Es noticia
Solá y Oteyza acarician el alma con 'Por el placer de volver a verla'
  1. Cultura
TEATRO

Solá y Oteyza acarician el alma con 'Por el placer de volver a verla'

Miguel Ángel Solá es una fuerza de la naturaleza capaz de sobreponerse a un insólito y gravísimo accidente en menos de dos meses y subirse de

Foto: Solá y Oteyza acarician el alma con 'Por el placer de volver a verla'
Solá y Oteyza acarician el alma con 'Por el placer de volver a verla'

Miguel Ángel Solá es una fuerza de la naturaleza capaz de sobreponerse a un insólito y gravísimo accidente en menos de dos meses y subirse de nuevo al escenario con Blanca Oteyza, su pareja de escena y de vida, para acariciar el alma y decantar amor por el teatro con Por el placer de volver a verla.

La noche del pasado 13 de enero, un día antes del estreno previsto en Madrid de Por el placer de volver a verla Solá (Buenos Aires, 1950) se levantó en mitad de la noche, fue al baño y allí sufrió un colapso vagal que le precipitó contra los hierros del terrario en el que tienen a su tortuga.

 

El resultado fue una lesión facial gravísima que necesitó tres horas y media de quirófano para recomponerle la cara y la mandíbula, en la que ahora aparece una larga cicatriz a la altura de la boca que, ha bromeado hoy, le da un aire a "lo Jocker" de Batman. "Si ya antes me daban personajes duros en cine y en televisión, habrá que ver lo que será a partir de ahora", sonríe un emocionado Solá, que ha querido dar las gracias expresamente a los médicos que le trataron en el hospital Ramón y Cajal.

Está muy feliz porque además de que nadie devolvió las entradas adquiridas para el frustrado debut de enero, en el preestreno de anoche en el Amaya, el público se entusiasmó con esta historia de amor materno-filial escrita por Michel Tremblay y dirigida por Manuel González Gil y tuvieron que salir a saludar varias veces.

 

Recala en Madrid tras pasar por 13 ciudades

La obra, que se estrena oficialmente en el Amaya, ya ha rodado por 13 ciudades españolas y la sensación que tiene es "fantástica", tanto que presiente que sucederá lo que pasó con El diario de Adán y Eva, que él y Oteyza han llevado por todo el mundo durante diez años, incluidos cuatro años y medio en Madrid.

Al actor le hubiera gustado continuar con El diario de Adán y Eva, "retirarse" del teatro con ella pero otro inusual accidente, la lesión medular que sufrió por el embate de una ola hace dos años cuando se bañaba en Canarias, le apartó durante una larga temporada de los escenarios. Ahora está seguro de que "la gente apostará por esta obra" porque volverán a "emocionarse, sentir, pensar y llorar como con El diario de Adán y Eva", dice.

Solá promete que "a los quince minutos" de empezar la obra, los espectadores "habitarán en su propia historia personal" y que "dará igual" si su madre se parece o no a Naná (Oteyza): "en todos existe el sentimiento de la protección, del apoyo de la vida con la vida". Explica que al autor se le ocurrió "a los 50 y pico años" dar gracias a su madre, "a la persona que le dio todo", recuperando su memoria en una obra hecha "sin desgarros, prejuicios ni miedos", y en la que propone que "alguien" es único cuando logra despertar en el otro el placer de volver a verla.

El argentino, que acaba de estrenar en el cine El corredor nocturno, con un compatriota, Leonardo Sbaraglia, afirma que el teatro es su vida, que corre por sus venas y que es la verdad y el territorio del actor mientras que las cámaras son "un juego".

Su mujer, que ha decidido "regalarse" una perra San Bernardo para aliviar "la temporadita" que lleva de sobresaltos, asegura que los espectadores reconocerán en su papel "los gestos y frases de madre", como esa del "vale, no pasó, pero pudo pasar". "Todas somos iguales, exageradas, miedosas, protectoras y corregidoras y siempre nos ponemos en lo peor", aunque ella, admite riéndose, está segura de que con "lo que lleva pasado" con su marido las precauciones sirven de poco.

Miguel Ángel Solá es una fuerza de la naturaleza capaz de sobreponerse a un insólito y gravísimo accidente en menos de dos meses y subirse de nuevo al escenario con Blanca Oteyza, su pareja de escena y de vida, para acariciar el alma y decantar amor por el teatro con Por el placer de volver a verla.

La noche del pasado 13 de enero, un día antes del estreno previsto en Madrid de Por el placer de volver a verla Solá (Buenos Aires, 1950) se levantó en mitad de la noche, fue al baño y allí sufrió un colapso vagal que le precipitó contra los hierros del terrario en el que tienen a su tortuga.