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El Prado de bolsillo contra Garbancito
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LA PINACOTECA HOMENAJEA AL PEQUEÑO FORMATO CON JOYAS SECRETAS EN 'LA BELLEZA ENCERRADA'

El Prado de bolsillo contra Garbancito

¿Alguna vez imaginó una exposición de pintura sin pintores? ¿Alguna vez pensó en un recorrido por las salas de un museo sin cartelas ni indicaciones,

Leer o mirar

Un historiador es un intermediario, un pintor también y ambos parecerían haber desaparecido de aquí. Evidentemente no es así, porque no deja de ser el resumen del Prado en 17 salas construido por una de sus conservadoras (y apoyado en una guía de mano). Sin embargo, el resultado de esta ilusión es un sorprendente canto a un proceso revolucionario que desarticula la lectura tradicional, a pesar de mantener la evolución cronológica, y apela a la curiosidad del espectador.

La gran apuesta del museo para esta temporada es un homenaje a la maquinaria que lo mueve silenciosa e incesantemente cada día, pero tambiénuna de las escasas consecuencias gratas de la crisis financieraque está dejando a esta nave con un 30% menos de recursos y que le obligó a decidir descolgarse de la gran –y carísima- exposición retrospectiva del pintor contemporáneoLucien Freud. El sacrificio ha merecido la pena. 92 de las pinturas proceden del Prado oculto y del disperso

Íntimo y personal

Pero en esta síntesis se echa de menos, quizá por escaparse del formato elegido, mayor presencia del pintor estrella del Prado:Tiziano, que aparece con un dramáticoCristo con la Cruz a cuestas(1565).Rubenscuenta con una de las mejores salas, rápido y seguro igualmente en pequeño formato, dinámico y exquisito, como los bocetos para la decoración de la Torre de la Parada y dos maravillosos apuntes con pluma y aguada sobre papel, que no se habían visto nunca antes.

El silencio de los almacenes ha visto la luz para mezclarse con la primera clase del museo, los de abajo suben, los suplentes comparten titularidad y los restauradores del Prado intervienen como ilusionistas que eliminan barnices y limpian para que esos cuadros escondidos afloren como el día en que fueron creados. Enrique Quintana, responsable del taller de restauración de pintura del museo, asegura que han trabajado sobre 111 de estas pinturas de pequeño formato en el último año y medio. “El Prado es el museo de mayor concentración de obras maestras por metro cuadrado”, explica Almudena Sánchez, restauradora del museo que ha actuado en una serie de 21 piezas sobre Las cuatro partes del mundo (1660), del pintor flamenco del siglo XVII Jan Van Kessel el viejo.Una afluencia como la que asume el Museo Reina Sofía con Dalí sería impensable en estas pequeñas salas, con estas miniaturas

En la misma sala, las Tentaciones de san Antonio abad de David Teniers es una buena muestra de las pretensiones íntimas de la exposición. Una escena poblada de por terribles criaturas infernales que recuerdan a las del Bosco -dos siglos más tarde-, que reclama atención, proximidad y paciencia para recrearse en los detalles. De ahí que el éxito de la exposición será el tormento de la misma: cuantos más visitantes, menos intimidad. Una afluencia como la que asume el Museo Reina Sofía con Dalí sería impensable en estas pequeñas salas, con estas miniaturas.

“La pintura de pequeño formato transmite un secreto. La pintura tiene una importante carga subconsciente aunque no la hayamos entendido. Es la presencia de lo que no sabemos contestar”, explica Manuela Mena en la rueda de prensa. La comisaria anima a perderse en los detalles de maldad, de guerra, alegría, magia, demonio, dios, la virgen, unicornios… por las pinturas del siglo XIV al XIX. “Es una exposición para seguir nuestras emociones y el vuelo de las aves”, signifique lo que signifique eso.

Humor y juegos visuales

Quizá se refiera a las concesiones al humor lúdico que pone en escena con trucos teatrales y juegos visuales: los muros se abren en pequeñas ventanas de todos los tamaños para conectar salas entre sí y vincular varias obras. El resultado es de lo más sutil en muchos casos y muy artificial en otros. A los primeros corresponde la visión que liga en varios planos la escultura de Meleagro de Silvio Cosini, que representa a la juventud, está flanqueada por la calavera de la Vánitas de Jacques Linard –la muerte- y un filósofo de Salomon Koninck –la razón.

En la sala 14 el pintor Luis Paret protagoniza uno de los momentos más ocurrentes: una mirilla en la pared asoma a una cámara oscura en la que un cuadrito de gabinete (de 19 x 15 cms) aparece una muchacha durmiendo en una hamaca que, al parecer, es la amante de Paret, de quien –con mucha ironía- puede contemplarse en la misma línea su autorretrato y el de su mujer.

El director de la pinacoteca, Miguel Zugaza, explica que ha creado un museo dentro del propio museo, en referencia a este pequeño laberinto que ha definido irónicamente como un “ejercicio narcisista” del Prado más esquivo, los arrabales. Y se compara con los buscadores de oro que rastrean las orillas del arte buscando las pepitas invisibles. “El Prado hace un gesto de generosidad consigo mismo y con sus visitantes. Y este gesto tiene más valor en el tiempo de austeridad en el que vivimos. El resultado es más desmesurado y hermoso de lo esperado. Más que una exposición es un manifiesto”, añadió.El director de la pinacoteca, Miguel Zugaza, explica que ha creado un museo dentro del propio museo

Como las buenas narraciones, el desenlace de la exposición toma el punto álgido con la presencia del siglo XIX español, que como dice Mena, “es mucho siglo XIX”. A los ejemplos conocidos de Goya y su “luz propia”, aparecen los Mariano Salvador Maella, Francisco Bayeu y Vicente López. Una encarecida recomendación: no saltarse –ese es uno de los peligros de esta muestra- las cuatro mínimas piezas que han aparecido de la oscuridad de éste último. López junto con el marqués de Santa Cruz son los encargados de gestionar el orden de los fondos de la colección real cuando se inaugura el museo, el 19 de noviembre de 1819. El delicadísimo boceto de La huida a Egipto y la copia del cuadro de Claudio Coello del monasterio de San Lorenzo del Escorial.

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La belleza encerrada es la demostración de lo poco que se conoce a sí mismo El Prado, de lo mucho que falta para reconocerse y no parece que sean los mejores tiempos para duplicar esfuerzos científicos. Este museo todavía se asusta –y se maravilla- cuando al mirarse encuentra joyas ocultas a la vista de todos durante siglos, como la Mona Lisa, de uno delos discípulos de Leonardo da Vinci.

Con ella termina la visita, con uno de los grandes ídolos paganos, en forma de tarjeta postal amarillenta, escrita la misma noche en la que fue robada La Gioconda del Louvre, el 21 de agosto de 1911. Un pequeño gesto que subraya el colmo de la belleza encerrada del Prado, en este caso todavía oculta bajo un fondo negro, cuya protección, atención y cuidado es garantía de conocimiento.