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'El gran Gatsby' decepciona en la primera jornada de Cannes
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'El gran Gatsby' decepciona en la primera jornada de Cannes

Cielo gris sobre la Costa Azul. El tiempo no acompaña en el primer día del Festival de Cannes. La postal que ofrece la Croisette es más

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'El gran Gatsby' decepciona en la primera jornada de Cannes

Desde su primer largometraje, El amor está en el aire, el director australiano se ha centrado en actualizar la tradición del melodrama romántico al tempo del audiovisual postmoderno. Ya en Romeo + Julieta, también protagonizada, como El gran Gatsby, por Leonardo DiCaprio, convertía la tragedia de Shakespeare en una historia de amor contemporánea protagonizada por dos jóvenes de hoy en día. La obra del dramaturgo británico funciona desde hace años como un molde narrativo de infinitas posibilidades. Pero el caso del libro de Scott Fitzgerald, una de las grandes novelas norteamericanas del siglo XX, resulta más complejo.

Luhrmann confiesa que descubrió El gran Gatsby en 2004 cuando escuchó el audiolibro (sic) en un viaje en Transiberiano. Para el australiano la clave para la película se encontraba en “saber trasladar el monólogo interior de Nick Carraway (el narrador de la historia) a la pantalla”. El desajuste en la adaptación se encuentra precisamente en este quid. En la novela de Fitzgerald, el punto de vista de Nick Carraway (vecino de Gatsby que va implicándose gradualmente en su historia) ofrece cierto distanciamiento hacia la tragedia de, según describió Leonardo DiCaprio a su personaje, “ese nuevo norteamericano que llega a creerse que vive en un mundo donde todo es posible”. En la película, Luhrmann nos sumerge desde el minuto uno en un remolino de impactos audiovisuales que impiden mantener esa distancia hacia el relato. 

Como es habitual en él, el director recrea los desmadrados años veinte desde un artificio consciente. Su principal traición a la fidelidad histórica se encuentra en la música. A pesar de que fue Scott Fitzgerald quien acuñó el concepto “era del jazz” para definir el zeitgeist de principios de los años veinte en Estados Unidos, el director ha obviado el recurso fácil de rellenar la banda sonora solo con música de la época. Como ya llevó a cabo en films anteriores, Luhrmann, con la colaboración de Jay Z, recurre a temas contemporáneos para armar un mash-up de hip hop, versiones varias y piezas de jazz clásicas para traducir a los tiempos modernos el frenesí musical de la época. La opción no es desacertada. Tampoco desentona esa cualidad artificiosa que caracteriza toda la escenografía del film, como de cuento de hadas de un videojuego. Por el contrario ayuda a construir la idea de espejismo que acaba desvaneciéndose, de escenografía propia una ensoñación que Jay Gatsby ha querido hacer realidad. 

Luhrmann, sin embargo, llega a abusar de sus propios recursos. La primera vez que Nick se encuentra con su misterioso vecino en la fiesta a la que éste le ha invitado la cámara encuadra a Leonardo DiCaprio con unos fuegos artificiales estallando detrás de él y la Rapsodia en azul de George Gershwin sonando en todo su esplendor. Este subrayado descriptivo afecta A toda la película, empeñada en funcionar por encima de todo como un melodrama barroco, arrebatado y altisonante.

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Hay algún encuadre en El gran Gatsby que remite directamente a Titanic, la película de James Cameron que convirtió a DiCaprio en el actor romántico del momento. Luhrman aprovecha a su favor las posibles conexiones que se pueden establecer entre ambos personajes. En El gran Gatsby DiCaprio vuelve a interpretar a un joven de origen humilde que se enamora de una mujer de una clase superior hasta el punto de ser capaz de sacrificarse a fin de que ella conserve su integridad. La operación de recuperar a DiCaprio como héroe romántico para la gran pantalla está funcionando. Los resultados de El gran Gatsby en las taquillas norteamericanas han sido espectaculares. A partir del próximo viernes, podremos comprobar si el éxito se repite en España.

El tiempo de los jurados

Los jurados del festival solo reciben la atención de los focos dos días. Al final del certamen, cuando se hace público el palmarés, y el día de la inauguración, cuando se presentan ante la prensa. Este año, el jurado de la sección oficial está presidido por Steven Spielberg, un director que, paradójicamente, sólo ha competido por la Palma de Oro una sola vez y con... Loca evasión, aunque otros de sus filmes se han presentado fuera de concurso. Spielberg excusó el hecho no haber aceptado antes la invitación a presidir el jurado (no era la primera ni la segunda vez que el festival se lo ofrecía) porque “durante los meses de primavera me suelo encontrar rodando”. El director declaró que no veía el Festival de Cannes como un concurso sino más bien “como una oportunidad para descubrir lo que tantas culturas diferentes tienen que decir sobre el mundo”. Spielberg reivindicó el cine “como la lengua común que hablan todas estas películas de países diferentes” y confesó que esperaba encontrar entre los veinte títulos a concurso “aquél que te cambia la mirada para siempre”.

Le acompañan en la tarea de escoger la película merecedora de la Palma de Oro la actriz Nicole Kidman, el director taiwanés asentado en Estados Unidos Ang Lee, el actor Daniel Auteil (el único francés), el actor Christoph Waltz, que se dio a conocer internacionalmente en Cannes con los Malditos bastardos de Quentin Tarantino, la cineasta japonesa Naomi Kawase, la también directora Lynne Ramsey, la actriz india Vydia Balan y el rumano Christian Mungiu, Palma de Oro por 4 meses, 3 semanas y 2 días. En los jurados paralelos se puede rastrear algún nombre español: Isabel Coixet forma parte del Jurado de la Cámara de Oro, encargado de premiar la mejor primera película de entre todas las secciones, mientras que Enrique González Macho, presidente de la Academia del Cine Español y propietario de Alta Films, participa en el de Una Cierta Mirada, la sección paralela a la Oficial. Mañana empieza la maratón de ver películas, y juzgarlas, para todos.

Desde su primer largometraje, El amor está en el aire, el director australiano se ha centrado en actualizar la tradición del melodrama romántico al tempo del audiovisual postmoderno. Ya en Romeo + Julieta, también protagonizada, como El gran Gatsby, por Leonardo DiCaprio, convertía la tragedia de Shakespeare en una historia de amor contemporánea protagonizada por dos jóvenes de hoy en día. La obra del dramaturgo británico funciona desde hace años como un molde narrativo de infinitas posibilidades. Pero el caso del libro de Scott Fitzgerald, una de las grandes novelas norteamericanas del siglo XX, resulta más complejo.