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Al cine no le salen las cuentas
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HA PERDIDO 50 MILLONES DE ESPECTADORES PERO SE HA ENCARECIDO UN 48% EN OCHO AÑOS

Al cine no le salen las cuentas

Al cine no le gusta acordarse del precio que cuesta ver una película en España, pero a pie de taquilla los espectadores empiezan a no hablar

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Al cine no le salen las cuentas

Al cine no le gusta acordarse del precio que cuesta ver una película en España, pero a pie de taquilla los espectadores empiezan a no hablar de otra cosa. En su hora más negra el cine de España se queja con amargura de que los piratas campan a sus anchas y de que no puede con el IVA, pero los involucrados, sean ministros o piratas, dan todos la misma respuesta: el cine puede porque el cine, dicen, es muy caro. La gente cada vez va menos a las salas, replica entonces el cine. La gente volverá cuando el precio sea razonable, responde esa misma gente. El cine es cultura, replica el cine. Entonces no nos podemos permitir la cultura, responde la gente.

Quien dice la gente dice, por supuesto, las asociaciones de consumidores, y quien dice el cine dice aquellos que deciden hablar en su nombre. La cuenta es la misma: el debate sobre el precio del ticket, ese que roto por la mitad nos garantiza vivir un rato en la luna Pandora, en el Nueva York de los años 20 o en un futuro muy, muy lejano, es solo el último extremo de una madeja en la que se mezclan proteccionismo, libre mercado y política fiscal y cultural, pero no por ello el menos importante. El precio del cine se ha disparado en los últimos años y en un país hundido económicamente llega a límites que el consumidor medio, dicen muchos, simplemente no se puede permitir. ¿No solucionaría el cine buena parte de sus problemas, preguntan, solo con bajarse un poco de la parra?

Subir el precio o morir

Echando unas cuentas elementales parte de la subida del precio de las entradas de cine en los últimos años tiene una explicación sencilla. Con los datos oficiales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en la mano comprobamos que en la última década –de 2001 a 2011, a la espera aún de datos oficiales de 2012– el número de espectadores de cine se ha desplomado en España, pasando de 146 millones en 2001 a 98 en 2011, un 32% menos. En diez años los cines han perdido casi 50 millones de usuarios.

Pero, ¿ha caído la recaudación también un 32%? En absoluto. De hecho ha subido. Si en 2001 los cines españoles hacían 616 millones de euros en taquilla, en 2011 hicieron 635. No es una subida ni mucho menos espectacular –poco más del 3% en diez años–, pero recordemos: en ese tiempo la industria ha perdido prácticamente un tercio de sus clientes

Es esa pérdida y la necesidad de amortiguarla lo que explica precisamente la subida del precio de las entradas, de las que hoy se venden muchas menos pero que son, claro, mucho más caras. De los 4,80 euros que costaba de media una entrada de cine en 2004, según datos de Facua, hemos pasado a los 7,08 euros actuales. Es decir, que el cine acumula una subida del 48% durante los últimos ocho años pese a que en ese mismo periodo el IPC ha variado solo un 24%.

O lo que es lo mismo: que ir al cine en España cuesta cada año unos 20 céntimos de euro más. Si en 2004 la entrada media rondaba los 4,8 euros, en 2005 subió hasta los 5,05 y en 2006 de nuevo hasta los 5,22. En 2007 costaba 5,41, en 2008 costaba 5,75 y en 2009 subió hasta 5,95. En 2010 el precio de una entrada era de 6,35 y en 2011 ir al cine costaba ya 6,52, más de un euro más caro que cuatro años antes. En 2012 la media nacional está en 7,08 euros, pero en ciudades como Madrid, Barcelona, Pontevedra, Alicante, Oviedo o A Coruña entrar al cine ya cuesta más de 8 euros.

Concentración

Y la gran pregunta, claro está, es si algún oscuro conciliábulo de representantes industriales controla los precios que muchos critican por desorbitados o si esto no es más que la evolución espontánea del mercado.

Parte de la respuesta radica de nuevo en la evolución de los datos oficiales, que ilustran que durante este hundimiento del consumo el número de salas de cine subió en España de 3.770 en 2001 a 4.044 en 2011. ¿Cómo se han creado más de 270 pantallas en semejante debacle? Sencillo: a costa del número de complejos de exhibición, que se ha desplomado junto al resto de cifras. Si en España había 1.254 cines en 2001, en 2011 su número era de 876.

Menos complejos de cine pero más salas, o lo que es lo mismo: mucha concentración. Nada que no demuestre sin tanto vericueto aritmético un simple paseo por las grandes ciudades españolas, de cuyas avenidas han desaparecido los cines de pequeño y mediano tamaño. Hoy el bacalao lo reparten los complejos multisala, situados con frecuencia en centros comerciales y el extrarradio de las ciudades y propiedad casi invariablemente de grandes marcas internacionales.

Y quien dice en España grandes marcas internacionales dice en nuestros días Cinesa, propietaria ya de 514 de las salas que hay en el país. En particular desde en 2011, cuando adquirió Circuito Coliseo y espantó a su principal competidor –la francesa UGC, que ese año le vendió sus últimos cinco complejos y abandonó el mercado español–, Compañía de Iniciativas y Espectáculos S.A., la matriz de Cinesa con sede en Barcelona, es la virtual dueña del mercado de la exhibición española seguida de lejos por compañías como Ábaco Cinebox, Cine Sur o Verdi. Tras anunciar recientemente el cierre de la inmensa mayoría de sus salas y su cese en la distribución, la cadena de cines Renoir, propiedad de la Alta Films de Enrique González Macho, también ha dejado de ser una preocupación para Cinesa.

Cosa distinta, eso sí, es que las decisiones sobre precios, descuentos y promociones se tomen realmente en Barcelona. Compañía de Iniciativas y Espectáculos S.A. es propiedad de United Cinemas International, un grupo fundado en 1989 por las majors Universal Studios y Paramount Pictures para gestionar cadenas de cine en Reino Unido y propiedad hoy de Terra Firma Capital Partner, una sociedad británica de inversores. UCI entró en España comprando la cadena de cines Warner Lusomundo Sogecable –hasta entonces de TimeWarner, ZON Multimédia y PRISA– y la franquicia en España y Portugal de AMC–.

No pagar por película, sino por entrar

En el mercado de la exhibición española, en otras palabras, hay cada menos competencia, y cualquier manual de economía confirma lo mal que eso suele sentar al precio. 

A esto habrá que sumar el funcionamiento singular de la industria, ya que en el cine no decide el coste final quien produce una cinta ni quien la distribuye, sino el exhibidor que se la enseña finalmente al espectador. Y ese exhibidor, siendo puristas, no cobra tanto por ver la película como sí por el acceso a la sala, ya que el precio de una entrada no varía dependiendo de si vamos a ver, pongamos por ejemplo, una modesta cinta independiente que ha costado producir menos de un millón de euros o una gran superproducción que ha costado 300.

La subida del IVA cultural en 2012 hasta el 21% se ha confabulado con esta esclerosis en la composición del precio de las entradas para dar la puntilla, dicen desde el cine, a la industria nacional. Desde que la medida entró en vigor en septiembre del año pasado la taquilla en Península y Baleares bajó nada menos que un 8,9%, según datos de la Federación de Cines de España (FECE), pero subió un 5,13% en Canarias.

Estos 14 puntos de diferencia tienen una explicación sencilla: el Impuesto General Indirecto Canario, que es el que grava el cine en las islas en lugar del IVA impuesto a la cultura por el ministerio de Cristóbal Montoro. Hasta la subida del segundo, de hecho, el mercado de comportaba igual en Canarias que en el resto de España, acumulando un descenso en la recaudación neta del 10,7% en Canarias y del 11,7% respecto al año anterior.

Dentro de lo malo hoy todo funciona mejor en las islas y en la industria tienen claro el porqué. “La única diferencia a día de hoy es el impuesto", explicaba hace unas semanas a El Confidencial Borja de Benito, encargado de Comunicación y Marketing de FECE.  "Las películas son las mismas, las fechas de estrenos son las mismas y aunque pueden existir diferencias en la frecuencia de asistencia al cine, es decir que los madrileños vayan más al cine que los canarios, esto no justifica en ningún caso la diferencia tan grande que existe entre los dos mercados a día de hoy”.

El 3D, un 30% más caro

En los últimos años también la implantación del 3D ha contribuido a elevar el precio del cine. Si ver una película tradicional cuesta 7,08 euros en España, ver una en tres dimensiones se dispara hasta los 9,21 euros de media en el territorio nacional y a los 11,50 euros en Barcelona, 11,13 euros y A Coruña y 10,9 en Alicante y Oviedo, según un reciente estudio. La razón no entraña ningún misterio: rodar una película en 3D es más caro que rodar una con tecnología normal y por eso verla ha de ser más caro. Cosa distinta, claro, es que de hecho haya sido rodada de esta manera.

Este mismo mes Disney reestrenó en 3D su exitosa Buscando a Nemo, por ejemplo, y antes de eso se hizo lo propio con La amenaza fantasma, el primer episodio de la Guerra de las Galaxias. Incluso el remake de Furia de Titanes recibió en 2010 toda suerte de críticas en su estreno por su 3D, reconstruido artificalmente y a última hora en el proceso de postproducción y de muy baja calidad aunque la entrada, por supuesto, valía tanto como Avatar, rodada, ahora sí, con las carísimas cámaras necesarias. En la lista negra de películas con un falso 3D figuran títulos como Capitán América, Frankeweenie o Abraham Lincoln cazador de vampiros.

Para colmo de males la agencia Fitch Rating presentó hace unas semanas un informe vaticinando la primera caída del formato desde su implantación comercial, en el que además advierte de que el desorbitado precio del 3D no solo empieza a ser un problema para la técnica, sino que puede acabar convirtiéndose en un lastre para toda la industria de la exhibición: “Ir al cine sigue siendo uno de las actividades de ocio más baratas", remarca Fitch. "El incremento del coste, debido sobre todo a los filmes en tres dimensiones, puede acabar erosionando esta percepción a medio plazo”. 

Al cine no le gusta acordarse del precio que cuesta ver una película en España, pero a pie de taquilla los espectadores empiezan a no hablar de otra cosa. En su hora más negra el cine de España se queja con amargura de que los piratas campan a sus anchas y de que no puede con el IVA, pero los involucrados, sean ministros o piratas, dan todos la misma respuesta: el cine puede porque el cine, dicen, es muy caro. La gente cada vez va menos a las salas, replica entonces el cine. La gente volverá cuando el precio sea razonable, responde esa misma gente. El cine es cultura, replica el cine. Entonces no nos podemos permitir la cultura, responde la gente.