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El espectáculo hiperrealista asegura la taquilla al Thyssen
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ABRE 'HIPERREALISMO 1967-2012', UNA EXPOSICIÓN QUE REPASA LA HISTORIA DEL MOVIMIENTO

El espectáculo hiperrealista asegura la taquilla al Thyssen

No es el primer cuadro de la exposición, pero sí el que se lleva el primer golpe de vista. En Azúcar, de 1972, Ben Schonzeit retrató

No es el primer cuadro de la exposición, pero sí el que se lleva el primer golpe de vista. En Azúcar, de 1972, Ben Schonzeit retrató con una precisión exquisita varios sobres de azúcar serigrafiados, de modo que estas imágenes aparecen en el cuadro exactamente igual que como estaban impresas en los propios sobres –difusas, descoloridas y con poca nitidez–, pero el papel de estos envoltorios presenta en el lienzo hasta su última rugosidad, reflejo y aspereza. Quizá sin saberlo, Schonzeit también retrató de esta forma el espíritu mismo del hiperrealismo y su reivindicación de la pintura sobre la fotografía, y quizá por eso se ha ganado su posición estratégica en el recorrido por la historia hiperrealista que se abre este viernes en el madrileño Museo Thyssen-Bornemisza.

Con 50 obras de 28 autores, la selección comisariada por Otto Letze, del Institut für Kulturaustausch, se presentó este jueves en Madrid como la primera gran retrospectiva del movimiento desde su origen en Estados Unidos a finales de los 60 hasta la actualidad. Entre los cuatro apartados de la exposición –Bodegones, En la carretera, Ciudades y Cuerpos– el visitante podrá encontrar obras tan tempranas como Cabinas telefónicasRichard Estes, 1967–, tan recientes como ReuniónRobert Bernardi, 2012– y hasta alguna que otra obra culmen del género, como la emblemática Sin título (4VWs), de Don Eddy o ReinaAudrey Flack, 1972–, de la única mujer que integró la horneada clásica de autores hiperrealistas y que este jueves amadrinó la presentación con su propia presencia. 

El Thyssen también exhibe en el recorrido dos obras de un hiperrealista español, Bernardo Torrens, después de la polémica desatada por el veto que le impuso Guillermo Solana, el director artístico de la pinacoteca madrileña, y de que éste rectificase posteriormente. Tal y como adelantó El Confidencial, Solana adujo la exclusión de Torrens de la muestra final a razones de espacio, aunque en su correspondencia con Lou Meisel, el Papa del hiperrealismo –que ha cedido más del 50% de las obras de esta exposición–, expuso varias razones por las que no quería a ningún autor español en la misma. Finalmente Solana cedió parcialmente y Torrens figura en el recorrido que se inaugura este viernes, pero solo con dos obras. La tercera, el desnudo de una mujer sobre las rocas de una playa, se ha quedado en el sótano de la pinacoteca esperando a ser expuesta en la próxima parada de la selección, Reino Unido. 

Hiperrealismo 1967-2012, que así se llama la exposición, pretende erigirse en un completo recorrido histórico del hiperrealismo pese a estar organizada por temas en lugar de cronológicamente y pese a que Solana tirase en la presentación ante la prensa de la denominación purista del movimiento, que es la de fotorrealismo. Es una etiqueta más elocuente y justa, según él, porque el género "pretende acentuar la experiencia visual", en efecto, pero sobre todo retratar el mundo a partir de fotografías, que son trasladadas al lienzo para componer parcelas barrocas de realidad aumentada, lienzos con más definición y más grado de detalle, en muchas ocasiones, del que es capaz de percibir el ojo humano.

Y no solo eso. Muchos piensan en el pintor hiperrealista es más un intérprete que un autor, profesándole el respeto que se le tiene al virtuoso capaz de tocar al violín una complicada partitura de Paganini, pero nada más. Reverencia técnica, pero no intelectual. Y se equivocan, según Solana. "El hiperrealismo tiene mucha más densidad intelectual de lo que nos quieren hacer creer algunos críticos", sentenció este jueves ante la prensa, convencido de que el género "nació emparentado con la sensibilidad pop y nos habla del consumismo, del fetichismo de la mercancía y de los iconos de la sociedad capitalista". Por eso, según él, el hiperrealismo es uno de los géneros más populares entre quienes visitan los museos y por eso, dice Solana, "es el verdadero arte popular de nuestro tiempo".

No es el primer cuadro de la exposición, pero sí el que se lleva el primer golpe de vista. En Azúcar, de 1972, Ben Schonzeit retrató con una precisión exquisita varios sobres de azúcar serigrafiados, de modo que estas imágenes aparecen en el cuadro exactamente igual que como estaban impresas en los propios sobres –difusas, descoloridas y con poca nitidez–, pero el papel de estos envoltorios presenta en el lienzo hasta su última rugosidad, reflejo y aspereza. Quizá sin saberlo, Schonzeit también retrató de esta forma el espíritu mismo del hiperrealismo y su reivindicación de la pintura sobre la fotografía, y quizá por eso se ha ganado su posición estratégica en el recorrido por la historia hiperrealista que se abre este viernes en el madrileño Museo Thyssen-Bornemisza.