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Kerouac honesto, Kerouac descafeinado
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WALTER SALLES ADAPTA 'EN LA CARRETERA', UNO DE LOS GRANDES CLÁSICOS LITERARIOS DEL SIGLO XX

Kerouac honesto, Kerouac descafeinado

Puede sonar a obviedad, pero lo mejor que puede hacer el espectador antes de ver En la carretera, la película que esta semana Walter Salles estrena

Foto: Kerouac honesto, Kerouac descafeinado
Kerouac honesto, Kerouac descafeinado

Puede sonar a obviedad, pero lo mejor que puede hacer el espectador antes de ver En la carretera, la película que esta semana Walter Salles estrena en España, es no haber leído el libro. No se trata, en esta ocasión, de que el conocimiento de la historia concebida por Jack Kerouac en 1948 destripe la trama, algo a lo que la En la carretera original –una novela fundamentalmente autobiográfica– nunca concedió demasiada importancia. Se trata de que lo que presenta en pantalla esta coproducción internacional, más que una adaptación, es una traslación del texto a la cinta fotográfica.

Prudente, sí, y respetuosa con el original, pero también conservadora. Demasiado para tratar una obra que, por más clásico del siglo XX en el que se acabase convirtiendo, Kerouac escribió enrabietado de café y creatividad en un rollo de papel continuo encerrándose tres semanas en su apartamento de Nueva York. En la película homónima, sin embargo, se adivina un cuidado trabajo de planificación a la hora de adaptar el texto, que Salles y su guionista, José Rivera, manejan con la delicadeza con la que se acarrea un incunable, inconscientes, quizá, de que por el camino están confirmando la fosilización del texto. Un texto que, por cosmogónico y generacional, nunca debería acabar de fraguarse del todo y que, sin embargo, el director presenta en pantalla pétreo, inamovible y rigurosamente nviolable, como una extraña homilía que no hable de Dios, sino de drogas, creación y libertad sexual. 

El canto que Sal Paradise –alter ego del propio Kerouac, interpretado en la cinta por Sam Riley– entona en honor a Dean Moriarty –pseudónimo de Neal Cassady, a quien da vida Garrett Hedlund– tras la muerte de su padre empieza en la película con sus pies arrastrados, preciosamente retratados, en su camino por una reseca carretera estadounidense. "Con la aparición de Dean Moriarty comenzó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera", cuenta el narrador de Kerouac al principio de su novela. En la película es la aparición en la carretera –una licencia poco sutil– del propio Paradise la que invoca poco después la irrupción de Moriarity, que en el filme, como en el libro, aparece en la vida del narrador para detonar un viaje iniciático, filosófico, psicotrópico y sexual con destino a ninguna parte acompañados por la seductora MaryLou –un pseudónimo tras el que se esconde LuAnne Henderson, a quien da vida Kristen Stewart–.

Esta literalidad será el tono dominante de la adaptación. Por supuesto, la obra más recordada de los beats estadounidenses es también un Künstlerroman, una novela sobre el creador y el propio proceso artístico, lo que la sitúa en una posición complicada en la maña narrativa cinematográfica. Es, quizá, por donde más lastre suelta Salles al adaptar, pero siendo justos no cabe culparle por ello. Llevar En la carretera a la pantalla presentaba la misma dificultad –primaria, ineludible, necesaria– que textos básicos del lector contemporáneo que también hablan, sin hablar, del propio escritor, como El guardián entre el centeno de Salinger, Retrato de un artista adolescente de Joyce, La montaña mágica de Mann o Viaje al final de la noche de Céline.

De la película, así, hay resaltar aquello donde más brilla la literalidad, que son las categorías técnicas. Quizá queriendo hablar del fogoso desarrollo del fenómeno beat –algo que ya había muerto cuando Kerouac publicó la novela siete años después de escribirla–, la luz del ocaso adquiere en la cinta una voz propia y contribuye a componer la atmósfera del filme, reforzada en su lirismo por las abundantes afirmaciones cosmogónicas entresacadas –quizá demasiado– de los diálogos originales, en la que los beats exhibían ante quienes quisieran oírles –por aquel entonces, tan solo ellos mismos– su concepto del ser el mundo en pleno american way of life. Dos actores brillan especialmente en la cinta, precisamente aquellos a quienes los créditos reservan la condición de colaboradores. El primero Viggo Mortensen, eficaz en su retrato naturalista de Old Bull Lee –el pseudónimo con el que Kerouac  maquilló a  William S. Borroughs. La segunda Kirsten Stewart, que encarna y muy bien a la gran sufridora ficticia –Camille– y real –Carolyn Cassady– de los beats y su rompedora concepción de las relaciones humanas.

De esta forma acomplejada, cinematográficamente eficaz pero literariamente aséptica, el Kerouac que traslada Salles queda reducido en la gran pantalla a la enumeración de sus afirmaciones sobre el mundo, capaces ya solamente de hablarnos del universo contra el que gritaban y no –y esto sería lo pertinente– de aquel en el que vivimos. Uno en el que todos, en cierto modo, somos ya un poco beats. Uno en el que ser beat, sin más, ha dejado de constituir un misterio.

On the Road (En la carretera)

Director: Walter Salles.

Reparto: Sam Riley, Garrett Hedlund, Kristen Stewart, Tom Sturridge, Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, Amy Adams.

Género: Drama.

Nacionalidad: Francia, Reino Unido, Brasil, Estados Unidos.

Duración: 124 minutos.

Puede sonar a obviedad, pero lo mejor que puede hacer el espectador antes de ver En la carretera, la película que esta semana Walter Salles estrena en España, es no haber leído el libro. No se trata, en esta ocasión, de que el conocimiento de la historia concebida por Jack Kerouac en 1948 destripe la trama, algo a lo que la En la carretera original –una novela fundamentalmente autobiográfica– nunca concedió demasiada importancia. Se trata de que lo que presenta en pantalla esta coproducción internacional, más que una adaptación, es una traslación del texto a la cinta fotográfica.