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"¿Qué es la prima de riesgo? ¿De verdad nos concierne a ti y a mí?"
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ESPAÑA, ''HACIA LA RUINA CULTURAL''

"¿Qué es la prima de riesgo? ¿De verdad nos concierne a ti y a mí?"

Una de las anécdotas más repetidas sobre Santiago Auserón, conocido por su trayectoria como Juan Perro y por haber sido el líder de los influyentes Radio

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"¿Qué es la prima de riesgo? ¿De verdad nos concierne a ti y a mí?"

Una de las anécdotas más repetidas sobre Santiago Auserón, conocido por su trayectoria como Juan Perro y por haber sido el líder de los influyentes Radio Futura, es que estudió filosofía en París bajo la dirección de Gilles Deleuze. Ese aire intelectual le sirvió para tejer una imagen de distinción en la era de la movida, pero no es seguro que hoy, cuando se aprecia sólo lo pragmático, le procure algún valor. Él sigue empeñado en unir conceptos y ritmos, como vuelve a hacer expreso en su primera obra literaria, El ritmo perdido (Ed. Península), una obra interdisciplinar que cruza numerosas fronteras y a través de la cual explora la influencia de los ritmos negros en la historia de España.

El ritmo perdido parte de una figura, la del negro, que representa por excelencia al otro, a lo diferente, a lo ajeno.

El fenómeno de la alteridad es interesante como horizonte, es como una puerta que se abre. Y hoy es muy difícil encontrarlo en el campo de la música negra. Bueno, en cualquier tipo de música… Pero en el libro me interesaba justamente recapitular los periodos en los que esa alteridad de civilización, de etnia, de lengua y de movimiento rítmico ha provocado un despertar en nuestras sociedades. Es evidente que la deriva actual de lo que podría llamarse música negra no es cien por cien interesante porque soporta las mismas consecuencias del mercantilismo blanco que soportan otras músicas populares. Cuando los hiphoperos empiezan a asesinarse unos a otros como si fueran bandas de narcos, es que el tema se ha blanqueado en exceso…

El peligro de tu libro, como el de otros que intentan traer a escena el pasado, es que sólo sirven si se entienden desde una continuidad. Si alguien quisiera analizar, por ejemplo, la Guerra Civil y se centrase en los estereotipos propios de aquella época, convertiría el texto en algo muerto, porque no lograríamos entender qué parte de nuestra vida está relacionada con aquellos tiempos.

Estoy de acuerdo en que cuando se hace un ejercicio de recuperación de la memoria hay que tratar de comprender hasta donde es posible, que no lo es cien por cien, la coyuntura en que aquellas cosas acontecieron, sin traerlas a un esquema forjado desde ahora y arrojado retrospectivamente… Hay que dejar un poco libres los signos que se conservan de entonces para que nos hablen y nos digan lo que tienen que decir. A veces hay que hacer un ejercicio de reconstrucción imaginativa, pero sabiendo corregir cuando sea necesario, sin miedo a equivocarse…

El ritmo perdido cuenta con dos partes, una en la que se te nota narrativamente más libre y otra en la que tratas de ceñirte más al guión del tema que investigas.

El libro despista porque empieza desde la autobiografía emocional y musical, y poco a poco va extrayendo los temas de la memoria personal y se centra en investigar sobre ellos. Eso me obliga a hacer un trabajo riguroso. Por ejemplo, cuando hablo del posible ritmo majurí que trajeron los moros, encuentro una explicación en un tratado de filosofía árabe del que hay una traducción al francés de 1935, donde cuenta cómo Al Farawi habla en el siglo IX sobre el majurí, y va y resulta que algunas de las descripciones que hace se parecen mucho a las palmas por bulerías. No hay que forzar la aproximación pero hay que dejar que las informaciones estén ahí a ver qué ocurre, a ver si otros datos acaban por favorecer esas lecturas o las ponen en entredicho. Hay puntos del libro en que el lenguaje erudito, el rigor de investigación, o el aparato de notas se hacen parecidos a una tesis porque introducen una polémica especializada sobre o la que se habla con fundamento o la pesquisa pierde pie. No queda más remedio. No me puedo permitir muchas alegrías salvo contarlo con buen humor. Hay que atenerse a los códices y a los textos. Pero creo que esta tarea es importante para tener una perspectiva de la tradición de nuestras músicas populares que no hemos tenido. Son como unas ruinas que hay que reconstruir. Literalmente. Y en lo personal es algo que he necesitado llevar a cabo hacer para saber qué tengo que hacer con Juan Perro en el disco siguiente. He investigado sobre nuestro pasado porque necesitaba aclararme.

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Este aspecto me parece esencial. El creador a menudo se plantea cómo será el siguiente paso que va a dar en su obra, y fuerza una serie de reflexiones que en música casi nunca se explicitan. Por suerte, no ha sido tu caso…

Sí, casi nunca se comparten. Por ejemplo, sería apasionante saber cómo vive Jordi Savall su pesquisa entre los códices medievales. Me gustaría saber qué piensa de estos temas. Para un cantante popular es muy arriesgado dar este paso, pero es imprescindible. Tenemos que construir una inteligencia más fundada en España Si no, no vamos a ningún lado. Estamos en los circuitos internacionales desde hace siglos y tenemos que ver qué podemos poner en juego, en nuestras comunidades y en otras.  

Este tipo de estudios, ignorados aquí, son muy frecuentes en el ámbito anglosajón. Y son muy útiles en el caso de la música popular, ya que  ponen de manifiesto  todos los factores que entran en juego en ella.

SI, tener en cuenta el contexto social en la historia es esencial incluso en los fenómenos más livianos.

Puedes entender España a partir del análisis de unos cuantos grupos.  Los 70 a través de Leño, los 80 a través de una banda como Radio Futura, los 90 con Los Planetas…. Si no se toma en cuenta ese aspecto de la música, dejas de lado el 80% de lo que significa.

Estoy totalmente de acuerdo. Una interpretación de los temas de Leño desde el punto de vista social nos llevaría a una lectura social del papel del rock duro en los años 70 y 80 en España, y el análisis de los elementos formales que intervienen en esa música (la electricidad, el fraseo de blues, la batería), nos llevaría a otras consecuencias. Analizar los componentes de un fenómeno social y cultural de este tipo nos puede llevar muy lejos. Y a veces es necesario ir lejos para entender las cosas.

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Algo así veo en tu libro, al menos en esa primera parte que me permite recordar por qué empecé a escuchar música. Que tiene mucho con ver con por qué alguien como tú empezó a hacerlo. Eras un chico de clase media baja de Zaragoza que trató de construirse un espacio propio a partir de una guitarra y cuatro ritmos. No sé si esa es también la perspectiva desde la que las generaciones más jóvenes abordan la cultura popular.

Me intereso siempre que puedo en conocer qué hacen los jóvenes con el disco duro, con el móvil, con los archivos y con el ordenador y veo que ellos mismos no tienen una percepción clara de que estén participando en aquello que les congrega. Muchos chavales acuden a determinado tipo de discotecas a oír ese tipo de leña electrónica que les hace bailar. Pero no practican un criterio selectivo que les haga distinguir entre temas buenos y morralla electrónica. No hacen valer un criterio. He visto cómo en algunos casos pasan de la experiencia del baile electrónico a la recuperación de la memoria musical, encontrando en esas canciones rastros del soul, de James Brown o del r&b de Nueva Orléans y de ahí pasan a discos de Beatles o Kinks de sus padres, pero no es lo común.

El contexto actual de la música popular es peculiar porque estando todo a mano y pudiendo escuchar enormes cantidades de música en internet, sólo las grandes figuras resultan de verdad visibles. Del resto sólo sobreviven quienes hacen cosas muy identificables, muy metidas en un circuito. Y te preguntas cómo es posible que un contexto en el que hay tantas posibilidades de comunicación acabe siendo tan conservador.

Porque la gente quiere reconocerse en una práctica social. Hay necesidad de reconocerse en una escena, y más ahora que las posibilidades son tan vastas. Hoy en un disco duro caben todas las grabaciones de toda la historia de rock pero la gente no las va a escuchar porque lo que te motiva de una pista es compartir esa pista. Lo que la convierte en emocionante un pista es poder compartirla con una persona, con un círculo de personas o con un medio social en el que puedes hacer valer los signos que interpretas. Hasta que no se produce esa trama social real e interpersonal, los signos, imágenes o sonidos no tienen significación y carecen de valor. Hay que fijar la vista en esos hechos. Lo que hay que hacer es crear condiciones para que los chavales compartan la experiencia, y nosotros con ellos. Por eso es muy grave cerrar de un plumazo todos los escenarios en los que la gente se encuentra. La gente hace botellón en las calles porque no es fácil estar en otros sitios.

Es curioso, porque la sala de conciertos antes era un lugar de encuentro y ahora se ha convertido en un espacio de alquiler. Toca la banda, echan a la gente y la sala se convierte en otra cosa. Desaparece toda conexión entre lo que se ha escuchado y lo que viene después.

Fíjate que en mi niñez y en mi adolescencia, había espacios de encuentro creados y favorecidos por la Iglesia católica. Había clubes culturales para el encuentro de adolescentes en los cuales el conflicto era a ver qué grado de permisividad existía para bailar agarrado y si se podía pasar de hacer folk protesta a la caña eléctrica. Eran espacios que prestaba una cultura, la nacionalcatólica, que necesitaba abrirse; ahora estamos en la situación inversa, en un completo repliegue cultural, reduciendo todas las vías a un solo canal, el de la rentabilidad inmediata, tanto financiera como política. Y esto es la ruina cultural para nuestro país. Estamos camino de la ruina cultural. Y debemos reaccionar a tiempo y tener las ideas claras. Es muy probable que la solución pase por generar una comunidad alternativa en la cual esté comprometida la mayor parte de la sociedad, llegado el caso. Incluso en el terreno laboral. Nos engañan diciendo que van a generar empleo: van a destruir los que no sean más rentables y luego habrá un goteo de empleo precario para la juventud en la medida en que se oriente a seguir por donde el puño aprieta. Nos estamos metiendo en una encerrona en el terreno productivo, en sanidad, en educación y en el terreno de la producción cultural. Estamos todos en el mismo puño. Y si nos dejamos hacer va a ser grave porque no podremos recuperar la movilidad creativa.

Es peculiar que este tipo de diagnósticos, muy frecuentes en el ámbito cultural, no terminen incitando a la acción, a que la gente ponga iniciativas en común y vaya organizando otro tipo de escena.

Porque ya hemos perdido las vías de acción. Se nota mucho en lo político. Hay un problema de soberanía popular de la democracia europea y más en la española. Estamos retrocediendo hacia formas de autoritarismo. Y no es solo responsabilidad del PP, sino de un sistema bipartidista de dos partidos mayoritarios alternantes. Reducir la democracia a eso deriva en falta de democracia.

Pero, por eso mismo sería conveniente recuperar espacios en el ámbito cultural en los que compartir experiencias, en los que la gente pudiera encontrarse y donde pudieran tejerse mecanismos de supervivencia económica especialmente necesarios hoy.

Y donde, incluso antes de la opción de profesionalizarse, las nuevas generaciones tengan opción de hacer visible lo que hacen. Porque hoy no hay ninguna ventana con esa finalidad. Sí, existe internet, pero como allí hay tal aluvión de posibilidades, nadie va a buscar lo que hace un grupo de chavales jóvenes. A veces, porque se convierte en Trending Topic, miras lo que está haciendo un chaval joven en su cuarto… En todo caso, es claro que debe existir una activación civil clara. La cultura no es una actividad que tenga que estar regulada ni subvencionada siempre, tiene que generar espacios propios.

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Es peculiar, cómo en ese sentido, en las canciones, sea la época que sea en que están compuestas  e interpretadas, aparecen rastros de la sociedad. Ocurre en las canciones actuales, pero no se reflexiona sobre ello. Y el hecho de que no se sea consciente de lo que se está haciendo realmente, dificulta que aparezcan fórmulas de conexión con los demás en un contexto de sobreabundancia creadora. Por ejemplo, el blues era música pensada pura y simplemente para pasarlo bien el sábado por la noche. Pero a partir de los años 50 jóvenes blancos recuperaron ese caudal sonoro porque leyeron en él algo que estaba ahí, que no había sido explicitado y que consiguió que ese estilo volviera a ser popular. Una relectura de esa clase debería ocurrir en el rock, y más aún con el que se hace en España. Hay algo que está pasando, pero que no se nos hace visible

Tal vez el hecho de compartir un poco más perspectiva incite a la gente a leer sus propias vidas en un contexto participativo… Sí, sí, estoy de acuerdo contigo...Hay que fomentar ese tipo de señales en nuestra sociedad, no hay duda.

En otro caso, nos dirigiríamos hacia una sociedad muy coagulada.

Es verdad que está muy formalizada y se hace difícil producir en ella una energía que no esté casi gastada de antemano por el sistema y por el canal que la producen. Estamos muy condicionados por una trama de medios electrónicos que emiten señales muy fuertes a diario. Y a diario quiere decir 'telediario' y 'prima de riesgo'. Porque ¿qué es la prima de riesgo? ¿Realmente nos concierne a ti y a mí? Sólo en la medida en que religiosamente acatemos el miedo que provoca, y aceptemos la reforma laboral subsiguiente. Hay signos en la sociedad que concentran todo el rato nuestra atención, ya sean reality shows, o telediarios con prima de riesgo. Y no son los únicos. En otros momentos puede ser la radio fórmula emitiendo disco music. Pero los medios de comunicación hoy son muy poderosos. Habría que rehacer el pensamiento en torno a estas cuestiones. Porque lo que ocurre es tan complejo y tan rápido que es muy difícil que la gente comparta señales sostenibles. No ya ideas o propósitos, y de ideología y política ya ni hablemos. Yo diría que no compartimos señales sostenibles. Referencias sostenibles. Hace falta un pensamiento que reelabore nuestros signos.

Cuando tú eras joven, podías vivir en una sociedad complicada política o socialmente, pero tenías una guitarra eléctrica y eso hacía que te enfrentases a tu futuro de otra manera. No sé si esa idea está muy presente en la juventud que hoy baila electrónica.

Todos los hijos del rock and roll somos un poco negritos. No sólo porque nos socializáramos en un entorno como era el urbano, en que las familias venidas del campo se enfrentaban a una nueva trama social en la que se sentían un poco expatriadas, sino porque también nos sentíamos fuera de las directrices que marcaban hacia dónde tenía que ir la sociedad.

Sí, la música popular es bastante más que un divertimento precisamente porque contiene este elemento…

La esencia de la música popular, que parece un desahogo, es en el fondo la problematización de las relaciones sociales y el correspondiente intento de redescubrir y reconstruir la trama social.

Una de las anécdotas más repetidas sobre Santiago Auserón, conocido por su trayectoria como Juan Perro y por haber sido el líder de los influyentes Radio Futura, es que estudió filosofía en París bajo la dirección de Gilles Deleuze. Ese aire intelectual le sirvió para tejer una imagen de distinción en la era de la movida, pero no es seguro que hoy, cuando se aprecia sólo lo pragmático, le procure algún valor. Él sigue empeñado en unir conceptos y ritmos, como vuelve a hacer expreso en su primera obra literaria, El ritmo perdido (Ed. Península), una obra interdisciplinar que cruza numerosas fronteras y a través de la cual explora la influencia de los ritmos negros en la historia de España.