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Alicia Giménez Bartlett habla con la auténtica Petra Delicado
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ENCUENTRO ENTRE LA ESCRITORA Y EL ÁLTER EGO DE SU PERSONAJE

Alicia Giménez Bartlett habla con la auténtica Petra Delicado

La primera, en la frente. En enero, la escritora Alicia Giménez Bartlett viajó a Roma para el lanzamiento de Nadie quiere saber, la novena entrega de

Foto: Alicia Giménez Bartlett habla con la auténtica Petra Delicado
Alicia Giménez Bartlett habla con la auténtica Petra Delicado

La primera, en la frente. En enero, la escritora Alicia Giménez Bartlett viajó a Roma para el lanzamiento de Nadie quiere saber, la novena entrega de la inspectora Petra Delicado, que ha publicado primero en Italia y hace un mes en España (ed. Destino). La periodista que abrió el fuego amigo de la promoción, le aseguró entonces que lo que más le había gustado de la novela era lo bien que describía la Roma más alejada de los turistas. Siguió un silencio culpable, hasta que Bartlett decidió confesar: para sacar adelante los pasajes que transcurren en la capital italiana (donde la policía española acude a investigar un caso reabierto en Barcelona en el que está implicada la Mafia), lo que hizo fue describir un ambiente y dejar el nombre del barrio en cuestión en blanco. Más tarde, su compinche en esta treta, su traductora al italiano, rellenó lo que faltaba, dotando de un nombre real a aquellos escenarios ficticios.

No todo, sin embargo, es igualmente inventado en las novelas policiacas de Alicia Giménez Bartlett, ni mucho menos. Cuando la escritora sale de los lodazales de sus libros ajenos al género (Donde nadie te encuentre, la última de esas otras obras "pesimistas, trágicas..., horrorosas", le valió el Nadal), y dice "Petra, ven. Vamos a dar una vuelta y nos aireamos", pasa un par de meses documentándose con otros muchos cómplices o, mejor dicho, asesores: policías, forenses, abogados, expertos en armas... y, sobre todo, el álter ego de Petra Delicado, una inspectora jefe del Cuerpo Nacional de Policía en Barcelona llamada Margarita García (Gijón, 51 años), que lleva tres décadas de servicio y ha pasado por narcotráfico, homicidios, delincuencia económica, temas de mujer e inteligencia criminal. Una experiencia nada desdeñable que ha nutrido a Petra de realismo, como ambas sugieren, de tramas (como la de este Nadie quiere saber) y quizá también de carácter. Porque el de Petra se adivina en la contundencia de Margarita García tanto como en el humor y la ironía de Alicia Giménez Bartlett, hasta el punto de que en una charla entre estas dos mujeres, Petra Delicado parece estar detrás de cada frase. Sólo se echa de menos a su segundo en la ficción, ese cómico y sabio Fermín Garzón al que tanto le hubiese gustado, con permiso de la autoridad, compartir con ellas su whisky de malta y meter baza en la conversación a la que asiste El Confidencial.

¿Por qué Petra no pone la lavadora? Cuando yo empecé en el cuerpo les comentaba a mis compañeros: la única que paga por trabajar aquí soy yo, que tengo que contratar al canguroAl medio millón de lectores que en España acumulan los libros de la inspectora (un millón en Italia, más de 100.000 ya de esta última entrega) probablemente les será fácil intuir dónde arranca la charla: en un bar barcelonés, de nombre El Vaso de Oro, remedo de esa Jarra de Oro que tanto frecuentan Petra y Garzón. Quizá porque, como señala sonriendo Giménez Bartlett, "los bares son el reflejo de lo que hay en España. El presidente de Gobierno debería ser dueño de uno de ellos; así comprendería y escucharía a la gente, y sabría perfectamente cómo ordenar las cosas". 

Empecemos por el principio: la vocación. La de Giménez Bartlett, "una manía de nacimiento, si se puede decir así. Una maldición, más que una elección. En mi época, todas las niñas querían ser bailarinas o azafatas; yo, escritora". La de Margarita García, cuestión de familia: "Mi padre, mi tío y sobre todo mi hermano eran policías. Él pertenecía a la época de Serpico: se ponía postizos para las vigilancias, y yo, con 8 años, lo veía salir y entrar con su pistola, a las 2 de la mañana...". Ambas empezaron en otra cosa -Giménez Bartlett, dando clases por la mañana y escribiendo por las tardes; García, estudiando Geografía e Historia, hasta que entraron mujeres en el Cuerpo-, pero al final la maldición, bendita maldición, se hizo realidad.

La primera novela de Alicia Giménez Bartlett, Éxit, se publicó en 1984, y el primer libro de Petra Delicado, Ritos de muerte, en el 96. Un año después aparecía el segundo, Día de perros, y por casualidad llegó a manos de Margarita García, que aún no sabía nada de su álter ego en la ficción: "En una reseña vi que trataba sobre una inspectora que andaba detrás de un asesinato en la calle Llobregós... La misma calle, precisamente, en la que yo estaba investigando el crimen en el que ahora se ha basado Alicia para Nadie quiere saber: una puta que le da un somnífero a un viejito y le abre la puerta al chulo para robarle, pero el otro no se acaba de dormir, se pelean y lo mata. El chulo se piró a Italia, donde fuimos a detenerlo". Allí no había mafia implicada, en la nueva novela de Petra, sí, además de que en ella se trata de un asunto cerrado en falso años antes y reabierto ahora por deseo de la viuda cornuda: "Margarita, en una semana, lo había resuelto. ¡Con eso no se hace un libro de intriga!", se justifica Giménez Bartlett. El caso es que Margarita García comentó aquella coincidencia de la calle Llobregós a un superior, y este, ufano (la Policía Nacional siempre ha colaborado con la escritora, quizá más en estos tiempos en los que ella sigue erre que erre con su inspectora en el Cuerpo, por muchos Mossos que pululen por Barcelona), le dijo que conocía muy bien a la autora de aquella novela y se la presentó. Desde entonces, no ha habido Petra sin Margarita. 

"Margarita está en muchos detalles. No es sólo que me asesore. De ella me viene el esprit, que dicen los franceses. El personaje ya estaba, pero ella me ha dado las pautas. Lo primero que me dijo fue: '¿Por qué Petra no mete nunca ropa sucia en la lavadora?'", cuenta la escritora. Y añade la inspectora jefe: "Le dije: Alicia, un poco de orden. Así cualquiera trabaja. A Petra no la espera nadie en casa ni tiene que hacer la compra, cuando lo complicado es tener a los niños malos y que encima te llamen del trabajo... Cuando yo empecé en el cuerpo les comentaba a mis compañeros: la única que paga por trabajar aquí soy yo, que tengo que contratar al canguro".

A Margarita García le dicen a menudo los lectores de Alicia Giménez Bartlett eso de "siempre me he imaginado a Petra como tú". Y ella, con reticencias, se reconoce: "Somos de la misma época, hemos elegido esta profesión en la que no puedes ser apocada, sino que implica que eres un poco echada para delante y que estás dispuesta a batirte el cobre con quien haga falta, nos la tomamos muy en serio y nos mosqueamos cuando alguien no lo hace, trabajamos con hombres... Pero aunque sé que en Jefatura tengo fama de dar miedo, la dureza de Petra y su ironía yo creo que son más de Alicia". Y esta, a pesar de las protestas, reconoce una parte: "Petra corresponde mucho a una faceta de mi personalidad, la más extrovertida, optimista y hasta risueña. Nos parecemos en eso de tomar la vida con humor y un poco de ironía, empezando por nosotras mismas. Pero con Margarita, Petra ya es una realidad. Y ella es muy irónica, por mucho que diga...". "Ahora, que a ti y a mí nos gustaría ser un poco Petras...", apunta la inspectora. Y ante la pregunta, obvia, de por qué, las respuestas difieren. Alicia, seria por una vez, dice: "Por ser más valiente de lo que soy. Tengo mucho miedo a herir a la gente, por ejemplo... A todo. Aunque es cierto que cuando siento ese miedo doy el paso adelante y no atrás". Margarita, en cambio, ríe: "Yo por los homenajes y las fiestas que se da. Luego dice: fuera culpa, y solucionado".

La culpa femenina

La mayoría de los que matan son de los que no volverían a hacerlo. Han asesinado una vez por una reyerta, por un mal rollo, pero no van más alláEl de la culpa en la mujer es, precisamente, uno de los temas del libro. Hay otros, como el de la maternidad, la familia y la renuncia que implica a la libertad... ¿Un libro, un personaje, feminista? "En la ficción, cualquier militancia me parecería peligrosa. Si Petra fuera estupenda y lo hiciera todo sin contradicciones, se resentiría de un cierto esquematismo. Yo procuro que en mis libros no se note que soy feminista, de izquierdas y que tengo 61 años", contesta Giménez Bartlett, para quien "todo eso de la 'literatura femenina' que trata de grupos de amigas o de sagas de abuela, madre, hija... si existe, debería desaparecer. Es verdad que hay una mirada femenina, aunque yo no sería capaz de leer un libro y saber si el autor es hombre y mujer".

Dice Giménez Bartlett que la novela española, la europea y en menor grado la americana "ha caído en el mundo interior del autor, que siempre habla de sí mismo. Por eso ha perdido su papel testimonial. Nosotros sabemos lo que fue la Revolución Industrial por los libros de historia, pero también porque hemos leído Germinal, de Zola. Hoy los críticos no te permiten hacer eso, a no ser que se trate de una novela negra. En unos años se sabrá de la España de hoy, quizá, por sus novelas negras, que son armas para decir las cosas que ves en el día a día y en el ahora, ahora". Gracias a la saga de Petra Delicado, quizá, se sepa en el futuro de esta España en la que, según Margarita García (o quizá la propia Petra), las inspectoras ven un muerto y por la noche ríen con sus hijos (tres propios, en el caso de Margarita, tres de su pareja, en el caso de Petra), porque "eso no puede alterarte, si no, no podrías vivir". Una España en crisis en la que "el crimen no ha cambiado; quizá hay más tirón de cadena, pero poco más; son choros", y en la que "la mayoría de los que matan son de los que no volverían a hacerlo. Han asesinado una vez por una reyerta, por un mal rollo, pero no van más allá. En ese sentido creo que estamos un poco a salvo. Aparte, claro, de eso de 'la maté porque era mía'. Esa es otra historia".

Cuando Margarita García resuelve un caso, no siente el alivio del trabajo concluido: "Acabas cuando consideras que se ha hecho justicia. Y si el juez pone en libertad a quien tú crees culpable, saber la verdad no te sirve de nada". En cambio, cuando Alicia Giménez Bartlett le pone el punto final a una historia, la declara proscrita: no vuelve a leerla, y procura no pensar más en ella. Quizá por eso tiene ya en la cabeza una nueva novela, esta vez sin Petra Delicado. Pero sabe que cuando esté enfrascada en ella, en esa inseguridad que le crean los libros en los que no aparece la policía, en ese saber que se la está jugando en cada página, quizá de repente sienta la necesidad de llamarla y decirle de nuevo: "Petra, ven. Vamos a dar una vuelta y nos aireamos". A Petra o a Margarita, que una viene con la otra. Pero ¿hasta cuándo? "Petra acabará en algún momento... Un escritor tiene un número de ideas limitado. Y no quiero que con mi número limitado de ideas surja un número ilimitado de historias. Los libros tienen una parte de reflexión y análisis que llega un momento en que ya está hecha, y yo entonces haré mis memorias o dejaré de escribir". 

La primera, en la frente. En enero, la escritora Alicia Giménez Bartlett viajó a Roma para el lanzamiento de Nadie quiere saber, la novena entrega de la inspectora Petra Delicado, que ha publicado primero en Italia y hace un mes en España (ed. Destino). La periodista que abrió el fuego amigo de la promoción, le aseguró entonces que lo que más le había gustado de la novela era lo bien que describía la Roma más alejada de los turistas. Siguió un silencio culpable, hasta que Bartlett decidió confesar: para sacar adelante los pasajes que transcurren en la capital italiana (donde la policía española acude a investigar un caso reabierto en Barcelona en el que está implicada la Mafia), lo que hizo fue describir un ambiente y dejar el nombre del barrio en cuestión en blanco. Más tarde, su compinche en esta treta, su traductora al italiano, rellenó lo que faltaba, dotando de un nombre real a aquellos escenarios ficticios.