Es noticia
El director del Museo Thyssen rectifica el veto y Bernardo Torrens entra en la exposición
  1. Cultura
GUILLERMO SOLANA ASEGURA QUE HABRÁ TRES CUADROS DEL PINTOR EN 'HIPERREALISMO'

El director del Museo Thyssen rectifica el veto y Bernardo Torrens entra en la exposición

El estudio del pintor Bernardo Torrens tiene una cristalera gigante a la sierra madrileña. Su vista delicada necesita mucha luz natural. El día es azul reventón

Foto: El director del Museo Thyssen rectifica el veto y Bernardo Torrens entra en la exposición
El director del Museo Thyssen rectifica el veto y Bernardo Torrens entra en la exposición

El estudio del pintor Bernardo Torrens tiene una cristalera gigante a la sierra madrileña. Su vista delicada necesita mucha luz natural. El día es azul reventón y al fondo aparece la montaña nevada coronada por alguna nube. El estudio lo tiene desde hace siete años, es una casa prefabricada que compró a una empresa polaca. Un buen día llegó un camión con los operarios y los materiales y levantaron cuatro paredes muy altas y muy frías. Hay un sistema de calefacción, pero está parado. No es el frío de la calle lo peor, hay pocas cosas tan tristes como el estudio de un pintor sin actividad.  

Todo está limpio, no hay manchurrones en el suelo, los aerógrafos con los que trabaja cuelgan aseados hasta que Torrens vuelva a agarrarlos para aplicar la mínima veladura de sus visiones realistas. Le habría gustado acabar una serie de desnudos sobre tablas de 40 x 40 centímetros, unas 20, para exponer en su galería norteamericana a principios del próximo año. Pero los colores acrílicos esperan alineados en fila sobre la mesa. Parece como si estuvieran por estrenar, rellenos a reventar. La quietud es máxima y las tablas de grandes dimensiones, apoyadas sobre la pared, nos dan la espalda. 

Bernardo Torrens es amable. Sonríe mientras cuenta que lleva meses sin pintar. Dice que se levanta y que el día se le pasa. “El estudio cada vez está más lejos”. Reconoce sus debilidades, todo lo que ocurre más allá de esa gran cristalera le afecta demasiado, todo lo que no sea su obra y altere su tranquilidad termina en tratamiento. Hablamos en el interior de su casa, mucho más cálida, con un grandísimo retrato de su hijo. Travieso, acaba de garabatear en una pared un gran monstruo atacando una ciudad. Dad let me do it (Papá me deja hacerlo), ha escrito con el rotulador ese falso hijo. El real está en otra habitación, delante de un portátil enchufado a unos enormes auriculares rojos. El ficticio se ha quedado atrás, pequeño, inocente con sus pinturas en la mano.

Se levanta el veto

Hoy es un día bueno, “el mejor en muchos meses” reconoce Bernard Torrens. Es la una de mediodía, y acaba de recibir el segundo correo electrónico en un año de la coordinadora de la exposición Hiperrealismo, que empezó a montarse en el museo ayer. Le comunica que sus obras serán colgadas y que están encantados de recibirle. “Parece que han cambiado de opinión”, explica el pintor en referencia a la censura que Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, ha mantenido sobre la obra del pintor desde el pasado mes de marzo, a pesar de que Torrens era una de las piezas clave en la primera parada –en Alemania- y las siguientes del itinerario que recorrerá en el próximo año toda Europa.

En el único correo que la coordinadora mandó a Torrens, antes de la rectificación de ayer al mediodía, explicaba al artista que había un cambio drástico en el programa de la exposición: su participación quedaba excluida. “El reducido tamaño de nuestras salas nos ha obligado a reducir el número de obras y a repensar el recorrido. Por este motivo sus obras, junto a las de otros artistas, no van a poder exponerse en esta sede”, aseguraba. Primera noticia, está fuera. Pero no del todo, porque le avisa que sus dos obras sí aparecerán en el catálogo

El golpe tumbó la moral del pintor. Es apartado del movimiento del que él es el único representante español incluido en la exposición llega a Madrid, su ciudad natal, en la segunda parada, junto con los principales pintores hiperrealistas de todo el mundo. Explica que el veto ha hecho mella en su trabajo, congelado desde entonces.

Español y polémico

Ni siquiera el alboroto que se montó con el encargo del cuadro de José Bono, para la galería de los presidentes del Congreso de los Diputados, le dolió tanto. Aquellos también fueron días complicados. El retrato está en poder de Bono, del que recuerda llegó con una idea clara de la imagen que quería dar. Quería a toda costa que en el cuadro aparecieran unos gemelos con la bandera de España, porque el resto de los honorables no había ninguna referencia a ella.

El pintor quiso saber qué pasaba y comprobó que no era un problema de espacio. Solana aclara sus razones en un mensaje a Lou Meisel, alma de la muestra, creador del término Fotorrealismo a finales de los años sesenta y el mayor coleccionista de este tipo de pinturas tras más de cuarenta años comprándolas. En ese mensaje Solana detalla por qué ha decidido censurar a Torrens: “No es una cuestión de espacio, no es que yo quiera excluir a VARIOS artistas, sólo es sobre el señor Torrens”. Pasa a explicar los motivos por los que no incluirá a Bernardo Torrens: “Respeto a Torrens como artista, pero 1) no quiero a NINGÚN español en la exposición porque numerosos artistas rivales se sentirían ofendidos, o lo que es peor, podrían querer exponer en el Thyssen; 2) Torrens fue, hace tiempo,el centro de una polémica en los medios de comunicación españoles relacionada con su retrato de un exministro del Gobierno español [José Bono]; 3) aunque respeto mucho el lugar que le atribuye a Torrens en su propia visión del fotorrealismo, muy humildemente me atrevo a pensar que el señor Torrens no es exactamente lo que el público español espera de un espectáculo fotorrealista (ya sabe, post-pop, eso tan americano con coches y bicis, souvenires kitsch, arquitectura art-decó, panoramas urbanos, etc). Por todas estas razones soy firme en mi decisión de no incluir ninguna pintura de Torrens en la exposición”.

Guillermo Solana no se ha puesto en contacto con Torrens en ningún momento. Todo lo que sabe el pintor del director artístico del Thyssen es por terceros y por su entretenida comunicación en Twitter. Ayer supo por la cuenta del director artístico del museo que levantaba el veto de su obra, que cambiaba de planes y que colgaría no dos, sino tres cuadros. Torrens mira con sorna las chanzas del director en 140 caracteres, en los que además –a pesar del susodicho email- niega el veto. Es un hombre paciente y dice que se ha quitado un peso de encima, porque se ha hecho justicia y el jueves su obra estará colgada en Madrid, como en el resto de museos en los que se detendrá.

Gracias a la insistencia 

Los tres cuadros de Torrens que se verán son los que el pintor pidió a sus galeristas norteamericanos que mandarán desde Alemania a Madrid –con el resto de obras de la exposición-, a pesar de que la organización de la muestra ya había recibido la orden contraria por parte del Thyssen, cuenta el pintor. “Ha sido gracias a que insistí en que los enviaran al Thyssen por lo que ahora cuelgan. Como el revuelo ha pasado el primer día de montaje han rectificado la orden”, asegura.

El episodio se cierra favorablemente para el artista. Será el día, pero el estudio brilla como nunca. Quizás esté un pasito más cerca de sus trabajos, a los que quiere dar una nueva dimensión en cuanto se recupere del achaque: dejar atrás el desnudo y recuperar la figura vestida, como aquella serie en la que vistió a gente corriente de toreros. Un mecánico con traje de luces. Un mandamás de Arco un año le dijo que a ese le había visto torear así de veces en Las Ventas. Torrens aguanta y traga, porque España no es un país para la figuración hiperrealista. Que se lo digan a Antonio López, toda una vida defendiendo lo suyo aunque éste sí ha recibido los honores del Thyssen. Torrens iba a verle pintar en la Gran Vía con otros compañeros: “Era muy rápido”. Si hacía viento el genio recogía los bártulos y se marchaba: “No hay nada que hacer, se mueven los edificios”.

El pintor ha atendido amablemente a este periódico, pero no ha tenido la misma suerte con Guillermo Solana, que ha preferido no atender a El Confidencial para explicar los términos del citado correo electrónico y de su nueva decisión.  

El estudio del pintor Bernardo Torrens tiene una cristalera gigante a la sierra madrileña. Su vista delicada necesita mucha luz natural. El día es azul reventón y al fondo aparece la montaña nevada coronada por alguna nube. El estudio lo tiene desde hace siete años, es una casa prefabricada que compró a una empresa polaca. Un buen día llegó un camión con los operarios y los materiales y levantaron cuatro paredes muy altas y muy frías. Hay un sistema de calefacción, pero está parado. No es el frío de la calle lo peor, hay pocas cosas tan tristes como el estudio de un pintor sin actividad.