Dinero, poder, mediadores: la guerra por el control del arte
La revista ArtReview publicó ayer su lista anual de las 100 personas más influyentes del arte contemporáneo y, aunque hay alguna que otra sorpresa, se confirma
La revista ArtReview publicó ayer su lista anual de las 100 personas más influyentes del arte contemporáneo y, aunque hay alguna que otra sorpresa, se confirma la tendencia de la última década: entre las veinticinco personas más poderosas sólo hay cuatro artistas (Ai Weiwei, Gerhard Richter, el colectivo E-Flux y Cindy Sherman). La mayor parte del ranking está formado por galeristas, comisarios, coleccionistas y directores de museos. ¿Qué ha ocurrido en el mundo del arte contemporáneo para que los artistas hayan dejado de tener importancia?
Fernando Castro Flórez, profesor de estética en la Universidad Autónoma de Madrid y conocido crítico de arte, es claro al respecto: “Hace tiempo que los artistas no tienen ninguna importancia en el mundo del arte. Los únicos que tienen algún peso son los que se han dedicado a fabricar merchandising, como Damien Hirst o Jeff Koons, que han aprendido las enseñanzas de Andy Warhol. Siguen las normas del marketing y por eso aparecen en la lista. El resto son proletarios que no tienen el control sobre su obra. Es la impostura máxima que se considere más importante a una comisaria que elige las obras que a los propios artistas. ¿Qué sentido tiene que el director del MUSAC esté en una lista por delante de Tàpies y Gordillo? Eso pasó en una lista de nuestro país. Los mediadores se han convertido en estrellas y los artistas tienen cada vez menos glamour”.
Los mediadores se han convertido en estrellas y los artistas tienen cada vez menos glamourNo es una idea nueva. Se trata de un conflicto que se inició en el Renacimiento y que es fundamental para entender las dinámicas del mundo del arte. El novelista francés Michel Houellebecq reflexionó sobre esto en su última novela, El mapa y el territorio (Anagrama, 2010), abordando las inquietudes del colectivo prerrafaelista y utilizando, precisamente, los mismos ejemplos de Castro, Koons y Hirst, que se han convertido en personajes paradigmáticos de la vocación empresarial del arte contemporáneo.
“La idea fundamental de los prerrafaelitas”, comenta en la novela el padre del protagonista, “es que el arte había empezado a degenerar justo después de la Edad Media, que desde el comienzo del Renacimiento se había despojado de toda espiritualidad, de toda autenticidad, para convertirse en una actividad meramente industrial y comercial, y que los supuestos grandes maestros del Renacimiento, ya fueran Botticelli, Rembrandt o Leonardo da Vinci, se comportaban en realidad pura y simplemente como jefes de empresas comerciales: exactamente igual que Jeff Koons o Damien Hirst hoy, los supuestos grandes maestros del Renacimiento dirigían con una mano de hierro talleres de cincuenta, hasta cien ayudantes que producían en cadena cuadros, esculturas, frescos. Por su parte se contentaban con fijar la directriz general, firmar la obra acabada, y sobre todo se dedicaban a las relaciones públicas con los mecenas del momento, príncipes o papas”.
Una batalla perdida
Los responsables de ArtReview han reinventado el conflicto a su manera. Por un lado se encuentran los superpoderosos galeristas y coleccionistas de alcance internacional y clientela millonaria, tan inmensamente ricos que la crisis siquiera les ha rozado; y por otro los artistas y comisarios independientes, visionarios, comprometidos políticamente, y defensores de nobles causas. Sólo hay que echar un vistazo a la lista para ver quién ha ganado una batalla que estaba decidida de antemano.
Esta lista mide el poder y es cierto que los galeristas son los más poderosos económicamente y los que marcan las dinámicas del mercadoEn los primeros puestos del ranking encontramos a un buen puñado de galeristas comerciales, como Larry Gagosian (2), Iwan Wirth (4), David Zwirner (5), Marc Glimcher (17) o Jay Jopling (20), que según explican en ArtReview, “continúan expandiéndose por todo el globo, abriendo galerías en Honk Kong y Latinoamérica, y creando espacios cada vez más grandiosos para organizar exposiciones en Londres, Nueva York y París”.
Para Pía Rubio, responsable junto a Sofía Urbina de la asesoría Art Advisory Services, no es de extrañar que los primeros puestos de la lista estén copados por galeristas: “Son los que marcan el mercado. Las grandes galerías se están expandiendo por todo el mundo y cuando tocan con la varita a un artista lo encumbran. Obviamente son los que tienen más poder. Esto no le gusta a la gente. Lo ideal sería que el ritmo lo marcaran los curadores de las exposiciones, que son los que buscan en todo el abanico de artistas, no los galeristas que solo se preocupan por sus artistas. Pero esta lista mide el poder y es cierto que los galeristas son los más poderosos económicamente”.
Una de las novedades de este año es la increíble escalada de puestos que protagoniza la directora de los museos cataríes, Sheikha Al-Mayassa bint Hamad bin Khalifa Al-Thani (que pasa del puesto 90, del año pasado, al 12). La hija mayor del emir de Qatar refleja mejor que nadie la cruda realidad del arte contemporáneo. En la última década, según cálculos de The Guardian, ha gastado más de 700.000 euros en comprar obras occidentales para la colección del país árabe, adquiriendo trabajos de artistas como Hirst o Mark Rothko.
Castro no duda que para escalar en esta lista, que tiene una inmensa influencia en el mundo arte, hay que tirar de talonario: “Muchísimos galeristas pagarían por estar en esta lista y, bueno, no es descabellado pensar que de hecho paguen, o que se elijan los puestos a modo de prebendas. Alguien que paga una millonada por montar el Louvre en Qatar no tiene ninguna relevancia en el mundo del arte, pero está apoquinando. Es un círculo vicioso. Estar ahí da poder y para estar ahí hay que tener poder. Quien llega, además, lo utiliza. Los que están en la lista saben que han hecho caja. En España hubo un museo, el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, que dijo que sólo expondría a artistas que salieran en una de estas listas. Cuanto más periférico, snob y carente de criterio sea un ámbito más caso se hace a esta lista”.
¿Activistas o aprovechados?
En el otro lado de la balanza de la desigual batalla que propone ArtReview encontramos al artista y activista chino Ai Weiwei, que el año pasado fue número uno y este año ocupa la tercera posición de la lista. Para Castro su relevancia está sacada de quicio: “No tiene nada de activista, ni de defensor de los derechos humanos. Es un artista comercial millonario que ha cometido irregularidades en China y que come de la mano de la mujer de Norman Foster”.
Weiwei no es el único artista al que la revista coloca en la lista, para reflejar la importancia que tiene el arte “como espacio para la protesta”, según explican en la nota de prensa de presentación del ranking. Quizás la entrada más sorprendente es la del grupo punk anti-Putin Pussy Riot (57), que en realidad no tiene nada que ver con el mundo del arte. En esta línea de 'arte-protesta', también aparecen en la lista creadores como Theaster Gates (56), artista y performer americano comprometido con la revitalización de los barrios pobres a través de la planificación urbana y las prácticas artísticas, o Walid Raad (77), un artista multimedia libanés cuya obra se ha centrado en abordar la historia contemporánea de su país.
El mundo del arte se mueve de forma similar al de las finanzas, por vaivenes sin mucho sentidoRubio asegura que a lo largo de la lista hay muchos más artistas, aunque no están en los primeros puestos, pero no están seleccionados con criterios artísticos, sino económicos. Esta es la razón por la que, en su opinión, a los críticos no les gusta la lista; porque no habla de arte, habla de poder: “Esta lista mide la repercusión mediática y las ganancias económicas. Como su propio nombre indica mide el poder, no quién es peor o mejor, y en ese sentido es un buen reflejo del mundo del arte”. Para Rubio la calidad artística de Weiwei es indiscutible, y su relevancia internacional innegable, pero reconoce que no estaría en los primeros puestos de la lista si no se hubiera enfrentado con el Gobierno chino, que es lo que le da notoriedad.
Una mujer en lo más alto
Al margen de la supuesta pugna entre artistas comprometidos y galeristas poderosos, la gran noticia de la edición de este año de la lista de ArtReview es que, por primera vez en su historia, una mujer ha alcanzado la primera posición. La afortunada ha sido Carolyn Christov-Bakargiev, la última comisaria de la exposición 'documenta', uno de los principales eventos del arte contemporáneo que se celebra cada cinco años en la ciudad de Kassel, Alemania. A Castro le ha parecido una decisión “totalmente absurda”. En su opinión, Christov-Bakargiev, ha hecho el 'documenta' más aburrido de su historia (que se remonta a 1955). “Esta señora no debería estar ni el número 1.700”, asegura el crítico, que se pregunta cómo es posible que esta profesora de Historia del Arte esté por delante de gente como el director del MoMA.
En cualquier caso, comenta Castro, “el mundo del arte se mueve de forma similar al de las finanzas, por vaivenes sin mucho sentido”. Y según el crítico esta lista es fiel reflejo de esto: “Es un efecto de pura fantasmagoría. ¿Por qué son famosos los famosos que salen en la tele? Porque salen en la tele. Aquí pasa igual. La lista no tiene ningún rigor. Es un montaje para lograr repercusión”.
La revista ArtReview publicó ayer su lista anual de las 100 personas más influyentes del arte contemporáneo y, aunque hay alguna que otra sorpresa, se confirma la tendencia de la última década: entre las veinticinco personas más poderosas sólo hay cuatro artistas (Ai Weiwei, Gerhard Richter, el colectivo E-Flux y Cindy Sherman). La mayor parte del ranking está formado por galeristas, comisarios, coleccionistas y directores de museos. ¿Qué ha ocurrido en el mundo del arte contemporáneo para que los artistas hayan dejado de tener importancia?