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"Los españoles estamos pasando a ser ahora los inmigrantes"
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KIKO VENENO FIRMA CON 'SENSACIÓN TÉRMICA' SU TRABAJO MÁS RUPTURISTA

"Los españoles estamos pasando a ser ahora los inmigrantes"

¿Se puede sorprender sinceramente tras más de tres décadas en la música? Kiko Veneno asegura que sí, que se puede, y que además debe hacerse. Es

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"Los españoles estamos pasando a ser ahora los inmigrantes"

¿Se puede sorprender sinceramente tras más de tres décadas en la música? Kiko Veneno asegura que sí, que se puede, y que además debe hacerse. Es al menos lo que ha hecho él en su recién estrenado Sensación térmica, su trabajo número 13 y el más diferente que el autor catalán haya firmado hasta la fecha. Asegura que no lo ha hecho para remediar la oxidación o porque le mueva compromiso alguno con la creatividad en abstracto, entre otras razones poéticas, sino porque lo que quiere, precisamente, es dejar de parecer un poeta.

“Después de treinta y cinco años de profesión la gente aún me tiene por un letrista que después añade música a sus letras, cuando en realidad soy un músico que primero compone y después escribe”, explica Veneno en el hotel madrileño donde estos días atiende a la prensa. “Por eso he querido reivindicar el sonido de mi música. Porque nunca me he sentido nada cantautor ni he puesto la letra por encima de la música, y sin embargo nunca he oído hablar de mí en términos de sonido”.

Así que, en esta ocasión, todos hablarán por fin del sonido de Kiko Veneno y lo harán sinceramente porque el viraje del autor ha sido honesto. Empezando por el principio, como compete, y por el single del trabajo, La vida es dulce, un tema luminoso y colorista para cantarle al abandono y la ausencia del ser amado –uno de sus grandes temas–, pero acompañado esta vez de una caja marcando el compás, una fanfarria ya no tan agridulce y el tintineo alegre de unos xilofones primarios y metálicos, entre otras novedades sonoras. Veneno no se pronuncia sobre la comparación de la atmósfera de este tema con el sonido de Mark Mothersbaugh o Alexandre Desplat, pero apunta sus nombres para comprobarlo y se felicita porque que le comparen, por fin, “con otros artistas”.  

Es solo el principio. Entre los diez temas de Sensación térmica se mezclan sonidos sinfónicos, eléctricos, toques roqueros y hasta folk, y por su puesto el fondo rumbero y aflamencado, sello particular de la casa, acompasado con más lentitud en esta ocasión para que encajen mejor otros ritmos. Es un disco ecléctico y sorprendente con elaborados pasajes musicales y sonidos, cuanto menos, inesperados, en particular viniendo de quien vienen. Veneno lo sabe mejor que nadie y por eso sostiene el silencio cuando se le pregunta qué pensarán sus seguidores más puristas tras oír este trabajo, advirtiendo antes que debe meditar la respuesta. “El primer objetivo del disco es que te sorprenda, el segundo que te guste y el tercero, que te lo quieras llevar a casa. Si consigue esos tres propósitos, entonces me importa menos que entre a la tercera”.

"Lo del FMI"

Kiko Veneno, que acaba de volver de trabajar en Montevideo, Rosario y Buenos Aires, se sorprende porque los periodistas de España parecen haberse quedado todos con la misma cosa: “lo del FMI”. Veneno canta en uno de sus temas que se puede vivir sin él, sin el FMI, y sin tener que prestarle oído a la suerte y otros cantos de sirena, pero advierte en sus entrevistas que sus pinceladas políticas son solo eso, pinceladas.

“Salen solas a la hora de escribir el tema”, asegura el artista. “Aunque quizá sí hable en parte de la impotencia del hombre actual, de su condición de número en muchas listas y de su sometimiento a alguien, no sabemos quién, que ha decidido que nuestros hijos no podrán pasear por el bosque ni comer peces de la mar”.

Quizá por eso su disco, pese a alegre y evasivo, traslada un mensaje sutilmente derrotista, un adjetivo que a Veneno le suena muy fuerte y matiza entre carcajadas como “algo desmoralizado, pero desmoralizante”. Hay que tener actitud, admite el cantante, “pero tampoco se trata de contar las cosas como no son”.

Ni se trata de eso ni de dejar de contar otras cosas, como el tema en el que el gerundense le dedica a la inmigración, “un asunto del que nos hemos olvidado de repente porque hoy tenemos nuestros propios problemas, aunque no deberíamos”. Los españoles, dice, “estamos pasando a ser ahora los inmigrantes casi en el sentido más tópico de la expresión; tenemos que ir al otros países a buscar trabajo, que además suelen estar más al norte; allí solo aspiramos a determinados oficios; nuestras propias autoridades impulsan esta emigración; etcétera”. Estamos probando “nuestra propia medicina”, certifica Veneno. “Y lo que nos queda”.

El negocio musical es el único terreno en el que el cantante, que no en vano es un artista seguro de sí mismo, se muestra más confiado, y para muestra descarta de un plumazo la existencia siquiera de un “verdadero debate” sobre el ocaso del formato disco y de la música, por lo tanto, editada en colecciones. La realidad, según él, “es que hoy se venden menos discos que antes pero muchos más” que cuando él era pequeño. “Entonces los consumidores de música eran una minoría, pero eso no le quitó las ganas a Los Brincos, a Paco Ibáñez o a Serrat”, sentencia.

Por eso descarta dejar de producir sus temas en colecciones como la de su Sensación térmica y recomienda a los demás que tampoco lo hagan. “Es como decir que solo hay que leer solo un capítulo de El Quijote, el de lo más interesante, porque el resto son aburridos”, ejemplifica el artista. “Si el disco es bueno no tiene por qué descomponerse necesariamente en canciones: pero si solo tiene dos o tres temas decentes y el resto es paja, no hay guerra de formatos ni transformación industrial ni nada: eso es que el disco es malo. Y punto”.

¿Se puede sorprender sinceramente tras más de tres décadas en la música? Kiko Veneno asegura que sí, que se puede, y que además debe hacerse. Es al menos lo que ha hecho él en su recién estrenado Sensación térmica, su trabajo número 13 y el más diferente que el autor catalán haya firmado hasta la fecha. Asegura que no lo ha hecho para remediar la oxidación o porque le mueva compromiso alguno con la creatividad en abstracto, entre otras razones poéticas, sino porque lo que quiere, precisamente, es dejar de parecer un poeta.