Es noticia
La dictadura de Santiago Sierra
  1. Cultura
CONTRATA A PERSONAS DE ESCRIBANOS Y LES PAGA EL SMI

La dictadura de Santiago Sierra

El lunes que viene actúa Santiago Sierra. Mejor dicho, lo harán 30 personas que ha contratado el artista para escribir una y otra vez la frase

Foto: La dictadura de Santiago Sierra
La dictadura de Santiago Sierra

El lunes que viene actúa Santiago Sierra. Mejor dicho, lo harán 30 personas que ha contratado el artista para escribir una y otra vez la frase “El trabajo es la Dictadura” en cada una de las páginas en los 1.000 libros que serán vendidos como cuaderno de artista, dentro de la serie LiberArs de IvoryPress. Durante nueve días, en una jornada laboral de diez de la mañana a siete de la tarde, con parada para comer y el salario mínimo recomendado por el Servicio Público de Empleo (antiguo INEM), ejecutarán la nueva performance de Sierra, que según aclaran los responsables de la galería y editorial madrileña “servirá de profunda reflexión y denuncia de la situación actual del desempleo en España”. Por supuesto, la acción está abierta al público.

Santiago Sierra es un artista polémico que se ha ganado a pulso esa etiqueta que los periodistas colgamos en cuanto nos la enseñan. En esta ocasión, confirma su disconformidad y diferencia por partida doble, ya que inaugura este jueves 17, en la galería Helga de Alvear, la exposición “Los encargados”. En este caso, la pieza central es un vídeo –realizado junto con Jorge Galindo- en el que aparece una fila de coches que transportan en sus techos enormes retratos, invertidos, de Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Los siete Mercedes Benz negros, Gran Vía madrileña arriba, Gran Vía madrileña abajo, caminan a ritmo lento como si fueran una marcha fúnebre o la comparsa que anuncia el final de Carnavales, pero que suena a acusación y a rebelión. 

De fondo se escucha la “Varsoviana soviética”, canción en la que se inspiró el himno “A las barricadas” de los anarcosindicalistas españoles durante la Guerra Civil. Por si no quedara claro, los artistas contextualizan la muestra con una cita que aclara sus pretensiones: “Cuando el Gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes”, tal y como se especifica en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, firmada en París, el 23 de junio de 1793. No hace falta explicar que, para el artista, sobre el techo de esos coches marchan los responsables del hundimiento económico y social y han usado las mismas estrategias electoralistas para anunciar el fracaso democrático. Los encargados son expuestos como el brazo político del poder.

Esa misma declaración fue utilizada el pasado 20 de enero por Sierra, para colocar el primer monumento a la desobediencia civil frente al Parlamento islandés en Reykjavík, mientras en su interior se decidía si procesar al antiguo primer ministro Geir H. Haarde, que terminó por absolverle. El monumento fue un regalo del artista al pueblo islandés, que debate si conservarlo o destruirlo. 

placeholder

La pelea de Sierra es para sus peores críticos un arte que se agota en la propaganda, en la difusión y en la promoción de unas ideas que son siempre las ideas de los que mandan. Siempre ha reconocido con honestidad que los artistas forman parte del juego que justifica el juego de la política y acepta que los artistas se sirven de lo incomprensible para satisfacer el deleite de los privilegiados, cuyo gusto es siempre contrario al popular. El consumidor de este arte comprometido son los señalados como culpables de haber llevado y mantenido en la ruina a los menos favorecidos. 

Contra el control y el silencio, contra el entretenimiento conceptual y la decoración, Sierra ha protagonizado alguna de las mejores secuencias del arte subversivo de la última década, como el sonado rechazo del Premio Nacional de Artes Plásticas. Posteriormente, vendió por 30.000 euros la carta de rechazo que mandó al Ministerio de Cultura, convertida en pieza artística. Aunque cada intervención supera en ruido a la anterior. Hace unos meses excavó las letras SOS en el suelo del Sáhara Occidental, cerca del campamento de refugiados saharauis de Smara para crear el graffiti más grande del mundo visible sólo a la altura de los satélites; mide 5 kilómetros de largo y 1,7 kilómetros de alto. 

Recientemente también ha elevado la palabra “Future” (“Futuro”) a un tamaño descomunal y la ha colocado en el barrio pesquero del Cabanyal, en peligro y acosado por la especulación urbanística del Ayuntamiento de Valencia. Ayudado por la asociación de vecinos montó esa gran palabra para quemarla y dejar patente su debilidad. Fragilidad compartida por el trabajador, que claudica ante las obligaciones impuestas, y por el artista, que hace del arte su fruto y su profesión y se arriesga a caminar entre la rentabilidad o la creatividad.   

El lunes que viene actúa Santiago Sierra. Mejor dicho, lo harán 30 personas que ha contratado el artista para escribir una y otra vez la frase “El trabajo es la Dictadura” en cada una de las páginas en los 1.000 libros que serán vendidos como cuaderno de artista, dentro de la serie LiberArs de IvoryPress. Durante nueve días, en una jornada laboral de diez de la mañana a siete de la tarde, con parada para comer y el salario mínimo recomendado por el Servicio Público de Empleo (antiguo INEM), ejecutarán la nueva performance de Sierra, que según aclaran los responsables de la galería y editorial madrileña “servirá de profunda reflexión y denuncia de la situación actual del desempleo en España”. Por supuesto, la acción está abierta al público.