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La escultura transparente de Cristina Iglesias desfigura el Museo Reina Sofía
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RETROSPECTIVA DE LA ARTISTA MÁS INTERNACIONAL

La escultura transparente de Cristina Iglesias desfigura el Museo Reina Sofía

“Yo no doy mensajes”. Cristina Iglesias irrumpe con la metáfora en medio de la tormenta inmoral. El compromiso de la escultora no es ideológico, sino perceptivo,

Foto: La escultura transparente de Cristina Iglesias desfigura el Museo Reina Sofía
La escultura transparente de Cristina Iglesias desfigura el Museo Reina Sofía

“Yo no doy mensajes”. Cristina Iglesias irrumpe con la metáfora en medio de la tormenta inmoral. El compromiso de la escultora no es ideológico, sino perceptivo, ha querido aclarar al borde de las salas que muestran el balance más exhaustivo de una de las trayectorias artísticas más distinguidas. El Museo Reina Sofía presenta uno de los acontecimientos artísticos del año y la protagonista monta un recorrido entre más de 50 piezas con el objetivo de “despertar los sentidos del espectador”.

Iglesias ha intervenido en las salas del museo como si los muros de este fueran su mayor escultura. Y logra fijar las sombras, luces, efectos y, en definitiva, montar una apuesta escénica lúdica y pública. Esa es la faceta que Lynne Cooke, comisaria de la muestra, reconoce difícil de mostrar, a pesar de la importancia que tiene en la obra de la artista. Las intervenciones en suelo público quedan abocetadas en la documentación exhibida de proyectos como los de Toledo, en el que se pone de manifiesto la necesidad de Cristina Iglesias de superar los límites de la propia escultura.

El agua, la luz, el movimiento y el sonido son elementos extraños a la escultura que Iglesias ha querido señalar en la exposición. Para empezar, 'Techo suspendido inclinado' (1997) es una impresionante masa de nueve metros de largo por seis de ancho de hierro, resina y polvo de piedra, que cuelga del techo, ligera, y actúa como elemento de advertencia de la metamorfosis total. “El agua no es un medio adecuado para la escultura, pero Cristina ha hecho de ella el centro de su trabajo actual”, comenta Cooke. 

Esculturas de agua

De hecho, en la sala principal la sucesión de esculturas se quiebra por el ruido del agua que se mueve en el pozo artificial que ha instalado entre las celosías, uno de los motivos más famosos de su escultura. El agua va y viene, se calma y desaparece, vuelve a brotar. Es una pequeña muestra de su monumental intervención en la plaza de Leopold de Wael, en Amberes: un bajorrelieve compuesto por 2.700 piezas de resina y cemento coloreado realizadas a partir de 16 moldes diferentes que podrían simular los lodazales rugosos del cauce de un río. La obra, de 32 metros de largo y casi 14 de ancho, se llena y vacía en un ciclo pautado. 

“Reflexioné sobre la forma en que la gente se acercaría a la plaza desde las calles de alrededor y se movería por ella”, recuerda sobre los días en que estudiaba la fórmula. Por su mente pasaron cientos de fuentes, desde las de Borromini a las de Bernini hasta los espectaculares jets hollywoodienses. Decidió que la espectacularidad debía recaer sobre el movimiento de las mareas. “Inmediatamente, los ciudadanos hicieron suya la fuente. En verano los niños meten sus pies en los charcos y esperan a que la marea suba”, explica. En el Reina Sofía no falta la fiesta a la participación del espectador.   

Cristina Iglesias no es lo que parece. Como ya hemos aclarado es una escultora atípica que pretende trabajar con materiales intangibles que, en principio, son propios de otras disciplinas. Su talante arquitectónico da la bienvenida en formato de maqueta de la 'Habitación vegetal Inhotim', en Brasil, que hizo en 2010. “Construí una habitación vegetal sin techo, abierta al cielo en medio del bosque, con pareces de acero inoxidable que reflejan la naturaleza y que de esta manera desaparecen, se camuflan”, explica la artista. Es un laberinto con entrada por los cuatro lados del cubo, en el que construye recovecos y espacio sin acceso. Dédalo inventó un laberinto temible para el rey Minos, cuyo interior guardaba un ser semihumano. Los de Iglesias son refugios.

Barroca y teatral

Es una de sus cuestiones fundamentales: el enfrentamiento entre naturaleza y ciudad, entre lo natural y la cultura. La escultura domestica el espacio a base de ficciones, como la serie 'Santa Fe I, II y III' (2006), que se superponen de manera casi invisible, una celosía detrás de otra, combinando materiales y texturas. Las referencias culturales al universo árabe y a la intimidad y la fragilidad son constantes en sus más de 30 años de actividad artística.

Si bien su impacto público queda anestesiado en estas salas, las mismas resaltan la expresividad y las dualidades a las que hace referencia el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel: “La escultura se ha reinventado en varias ocasiones y una de las artistas que más ha innovado es Cristina Iglesias, que ha roto el género al combinar escritura con escultura, volúmenes con sombras, lo pesado y lo liviano, lo fijo y lo portátil… Su trabajo es barroco por lo teatral”.  

La vulnerabilidad de la escultura es la debilidad del ser humano. Sin embargo, la fragilidad de los tejidos de Iglesias es artificial: la sala en la que cuelga 'Corredor suspendido' (2006) es el corazón de la muestra. Ahí están todas sus obsesiones, tejidas con hierro dulce que simulan esparto, sobre un camino de sombras y reflejos (escultura inmaterial) como pasadizos táctiles de trances hipnóticos. Cristina Iglesias reconstruye la ciudad y sus espacios con tonos cálidos y humanos, ocultos y protectores, en una red accesible y perversa. 

“Yo no doy mensajes”. Cristina Iglesias irrumpe con la metáfora en medio de la tormenta inmoral. El compromiso de la escultora no es ideológico, sino perceptivo, ha querido aclarar al borde de las salas que muestran el balance más exhaustivo de una de las trayectorias artísticas más distinguidas. El Museo Reina Sofía presenta uno de los acontecimientos artísticos del año y la protagonista monta un recorrido entre más de 50 piezas con el objetivo de “despertar los sentidos del espectador”.

Fundación Reina Sofía