El Louvre abraza lo 'kitsch' y expone una máquina que fabrica excrementos

“Cloaca” es la instalación más famosa del artista belga Wim Delvoye (Gand, 1965). Se trata de una compleja máquina que simula el mecanismo del aparato digestivo y produce heces. Unos operarios "alimentan" al aparato dos veces al día y éste emula al cuerpo humano expulsando excrementos sorprendentemente reales. El aparato no es novedoso, ya que fue exhibido por primera vez en el año 2000, pero sí lo es que uno de sus modelos ocupe los apartamentos privados de Napoleón III, uno de los espacios más emblemáticos del Museo del Louvre.

La comisaria de la muestra, Marie Laure Bernadac, explicó en la presentación de ésta que el objetivo principal es “hacer dialogar pasado y presente”. Un diálogo cada vez más habitual en los museos de raigambre histórica como el Louvre, pero que sigue descolocando a muchos visitantes.

El público está dividido. Para algunos, museos como el Louvre –o el Prado, que también ha coqueteado con el arte contemporáneo, aunque con mucha más cautela– deberían dedicarse por completo al pasado; para otros este tipo de acercamientos hacen que estas instituciones se rejuvenezcan y atraigan nuevos visitantes.

Otros no ven más que una maniobra casi comercial. Es el caso del diario Le Parisien, que lanzó esta pregunta a sus lectores, con un lectura que roza el sarcasmo: “¿El museo más grande del mundo se cansó de su belleza clásica, de las hordas de visitantes que no tienen ojos más que para la Gioconda, al punto de querer sorprender a los turistas?” 

La exposición que ataca por sorpresa

Aunque la obra del artista belga no es la primera creación contemporánea que se muestra en el museo parisino –el arte contemporáneo entró a formar parte del Louvre en 1989, con la construcción de la pirámide de vidrio del arquitecto chino Ieoh Ming Pei que corona el acceso principal–, sí es la más atrevida; y el resto de las piezas de la muestra no desmerecen. 

Nada más entrar al museo, bajo la pirámide de vidrio, los visitantes se encuentran una monumental flecha neogótica de once metros de altura, construida con acero inoxidable cortado con láser. La obra en cuestión, “Suppo” –un título que el propio artista, que fue entrevistado por Efe, considera “abyecto y poco noble”–, viene a ser una especie de supositorio gigantesco con una forma “elegante, aerodinámica y fálica”. Delvoye es el segundo artista que crea una escultura monumental ex profeso para ser instalada en la columna central que descansa bajo la pirámide del Louvre (el primero que abrió la veda fue Tony Cragg, en 2011). 

El resto de las obras de Delvoye están diseminadas por el museo, entablando diálogo con distintas piezas de su vasto catálogo. Entre las 30 obras que atacan al visitante desde cualquier esquina se encuentran vidrieras, porcelanas, piezas neogóticas, cerdos de poliestireno tatuados –una de sus obras más polémicas, que llegó a realizar sobre especímenes vivos–, neumáticos tallados y bronces; todas ellas reflejo de sus múltiples investigaciones sobre las técnicas informáticas y la escultura del siglo XIX.

La idea de distribuir las obras por diversas salas del museo fue una elección intencionada del artista, que se mostró deseoso de que la gente se perdiera “el 50 por ciento" de su exposición: "Que pasen y que no hayan visto nada, que encuentren normales mis extrañas obras o demasiado pequeñas para verlas en estos tiempos en que todo debe ser grande".

La obra de Delvoye ha sido clasificada por los críticos como algo kitsch, una etiqueta que no acaba de convencer al artista. "Lo kitsch es algo que no es verdad", explica. "Esto es un kitsch elevado, un poco aristócrata, y no el que se hace ahora para todo el mundo.Yo ya hice la prueba, hice la cloaca, ahora quiero también probar que sé hacer una obra de arte".