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La revolución, la erosión y el apocalipsis según Pablo Genovés
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LA MARLBOROUGH GALLERY INAUGURA UNA RETROSPECTIVA CON SUS COLLAGES DIGITALES

La revolución, la erosión y el apocalipsis según Pablo Genovés

El mar que roba a la humanidad sus logros. Mares arrolladores que trituran lo que engullen o mares tranquilos que niegan el acceso a lo que

El mar que roba a la humanidad sus logros. Mares arrolladores que trituran lo que engullen o mares tranquilos que niegan el acceso a lo que anegan. Mares que a su paso dejan solo desolación, frío y piedras. El mismo mar que se tragó al Titanic y a Alfonsina Storni, el que desoló Alejandría y hunde Venecia poco a poco, es el que el fotógrafo madrileño Pablo Genovés invoca en sus obras, rompiendo a veces bravo y enfurecido contra las paredes y las columnas y otras veces sosegado, como un gigante dormido.

En algunos de sus collages digitales el océano embiste librerías, pinacotecas, catedrales y museos y en otros el agua ya se ha ido, dejando a su paso solo desolación entre las ruinas barrocas y neoclásicas. Los espacios de Genovés siempre caen porque caer está en su misma naturaleza. Lo hacen ante todo. Ante el tiempo y su ácido, que es la erosión, y ante el cambio y sus consecuencias, que casi siempre son el olvido. En realidad, las obras de Genovés hablan del tiempo, de los cambios y de las revoluciones. En ellas, el agua es lo de menos.

"Aquí buscan la comparación con el huracán Sandy", explica el fotógrafo desde Nueva York, donde esta semana la Marlborough Gallery ha inaugurado una retrospectiva sobre su obra con piezas de sus dos últimas colecciones, Precipitados –que creó de 2008 a 2011– y Cronología del ruido –de 2011 a 2012–. La propia galería de arte vio en 2012 cómo la tormenta anegaba de agua uno de sus locales, la sala Chelsea, que está muy cerca del Hudson. Genovés, en cambio, expone con la división Graphics de la Marlborough y por tanto en la calle 57, cerca de Central Park. "Aun así, no hay visitante que no pregunte si se trata de un homenaje al Sandy", explica.

Cada loco con su tema, claro. En España muchos ponen su obra en continuidad con la recesión económica y piensan que el fotógrafo habla del derrumbe del orden político y económico. Admite que "algo de eso hay", pero solo por cuanto la crisis acelera aquello de lo que Genovés habla de forma primaria: "De la muerte del libro, del fin de la fotografía analógica, el derrumbe del teatro...", enumera. "De la revolución arrasadora que ha dado al traste con la era analógica y ha impuesto la digital, cambiando el modo de representar".

No en vano, la cultura y lo cultural en su conjugarse históricamente son la primera preocupación de este fotógrafo –que convoca maremotos en pinacotecas y mares rompiendo contra los frescos de antiguas bibliotecas y en el patio de butacas de los teatros–, pero no la única: en Los nuevos dioses un tsunami irrumpe contra los pilares de una catedral, por ejemplo, y en La vida eterna el fragmento de una escena religiosa se sumerge pesadamente en el agua de un mar en calma. El derrumbe y la transformación fue el tema de su primera serie, Precipitados, y por eso en ella había agua, mucha agua. En la segunda, sin embargo, el agua se retiró y llegó el tiempo del sedimento, del limo y de la sedimentación. Cronología del ruido es un discurso sobre aquello que sobreviene tras la revolución, y Genovés no parece tener una gran opinión de ello.

'Collages' digitales

El artista prefiere no revelar de dónde saca las antiquísimas fotos con las que trabaja y apunta evasivamente que "de muchos sitios", aunque se le escapa la mención a un mercadillo y el nombre de Berlín. Tampoco confiesa qué iglesias, museos y teatros son los que aparecen en sus collages digitales porque, dice, pretende que en su obra no se perciba el lugar, sino el espacio. "Son escenarios ideales y si partes de que es uno en concreto ese discurso se rompe", explica. "Me gusta la idea de que el espectador perciba esa biblioteca como su biblioteca y ese museo como su museo".

Percibir ese espacio como propio es la única manera de sentirlo y sentirlo, dice Genovés, es la única manera de entenderlo. "Quiero provocar el desasosiego del que mira", confiesa el fotógrafo. "No busco la contemplación estética, sino representar con imágenes algo rotundo que ocurre aunque no lo veamos".

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Algo tan real, tan primario y elemental como el paso del tiempo, lento a veces y otras acelerado en revoluciones. Por imponente que sea o por valiosos que sean sus tesoros no hay catedral, pinacoteca o teatro que se libre del imperio cruel del cambio y de la inapelable vigencia de la erosión. Todos ellos, antes o después, presentarán el aspecto que Genovés pinta en estas dramatizaciones ayudado por el agua, un elemento fundamentalmente poético para el arte que en la obra de este fotógrafo, sin embargo, cumple una función retórica. Hollywood, Fukushima y cambio climático mediante –entre otros ejemplos–, el mar y sus rigores parecen haber sustituido al fuego bíblico en los consensos colectivos y para morir ya no es necesario tentarlo. Ahora él viene a nosotros sin mediar provocación. Hoy el mar es el verdadero y único jinete del Apocalipsis.

Las fotografías de Pablo Genovés estarán en la Marlborough Gallery hasta fin de mes y pueden verse también estos días en la galería Max Webber de Munich. A final del año viajarán hasta Madrid para exponerse en la Fundación Canal de Madrid.

El mar que roba a la humanidad sus logros. Mares arrolladores que trituran lo que engullen o mares tranquilos que niegan el acceso a lo que anegan. Mares que a su paso dejan solo desolación, frío y piedras. El mismo mar que se tragó al Titanic y a Alfonsina Storni, el que desoló Alejandría y hunde Venecia poco a poco, es el que el fotógrafo madrileño Pablo Genovés invoca en sus obras, rompiendo a veces bravo y enfurecido contra las paredes y las columnas y otras veces sosegado, como un gigante dormido.