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Muere Alfredo Landa a los 80 años de edad
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ADIÓS AL EMBLEMÁTICO ACTOR

Muere Alfredo Landa a los 80 años de edad

Alfredo Landa ha muerto a los 80 años de edad, aunque pocos le habían visto en los últimos cinco años. Sus últimas apariciones públicas se remontan

No en vano, Landa interpretó al español medio, esa entidad borrosa que solo ilustran las estadísticas, en bastantes más ocasiones que las propiamente landistas. Su mirada triste, sus rasgos achatados y su habilidad para encarnar tanto el pasmo trágico como el cómico le sirvieron  por igual para retratar en la segunda etapa de su carrera a españoles tan medios como el Paco deLos Santos Inocentes de Mario Camus en 1984, el Sancho Panza televisivo de El Quijote de Gutiérrez Aragón en 1991 o el también televisivo Pepe de la serie Lleno, por favor, de 1992, popular entre la audiencia por aquella frase suya tan recordada: “Yo solo creo en Dios, en Franco y en don Santiago Bernabéu”. 

La edad de oro del cine español

Antes que eso Landa reinó en el olimpo de la comedia de la que fue epónimo junto a intérpretes como José Sacristán o José Luis López Vázquez y directores como Mariano Ozores o Pedro Lazaga. Su gran éxito fue la cinta considerada también fundacional, No desearás al vecino del quinto, un enredo que dirigió Tito Fernández en 1970 y que se convirtió de inmediato en la película más vista de la historia del cine español. Superó a La ciudad no es para mí –dirigida cuatro años antes por Pedro Lazaga con Paco Martínez Soria– y conservó el récord 34 años, hasta 2001 y Santiago Segura con su Torrente 2: Misión en Marbella.

Es el factor que destacaba el guionista y director Óscar Aibar. “Fueron los años de una conexión muy sana entre el cine y su mercado, entre el cineasta y el espectador”, asegura Aibar, para quien la industria del cine español no ha conocido otra etapa “más próspera” que la que protagonizó el landismo. “Después llegaron autores diferentes y se agotó el hilo del que se tiraba, que era el destape. La cosa cambió y empezó a hacerse otro cine, uno que ya no buscaba directamente que lo viera la gente. Pero hasta entonces iba muy bien, los productores recuperaban su inversión y nació una industria que sirvió de escuela para miles de técnicos”.

Su fortaleza de entonces, no obstante, es lo que ha hecho hoy envejecer mal a estas comedias –que muchos críticos de hoy califican de demasiado comerciales–, aunque Aibar invita a pensárselo bien antes de empezar con juicios. “Para el espectador de hoy es muy difícil de entender”, asegura. “En la época no se practicaba esta distinción de hoy entre películas necesariamente buenas o malas, y los primeros en no hacerlo eran los actores. Eso ocurrió después, a partir de Saura o Berlanga, pero hasta entonces la percepción del cine era distinta”. Por eso, según Aibar, pudimos ver en comedias ligeras y de enredo a autores e intérpretes que después se pasaron a la solemnidad sin renunciar en ningún momento a su orgullo landista.

No en vano, Landa interpretó al español medio, esa entidad borrosa que solo ilustran las estadísticas, en bastantes más ocasiones que las propiamente landistas. Su mirada triste, sus rasgos achatados y su habilidad para encarnar tanto el pasmo trágico como el cómico le sirvieron  por igual para retratar en la segunda etapa de su carrera a españoles tan medios como el Paco deLos Santos Inocentes de Mario Camus en 1984, el Sancho Panza televisivo de El Quijote de Gutiérrez Aragón en 1991 o el también televisivo Pepe de la serie Lleno, por favor, de 1992, popular entre la audiencia por aquella frase suya tan recordada: “Yo solo creo en Dios, en Franco y en don Santiago Bernabéu”.