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Las cosas que el dinero no debería poder comprar
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MICHAEL J. SANDEL SE PREGUNTA POR LOS LÍMITES MORALES DEL MERCADO

Las cosas que el dinero no debería poder comprar

“Es momento de preguntarnos si queremos vivir así”, se plantea el célebre filósofo Michael J. Sandel en el prólogo de su nuevo libro, What Money Can’t

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Las cosas que el dinero no debería poder comprar

“Es momento de preguntarnos si queremos vivir así”, se plantea el célebre filósofo Michael J. Sandel en el prólogo de su nuevo libro, What Money Can’t Buy: The Moral Limits Of Markets (Allen Lane). Para el ensayista norteamericano, hemos cruzado varias líneas morales en nuestro proceso de mercantilización de todos los aspectos de la vida. “Una celda mejor, una madre de alquiler india, la posibilidad de disparar a un rinoceronte en peligro de extinción y el derecho de inmigrar a Estados Unidos”. Todo esto puede ser adquirido por una determinada cantidad de dinero, recuerda Sandel. A cambio, prosigue, nosotros podemos “vender un espacio publicitario en nuestra frente, ser utilizados como cobayas para la experimentación médica a cambio de trescientos dólares o combatir para una empresa militar privada en un país como Afganistán o Somalia”. Negocios que existen en el mundo contemporáneo, puesto que “la lógica de la compra y la venta ya no se aplica solamente a los bienes materiales, sino a todas las facetas de la vida”, como señala en su nuevo libro.

La tesis mantenida por Sandel es que cada vez existen menos cosas que el dinero no pueda comprar. Hemos pasado de ser una sociedad dirigida por el mercado a ser una sociedad donde todo es mercado. Según escribe el autor, existe la creencia universalmente compartida de que el refuerzo económico es la única manera de conseguir que alguien realice cualquier acción. Para Sandel, autor de otros libros como Justicia. ¿Hacemos lo que debemos? (Debate 2011) o Contra la perfección. La ética en la era de la ingeniería genética (Marbot Ediciones, 2007), debemos dejar de afrontar la economía como una ciencia y comenzar a considerarla una filosofía moral.

Los incentivos y los sobornos no son tan diferentes como pareceSandel alcanzó fama mundial en 2009 gracias a unos cursos impartidos en la Universidad de Harvard que fueron retransmitidos en la cadena pública norteamericana PBS y en la británica BBC. Ahora el autor, que en más de una ocasión ha sido definido como una rock star por su amplia visibilidad en los medios de comunicación, vuelve a la primera línea de la actualidad regañando al mercado por su falta de moral y recordando que necesitamos reconsiderar ciertas verdades de nuestra vida.

Amoralidades inocuas

Para Sandel, presidente de la Consejería Presidencial sobre Bioética durante la Administración Bush, el discurso político liberal se ha quedado atascado en la fingida neutralidad del utilitarismo, que defiende que si algo es útil para todas las partes se encuentra automáticamente legitimado. Una consecuencia de la aseveración de John Stuart Mill de que “se debe permitir a la gente hacer cualquier cosa mientras no haga daño a los demás”.

Precisamente esta apariencia inocua de lo económico es lo que nos ha llevado a la situación en la que nos encontramos. Sandel no se detiene en aspectos  macroeconómicos sino en las decisiones de nuestra vida cotidiana, en la que en un gran número de ocasiones estamos dispuestos a utilizar el dinero como diferenciador social aunque sepamos que de esa forma estamos siendo injustos con los demás, como por ejemplo, cuando pagamos a alguien para que nos deje su lugar en una cola o al seleccionar la mejor de las universidades para nuestros hijos.

Sandel se refiere a la especulación en los seguros de vida como ejemplo de economía amoralSandel recuerda que se espera de nosotros que seamos capaces de vendernos al mejor postor, puesto que así es como funciona el mercado. Según su lógica, todos tenemos un precio, y siempre y cuando se trate de pactos que no perjudiquen a terceros, no hay nada malo en ello. Sin embargo, olvidamos dos factores: la injusticia respecto a los demás y el daño que nos hacemos a nosotros mismos. Para el profesor de Ética y Biotecnología hay que preguntarse dos cosas. En primer lugar, ¿es justo comprar o vender este tipo de producto? Y en segundo lugar, ¿al hacerlo, nos degradamos?

Del incentivo al soborno

Uno de los puntos más interesantes del libro de Sandel es la identificación que realiza entre los incentivos y los sobornos, que son tan diferentes como parece. Cuando damos una propina a un camarero para que nos sitúe en una mesa mejor, lo que estamos haciendo es intentar favorecer nuestra situación frente a los demás a través del dinero. El autor cita el caso de los colegios de Dallas que pagan dos dólares a los niños si leen un libro, o el de los trescientos dólares que Carolina del Norte entrega a los drogadictos si se dejan ser esterilizados como muestra de los excesos morales de este sistema, que en muchas ocasiones son contraproducentes: un niño que lea por la recompensa jamás disfrutará del placer de la lectura per se.

Sandel considera los palcos privados de los estadios deportivos como uno de los signos más claros de esta división de la sociedad. Por un lado se encuentran aquellos que han de comprar entradas normales, comparten su espacio con los que tampoco pueden aspirar a un palco y de esa manera, forman parte de una misma experiencia. Por el otro, aquellos que sí pueden pagar el palco y presencian los partidos desde detrás de un cristal, colmados de lujos, pero aislados del resto de la sociedad. Para Sandel “es necesario que compartamos una misma vida para darnos cuenta de que estamos todos en el mismo barco”.

El profesor se detiene en el caso de los seguros de vida como uno de los indicadores de esta economía amoral. Pone el ejemplo del seguro que tiene la cadena de establecimientos americana Walmart, mediante la cual la compañía recibe un alto beneficio económico de la muerte de sus empleados si esta se produce durante el trabajo.

El sentimiento de responsabilidad sigue siendo mucho más fuerte que el incentivo económicoOcurre algo parecido con la política de viáticos que se realizó a finales de los ochenta con los enfermos de SIDA. Como eran seguros de un alto valor, los inversores pagaban el tratamiento de los enfermos, que en la mayor parte de casos se trataba de homosexuales sin descendencia ni esposa mientras estos seguían vivos y cuando fallecían, se quedaban con el dinero del seguro. Cuanto menos tiempo viviesen, por lo tanto, más ganancias obtenía el inversor. Por lo general, como la esperanza de vida del enfermo era corta, los beneficios eran elevados. Sandel recuerda que se trata de una concepción ampliamente rechazada por la población, a pesar de que a simple vista parezca beneficiar a ambos agentes, ya que en el fondo implica una apuesta contra la vida de un enfermo terminal, el mejor recuerdo de que no todo es válido.

Lo que el dinero deja de comprar

Sin embargo, puede ocurrir todo lo contrario. Es decir, que el hecho de que se nos ofrezca dinero a cambio de aceptar determinadas ofertas provoque que nuestro sentido moral aflore y rechacemos estos sobornos encubiertos. Es lo que ocurrió con una población suiza cuando se preguntó a sus habitantes si estarían dispuestos a albergar en su territorio un depósito de residuos nucleares. En la primera encuesta, en la que se apeló a la necesidad nacional, el 51% de los habitantes se mostraron a favor de ceder parte de su pueblo con este objeto.

En la siguiente encuesta, cuando se ofreció dinero a cambio del alojamiento de los residuos, el número de gente que se encontraba a favor bajó en un 25%. Sandel recuerda que en un gran número de casos, el sentimiento de responsabilidad sigue siendo mucho más fuerte que el incentivo económico, por mucho que gran parte de empresarios piensen que es lo único que puede motivar al trabajador. Esa es la salvación para la moral dentro del sistema del mercado, afirma Sandel: el deber cívico es y seguirá siendo mucho más fuerte que el dinero.

“Es momento de preguntarnos si queremos vivir así”, se plantea el célebre filósofo Michael J. Sandel en el prólogo de su nuevo libro, What Money Can’t Buy: The Moral Limits Of Markets (Allen Lane). Para el ensayista norteamericano, hemos cruzado varias líneas morales en nuestro proceso de mercantilización de todos los aspectos de la vida. “Una celda mejor, una madre de alquiler india, la posibilidad de disparar a un rinoceronte en peligro de extinción y el derecho de inmigrar a Estados Unidos”. Todo esto puede ser adquirido por una determinada cantidad de dinero, recuerda Sandel. A cambio, prosigue, nosotros podemos “vender un espacio publicitario en nuestra frente, ser utilizados como cobayas para la experimentación médica a cambio de trescientos dólares o combatir para una empresa militar privada en un país como Afganistán o Somalia”. Negocios que existen en el mundo contemporáneo, puesto que “la lógica de la compra y la venta ya no se aplica solamente a los bienes materiales, sino a todas las facetas de la vida”, como señala en su nuevo libro.