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El viejo inglés en la 'Neutralia' de Franco
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El viejo inglés en la 'Neutralia' de Franco

Llega al fin la traducción de esta novelita que Evelyn Waugh escribiera en 1946, una vez digerido el gran éxito de Retorno a Brideshead -mejor el

Foto: El viejo inglés en la 'Neutralia' de Franco
El viejo inglés en la 'Neutralia' de Franco

Llega al fin la traducción de esta novelita que Evelyn Waugh escribiera en 1946, una vez digerido el gran éxito de Retorno a Brideshead -mejor el libro que la serie, mejor la serie que la película- y que parte de un viaje que el novelista hiciera a España, ese mismo año, invitado al III Centenario de Francisco de Vitoria, en calidad, suponemos, de católico célebre en un entorno hostil.

 

Conviene recordar que Waugh no era un buen viajero; cargaba, como cuenta Miguel Sánchez Ostiz en el prólogo de Una educación incompleta (Libros del Asteroide, 2007), con todos sus prejuicios de clase que, en el caso del autor de Los seres queridos, eran muchos. Su visión de España no es positiva, y no tiene que ver sólo con su rechazo de la dictadura, sino más bien con su conocido esnobismo. No obstante, muestra cierta conmiseración hacia Neutralia, la dictadura mediterránea -que no se corresponde exactamente con España, a pesar de todo, sino que es un “conglomerado”- en la que transcurre buena parte de la acción de la novelita: “Ha sufrido todo mal concebible que un estado pueda heredar. Guerras dinásticas, invasiones extranjeras, sucesiones disputadas, colonias sublevadas, sífilis endémicas, suelo empobrecido, intrigas masónicas, revoluciones, restauraciones, cábalas, juntas, pronunciamientos, liberaciones, constituciones, golpes de estado, dictaduras, asesinatos, reformas agrarias, elecciones populares, intervención extranjera, cancelación de préstamos, inflaciones de moneda, sindicatos, masacres, incendios, ateísmo, sociedades secretas... Complétese la lista, introdúzcanse tantas miserias personales como se desee, y se encontrará todo en los tres últimos siglos de historia neutraliana” (p. 28).

A ese país va a parar el oscuro profesor de clásicas de un colegio inglés cualquiera, Scott-King, “el viejo Scottie; toda una institución escolar, cuyas lamentaciones precisas y ligeramente nasales sobre la decadencia moderna inspiraban constantes parodias” (p. 25). El protagonista, que no llega a ser un trasunto del autor, teme, al igual que éste, la deriva que toma el mundo de la posguerra. El mundo moderno surgido al terminar la Segunda Guerra Mundial está haciendo tambalearse el bien erigido edificio de la civilización occidental, de raigambre británica, y que Waugh advertía en el avance del socialismo, y Scott-King, en la decadencia de los estudios clásicos, al encontrarse cada año con menos alumnos:  “Los padres ya no están interesados en formar al hombre completo. Quieren preparar a sus chicos para empleos en el mundo moderno” (p. 107).

La soledad que sienten creador y criatura, arrinconados por la deriva de una Europa que juzgan errónea y desagradable -y también imparable- coincide con la situación paralela que se encuentran cuando, al finalizar sus respectivos “congresos” se encuentran abandonados por los organizadores y por la propia burocracia británica, sin posibilidad de regresar a casa. Si Waugh consiguió, a través de un amigo, mover algunos hilos diplomáticos, Scott-King no tendrá tanta suerte y caerá en manos del Metro, una organización dedicada a transportar a los ciudadanos europeos que no pueden usar los medios oficiales y legales.

La obrita, que cuenta con la atmósfera de Bienvenido Mr. Marshall en el deambular de recepciones y trasiegos de Scott-King y sus compañeros de congreso por la geografía neutraliana, es un retorno a la sátira tras la excursión dramática a Brideshead. Aquí la ironía ha perdido peso, se hace más cercana al esperpento, pero cuenta con momentos francamente divertidos muchas veces jugando con la barrera idiomática. Que el detonante fuera aquel viaje surrealista a la España franquista es mera curiosidad, pues lo más interesante de la novela es la percepción el estado espiritual de Waugh, un desarraigado permanente, cuando se encuentra con que el mundo al que desesperadamente había intentado acceder -la tradicional Inglaterra regida por la aristocracia y el gentleman- se desmenuza, arrastrado por los vientos infatigables del cambio. Waugh resolverá luchar desde su fortaleza de escritor, lo que le valdrá el rechazo de buena parte de la crítica por su exceso de conservadurismo; Scott-King, desde su cátedra: “pienso que sería una maldad contribuir a que un muchacho se adapte al mundo moderno” (p. 107).

 Neutralia. La Europa Moderna de Scott-King. Ed. Menoscuarto. 112 págs. 12,50 €. (Comprar libro).

Llega al fin la traducción de esta novelita que Evelyn Waugh escribiera en 1946, una vez digerido el gran éxito de Retorno a Brideshead -mejor el libro que la serie, mejor la serie que la película- y que parte de un viaje que el novelista hiciera a España, ese mismo año, invitado al III Centenario de Francisco de Vitoria, en calidad, suponemos, de católico célebre en un entorno hostil.