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Almodóvar apuesta por la taquilla
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CON TRES DÉCADAS DE RETRASO, EL DIRECTOR VUELVE A LA COMEDIA LIGERA

Almodóvar apuesta por la taquilla

Foto. El director y su tropa, satisfechos en Cannes. La escena la hemos visto millones de veces: cientos de fotógrafos en la grada disparan por delante

Foto: Almodóvar apuesta por la taquilla
Almodóvar apuesta por la taquilla

Foto. El director y su tropa, satisfechos en Cannes. La escena la hemos visto millones de veces: cientos de fotógrafos en la grada disparan por delante y por detrás al equipo de la película que participa ese día en el Festival. En este caso, Antonio Banderas rompe la calma con la que se exhibe el resto de sus compañeros de La piel que habito. Levanta un brazo, grita. Está eufórico. Esa chaquetilla verde es la mayor alegría que se permite Pedro Almodóvar.

Hace dos años el cineasta llegaba al certamen con un experimento oscuro, quería cambiar. Quería demostrar que todavía tiene margen de maniobra. Fue la sorpresa de Almodóvar, una cinta sobre la asfixiante moralidad hipócrita de la sociedad en forma de austero thriller fantástico, aunque adulterado con otros géneros marca de la casa. Era la versión más austera y discreta.

Apuntaba el final del colorido genético con el que disfrazaba sus películas y resultó ser, en realidad, el tortazo más sonado en taquilla. El experimento salió rana. Por segunda vez consecutiva el público negaba su forzada huida hacia un cine dramático: en 2009, con Los abrazos rotos recaudó en los cines españoles 4.172.843 euros; con La piel que habito, 4.626.934 euros.

Había vestido sus recursos estrella -la perversión humana, la indagación en la identidad sexual, los toques grotescos de sus personajes y los argumentos imposibles- un envoltorio equivocado y moría a manos de su propia sombra. La taquilla había hablado: exigía el regreso del humor, la comedia, la paradoja y, sobre todo, el oído de un director que en sus mejores años hacía hablar a la calle sin imposturas: “En esa moto no se monta otro chocho más que el mío”; “Lola, te voy a meter un puro por donde los tres chiitas que te vas a enterar”. El oído que funcionaba hace 25 años le reportó 7.006.058 euros (sin ajustar a la inflación), con Mujeres al borde de un ataque de nervios.

La salsa de la vida

La comedieta de enredo, ligera y desatada, su auténtica especialidad, desaparecía. La película que le disparó al resto del mundo, con la que fue nominado a un Oscar, y con la que se distanció de su primera musa, Carmen Maura, caía en el olvido. El filme, que se llevó cinco Premios Goya y que descubrió a una disparatada María Barranco, sería rechazado una y otra vez por las siguientes producciones del manchego.

Y con el repelo de él, la contrariedad de ellos: le siguió ¡Átame! (1990), batacazo de 3.125.018 euros; Tacones lejanos (1991), leve remontada con 5.234.098 euros; Kika (1993) nuevo tortazo de 3.038.616 euros; La flor de mi secreto (1995) en la misma línea de recaudación, 3.196.999 euros; Carne trémula (1997) que apuntó una remontada, con 4.990.588 euros; hasta llegar al segundo de sus éxitos Todo sobre mi madre (1999), 9.962.047 euros y Oscar a la mejor película extranjera. Hable con ella (2002) y La mala educación (2004) hicieron algo más de seis millones. Entonces llegó su gran pelotazo: Volver (2006), con el que sumó 10.242.587 euros. A fin de cuentas, Volver no es más que una comedia que mira a la muerte con naturalidad… el absurdo natural.

El camino de Almodóvar ha ido en contra del público de hace más de veinte años. Quiso hacerse mayor y pasar de la comedia al drama, pero ni los espectadores de aquí ni los de fuera (tal y como señalan las cifras de recaudación mundial) comulgaron con su decisión. La taquilla quería su dosis de posfranquismo pop, de feminidad de extrarradio, de exceso de tranquilizantes, de chaperos y maridos trogloditas. La nueva etapa tragicómica no era lo mismo y le ha costado reconocerlo.

La taquilla quiere risa en tiempos del cólera y sólo la comedia devolverá el éxito a Almodóvar. Treinta años después, desarmado y sin una Chus Lampreave que chille desde su portal: “Eso es lo malo de las testigas [de Jehová], que no podemos mentir. Si no, aquí iba a estar yo”, qué habrá sido de su sentido del humor.    

Foto. El director y su tropa, satisfechos en Cannes. La escena la hemos visto millones de veces: cientos de fotógrafos en la grada disparan por delante y por detrás al equipo de la película que participa ese día en el Festival. En este caso, Antonio Banderas rompe la calma con la que se exhibe el resto de sus compañeros de La piel que habito. Levanta un brazo, grita. Está eufórico. Esa chaquetilla verde es la mayor alegría que se permite Pedro Almodóvar.