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Van Gogh al desnudo
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REABRE EL MUSEO HOMÓNIMO CON UNA EXPOSICIÓN DEDICADA A LOS SECRETOS DE SU TRABAJO

Van Gogh al desnudo

29 de abril de 1890. Vincent le pasa la lista de las necesidades de materiales que tiene a su hermano Theo para seguir pintando. Pide tubos

Foto: Van Gogh al desnudo
Van Gogh al desnudo

29 de abril de 1890. Vincent le pasa la lista de las necesidades de materiales que tiene a su hermano Theo para seguir pintando. Pide tubos grandes: 12 de blanco de zinc, tres de cobalto, cinco de verde veronés, uno de laca, dos de cromo 11, dos verde esmeralda, uno mina anaranjado, dos ultramar. Esta remesa debe adquirírsela a Tanguy, comerciante de colores que también se ocupó de la venta de los cuadros de Van Gogh y al que conoce cuatro años antes, cuando ingresa en la academia de bellas artes de Anvers, entra en contacto con Toulouse-Lautrec, Gauguin, Seurat, Signac, Pisarro, Cezanne y hace largas visitas al Louvre.

El pedido continúa: dos de laca geranio, en tubos de formato mediano. “Me harás un gran favor si me puedes hacer llegar enseguida la mitad, pronto, porque he perdido demasiado tiempo. También necesitaré seis brochas, seis pinceles de cerda y siete metros de tela o hasta diez”, le reclama con urgencia a su hermano. Reconoce que los dos últimos meses han sido especialmente difíciles. Está triste y “embrutecido, más de lo que sabría expresar”. La desorientación es completa, su fama como pintor ha empezado a crecer pero él no está tan seguro de su trabajo como para hacer frente a la publicidad de su obra. Cuatro meses después se dispararía en el pecho, mientras paseaba por el campo, a los 37 años.

En mayo asegura que la mejoría es un hecho, que la crisis ha desaparecido como una tormenta y que trabaja con “ardor tranquilo y continuo”. Y le explica que ha empezado una tela de rosas sobre fondo verde claro y otras dos de grandes ramos de lirios violetas. Sus epístolas son el único tratado sobre su concepción pictórica que dejó escrito, en el que describe el contraste entre colores de efecto armonioso. Suaves en ocasiones y fuertes en otras, como esos ramos de violetas (de carmín y azul Prusia puro) que descansan sobre un fondo amarillo limón brillante.

Su enfermedad es la cualidad determinante de su estilo. “Es un efecto de los complementarios terriblemente contrastados, que se exaltan por su oposición”, reconoce el propio pintor, que tiene predilección en cubrir su paleta con zinc, cobalto, ultramar, verde veronés, verde esmeralda y mina anaranjado.

Genio sobre la marcha

"Van Gogh era un artista que trabajó muy duro para llegar a serlo y no era esa especie de genio instantáneo que nos hemos creído", dice el director gerente del Museo Van Gogh de Ámsterdam, Rik van Koesveld, en la presentación de la muestra 'Van Gogh en su taller'. Gracias a las cerca de 200 obras, los conservadores han investigado en el lugar de trabajo del artista para descubrir cómo aprendió su oficio, qué técnicas de color y qué materiales usaba.

De esta manera se celebran los 40 años de la creación del museo –que recibe en la actualidad a un 85% de público extranjero en sus salas-, el nacimiento hace 160 años del pintor y la reapertura de la institución, después de siete meses de reformas.

Durante ocho años los especialistas del museo han investigado para resolver el enigma menos misterioso de la historia del arte: cómo aprendió a pintar Van Gogh y cómo era su trabajo en el taller. Aspectos que deja anotados, por otra parte, en sus cartas con Theo. Las principales conclusiones es que en sus últimos diez años, a pesar de las crisis que sufría, trabajó a destajo y produjo 800 cuadros y 1.000 dibujos, que le gustaba experimentar sobre la marcha, que le costó dominar la perspectiva y que fue un autodidacta al que no le resultó fácil aprender a dibujar. Nadie le enseñó tampoco a manejar el color y se ha convertido en un hito expresivo.

Desde el museo se niega la imagen del genio espontáneo y aislado. En sus escritos a su hermano se muestra como un pintor muy consciente de cuál es el objetivo: el estilo. “A pesar de lo que dices en tu carta anterior, que la búsqueda del estilo a menudo perjudica otras cualidades, la cuestión es que me siento muy llevado a buscar estilo, si quieres, pero por ello entiendo un dibujo más varonil y más voluntario”, le cuenta.

El mito del huraño

Otra de las leyendas que el director trata de desmontar es la del pintor huraño: "Tampoco era un hombre aislado profesionalmente y, aunque no tenía capacidad para establecer relaciones sociales, sí mantenía relaciones con otros profesionales", añadió el director. Sin embargo, en las cartas reconoce que su vida como pintor ha sido aislarse en el taller y sin más recurso para distraerse que los cafés o los restaurantes. Allí debía hacer frente a la crítica de los vecinos. “Yo no puedo”, asegura lacónico. Y reconoce que no se atreve siquiera a pensar en vivir con otra persona aunque fuera artista.

El museo muestra los cuadros pintados en el reverso que Van Gogh reutilizaba cuando no tenía telas para seguir trabajando. En ocasiones llegaba a pintar hasta cuatro veces sobre el mismo soporte. Gracias a las pantallas táctiles, que la pinacoteca utiliza desde hace años como recurso para mostrar los secretos que esconde la superficie, se rastrean los restos de otras pinturas ocultas. Incluso desvelan despojos de hojas o granos de arena que se adhieren al óleo fresco cuando trabajaba en el exterior.

Como curiosidad –algo que también gusta mucho en este museo- se incluye la considerada única paleta del pintor que todavía se conserva y que pertenece al museo de Orsay de París. Entre las obras expuestas se encuentra el préstamo de Los girasoles que ha hecho la National Gallery de Londres, que han colocado junto a la misma versión del cuadro en propiedad del museo Van Gogh. Los mismos que el pintor regaló a Gauguin y que, como él mismo dice, “tardó en apreciar”.

“Los cipreses me preocupan siempre. Quisiera hacer algo como las telas de los girasoles, porque me sorprende que nadie los haya hecho todavía como yo los veo”. Un pintor incomprendido cosido a secretos que desnudó en puño y letra.

29 de abril de 1890. Vincent le pasa la lista de las necesidades de materiales que tiene a su hermano Theo para seguir pintando. Pide tubos grandes: 12 de blanco de zinc, tres de cobalto, cinco de verde veronés, uno de laca, dos de cromo 11, dos verde esmeralda, uno mina anaranjado, dos ultramar. Esta remesa debe adquirírsela a Tanguy, comerciante de colores que también se ocupó de la venta de los cuadros de Van Gogh y al que conoce cuatro años antes, cuando ingresa en la academia de bellas artes de Anvers, entra en contacto con Toulouse-Lautrec, Gauguin, Seurat, Signac, Pisarro, Cezanne y hace largas visitas al Louvre.