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Tom Cruise, el salvador de la humanidad que se pasó al bando alienígena
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'OBLIVION' ES EL ENÉSIMO INTENTO DEL ACTOR POR RENACER DE SUS CENIZAS

Tom Cruise, el salvador de la humanidad que se pasó al bando alienígena

Era la gran promesa del Hollywood de los noventa, pero parece que se quedó en eso. Otros de su quinta en la primera fila del estrellato,

Foto: Tom Cruise, el salvador de la humanidad que se pasó al bando alienígena
Tom Cruise, el salvador de la humanidad que se pasó al bando alienígena

Era la gran promesa del Hollywood de los noventa, pero parece que se quedó en eso. Otros de su quinta en la primera fila del estrellato, como Brad Pitt y Johnny Depp, consiguieren trascenderse a sí mismos más allá de los 40 y reivindicarse como intérpretes además de floreros para llegar a ser no una Meryl Streep o un Daniel Day Lewis, pero sí actores respetados. Incluso algunos de la siguiente hornada estadounidense, como Leo DiCapdrio, Ben Affleck o Matt Damon, han superado ya esa misma barrera y se empeñan ahora en combatir –los tres con éxito, por cierto– los rigores de un físico pluscuamperfecto que les aupó en su día al Olimpo hollywoodiense pero que amenazó con exiliarles de él pasados los 40 años.

A Tom Cruise, con más de 50 primaveras a cuestas, no parecen preocuparle estos rigores por más que haga ya décadas que no seduce adolescentes desde el forro de sus carpetas. El actor, que esta semana estrena en España la cinta Oblivion, lleva más de una década intentando volver a esa palestra en la que antes reinaba sin llegar a pisarla realmente más que en unas pocas ocasiones. El porqué es sencillo de entender, al menos para cualquiera que no sea él mismo. Cruise no ha perdido dotes con la edad y desde luego conserva bien su físico, pero ha dejado de esforzarse. Hoy solo excepcionalmente hace secundarios y muy puntualmente sus personajes, invariablemente hombres atormentados por su pasado, no son el protagonista absoluto de la cinta. La emblemática imagen con la que Cruise ingresó en su madurez artística en 2000 –la del actor pirueteando sin ayuda de especialistas por los precipicios del Cañón del Colorado al inicio de Misión Imposible II– fue toda una declaración de intenciones. Cuando debía probar versatilidad en un secundario, habilidad en un musical o registro en una comedia, Cruise optó por exhibir algo que ya tenía demostrado: vigor físico. 

Y ni así. Por más empeño que puso su formidable Ethan Hunt nunca resucitó tras la Misión Imposible original –lo ha intentado tres veces más, atinando solo remotamente en la última entrega– y Cruise no consiguió trasuntarlo en Jack Reacher, que se estrenó a principios de este año con más pena que gloria. Antes que eso mucha superproducción mediocre en recaudación –Valkiria, El último samurái, La guerra de los mundos– y solo algunas menciones en las glosas de los críticos, como su actuación en Collateral y Minority Report o sus divertidos cameos en la saga de Austin Powers o en Tropic Thunder. De su Jerry McGuire, de su Bill Hafford en Eyes Wide Shut o de su Frank T.J. Mackey en Magnolia, ni el rastro. No digamos ya de Lestat –Entrevista con el vampiro– o de cualquier otro papel de cuantos firmó en su edad de oro, entre ellos los de Cocktail, Top Gun, El color del dinero o Nacido el 4 de julio.

Hubo un momento en que muchos creyeron perderle. En 2006, poco después de que Cruise alcanzase el primer lugar en la lista de los actores más influyentes, Paramount Pictures decidió amputárselo y cortar una relación que desde Top Gun hasta entonces había reportado a la major unos beneficios que el portal especializado The-Movie-Times.com estimó en 2.600 millones de dólares. La razón, según explicó Summer Redstone en The Wall Street Journal, es que el reciente comportamiento de Cruise no era "aceptable" para Viacom, el conglomerado propietario de Paramount. Oficiosamente se alegó que la adhesión de Cruise a la Cienciología había tocado la taquilla de Misión Imposible III y que el actor se había negado expresamente a mantener un perfil más bajo en su militancia religiosa. Su impetuosa aparición en 2005 en el talk show de Oprah Winfrey –cuando acabó saltando en el sofá y muchos hablaron incluso de problemas mentales– y la reverberación mediática de su relación con la actriz Katie Holmes tampoco ayudaron a la carrera de Cruise, por esa época un personaje más recurrente ya en el cuché que en las páginas de crítica cinematográfica.

United Artists, la tabla a la que Cruise se asió al salir de Paramount, no ha hecho tanto negocio con él como le gustaría. Si cuando lo fichó era el segundo actor más rentable del mundo –con 13 títulos que habían recaudado más de 100 millones en la taquilla de Estados Unidos, una marca superada solo por los 14 de Tom Hanks–, a fecha presente Cruise ha descendido hasta la posición 15 de este mismo ranking. Le han superado jovencitos catapultados por blockbusters –como Daniel Radcliffe, Robert Pattinson y Orlando Bloom–, pero también semidioses de Hollywood en la carrera sostenida, como Will Smith. Y si tenemos en cuenta solo sus últimas 10 películas, también la aritmética de Tobey Maguire o Robert Downey Jr. supera a la de Cruise.

Era la gran promesa del Hollywood de los noventa, pero parece que se quedó en eso. Otros de su quinta en la primera fila del estrellato, como Brad Pitt y Johnny Depp, consiguieren trascenderse a sí mismos más allá de los 40 y reivindicarse como intérpretes además de floreros para llegar a ser no una Meryl Streep o un Daniel Day Lewis, pero sí actores respetados. Incluso algunos de la siguiente hornada estadounidense, como Leo DiCapdrio, Ben Affleck o Matt Damon, han superado ya esa misma barrera y se empeñan ahora en combatir –los tres con éxito, por cierto– los rigores de un físico pluscuamperfecto que les aupó en su día al Olimpo hollywoodiense pero que amenazó con exiliarles de él pasados los 40 años.