Velázquez ‘made in China’ en el Museo del Prado
Hace casi cuatro siglos la importancia del arte en España cambia radicalmente. En 1651 Felipe IV otorga el cargo de “aposentador” a Velázquez, un reconocimiento a
Hace casi cuatro siglos la importancia del arte en España cambia radicalmente. En 1651 Felipe IV otorga el cargo de “aposentador” a Velázquez, un reconocimiento a quien mejor había sabido entender todas las posibilidades decorativas de las colecciones artísticas del monarca en el Alcázar de Madrid. Con el nombramiento los pintores adquieren un peso que jamás habían imaginado y arrebatan el poder a los arquitectos, hasta ese momento responsables de la intervención en el gusto de la época.
Velázquez había entrado en la corte por la puerta grande, con el grupo de protegidos por el Conde Duque de Olivares. Iba a servir a los fines propagandísticos de su majestad y termina convirtiéndose en una pieza clave en la solvencia de la ordenación, intervención y manipulación de las pinturas del palacio. Felipe IV se lo deja claro por escrito: el rey quiere que el pintor sea sus ojos y su boca en la reforma del palacio. La confianza ciega del monarca no se resistirá nunca, las funciones del artista crecerán tanto como los halagos: “Por la satisfacción que tengo de vuestra persona e inteligencia”, le dice el monarca.
Es una relación insólita en la historia del arte español, que cristalizará en tradición. La sombra de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez es tan alargada y perturbadora como la negrura en la que envuelve a sus personajes, como al Cristo crucificado que se conserva en El Prado y que en estos momentos copia uno de los 18 pintores chinos realistasque han aterrizado en la pinacoteca hasta el próximo 5 de febrero. Calza unos cubre mangas de cuero negro, un mandil blanco sazonado con chispazos de colores, una gorrilla calada de pana marrón y pisa sobre una pequeña estera que hace de isla en medio de las ruidosas oleadas de turistas.
Libertad de expresión
Ha estudiado en la Central Academy of Fine Arts de Beijing, la institución más importante del país y dependiente del Ministerio de Educación de China. Allí entró en contacto con la obra del pintor sevillano y su vínculo con el monarca coleccionista, y aprendió el significado de libertad creativa. “Lo que más me impresiona es que el rey español ofrezca tanta libertad a un artista”, asegura el pintor en claro guiño a la situación por la que atraviesa su país. “No creo que a corto plazo pueda establecerse una relación de libertad similar en mi país”, reconoce con una sonrisa mártirque descompone la presencia del despampanante Cristo velazqueño.
Lo primero que le sorprendió cuando estuvo delante de la pintura fue el tamaño de la obra. Después llegó el cuerpo del Cristo. Como el resto de sus compañeros, que en dos semanas barrerán las salas del Prado para tratar de llevarse a China los destellos de los genios, sólo conocía el cuadro por internet y en catálogos y revistas. La anatomía del crucificado le parecía simple, sin nada especial, pero una vez empezó a trabajar descubrió “una construcción muy complicada”. La figura serena destaca sobre un fondo oscuro, verdoso, que recuerda a una tela de altar o al telón de un escenario. “Es una pintura limpia, muy simple en apariencia y eso amplia la potencia del cuerpo”, explica una vez a estudiado en directo la pintura.
Velázquez es el maestro que todos los alumnos en China estudian, porque le consideran el pintor más importante dentro de la tradición realista. Pero ninguno hasta el momento había hecho una copia de una de sus obras. De hecho, la pintura al óleo es una tradición muy joven en el país asiático donde el papel y la tinta mandan. Los pintores que utilizan pigmentos mezclados con aceites sobre el lienzo aparecieron hace un siglo en China. Uno de los representantes más importantes de esta escuela occidental reproduce el retrato que Velázquez hizo a Felipe IV de adulto y que cuelga en la sala 12, la que preside Las Meninas.
‘Las Meninas’ no se copian
Habrían preferido acercarse a los secretos de la escena en la que la infanta Margarita aparece rodeada de su servicio en una sala del Alcázar mientras Velázquez trabaja en el cuadro. Sin embargo, nadie ha copiado nunca este cuadro en El Prado. El reglamento que tiene el museo para los copistas es claro en ese sentido: no se podrá copiar en salas de gran afluencia de visitantes ni en pasillos o entrada a salas donde se interrumpa la circulación del público.
Hace casi cuatro siglos la importancia del arte en España cambia radicalmente. En 1651 Felipe IV otorga el cargo de “aposentador” a Velázquez, un reconocimiento a quien mejor había sabido entender todas las posibilidades decorativas de las colecciones artísticas del monarca en el Alcázar de Madrid. Con el nombramiento los pintores adquieren un peso que jamás habían imaginado y arrebatan el poder a los arquitectos, hasta ese momento responsables de la intervención en el gusto de la época.