, actriz habitual en la televisión catalana, quien firma el personaje más convincente, el de la madre, y uno de los que más desarrollo encontrarán en sus evoluciones, aunque su posición en los resortes narrativos le depara un papel más bien secundario.

Por esa razón Hijo de Caín es más una afirmación que una experiencia, más una película de provecho en su explicación que al verla o, dicho de otra manera, una buena idea que se va perdiendo –no del todo, pero sí bastante– en la ejecución. Consigue sorprender al final, en todo caso, y no acaba mal teniendo en cuenta cómo empieza. Tiene todo lo que debe y lo tiene en el orden correcto, pero le han fallado las proporciones. Con algo más de equilibrio aquí, sería una película redonda. Y sin ello se queda, sin más, en una cinta entretenida.

Hijo de Caín

Director: Jesús Monllaó

Nacionalidad: España

Duración: 116 minutos

Reparto: José Coronado, Julio Manrique, Maria Molins, Jack Taylor, David Solans, Mercè Rovira, Abril García, Helena de la Torre.

Parece un niñato sin más, de esos que militan con fanatismo su propia edad del pavo y desafía como por sadismo el cariño de su madre y la paciencia de su padre, a quien por supuesto odia. La verdadera naturaleza de Nico –David Solans–, sin embargo, se nos revelará aún más terrible poco después del arranque de Hijo de Caín, cuando sus padres –José Coronado y Maria Molins– se ausenten para ir a una fiesta y al volver a casa se encuentren al perro de la familia destripado en su propia cama.