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Magia literaria sin conjuros
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Magia literaria sin conjuros

En sus 73 años de vida, el profesor Naiyer Masud apenas ha salido de Lucknow, la capital de Uttar Pradesh, ciudad que entró en los anales

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Magia literaria sin conjuros

En sus 73 años de vida, el profesor Naiyer Masud apenas ha salido de Lucknow, la capital de Uttar Pradesh, ciudad que entró en los anales de la historia universal en 1857 cuando estalló la revuelta de los cipayos retratada en Rifles de Bengala, la película protagonizada por Rock Hudson. Allí está la casa construida por su padre, un célebre erudito de la cultura urdu: Adabistan, la “Casa de la literatura”, donde el pequeño Masud se aficionó a la lectura. Todo aquel mundo infantil del autor, en la India aún ocupada por los británicos, está bien presente en las piezas recogidas en Aroma de alcanfor -aunque el ambiente revolucionario de aquellos años no aparece-. Los juegos, las relaciones familiares y sociales, componen un marco costumbrista que, a través de los ojos del niño cobra un brillo mágico, prolongado aún en la mirada del adulto.

Uttar Pradesh, en el norte de la India, es el estado más poblado del país y la entidad supranacional más poblada del mundo, con más de 200 millones de habitantes. Estado musulmán, su lengua principal es el urdu, un idioma muy parecido al hindi pero muy influido por el persa; Masud es doctor tanto en literatura urdu como persa. No extraña entonces el ambiente bagdadí, aunque no vuelen alfombras ni haya genios morando en lámparas. No hay elementos sobrenaturales que sostengan la atmósfera mágica de los relatos, sino sólo un evanescente aroma, no muy distinto del alcanfor que protagoniza el primer relato.

 

Prosa delicada

La sencillez de sus piezas es fruto de un concienzudo trabajo de depuración, que le puede llevar un año hasta que la pieza aparece desnuda de todo ornamento o añadido superfluo, una suerte de relato iceberg que oculta la mayor parte de su cuerpo. La delicadeza de su prosa deja una sensación que, de algún modo, el autor relata en el primer cuento, que además da nombre a la antología, Aroma de alcanfor. Así, al igual que el perfume que elabora el narrador a partir del extracto del Cinnamomum camphora, su prosa “se evapora a la vez que su aroma” y sin embargo sigue presente, como la huella de un recuerdo olvidado.

La narración es tan natural que aún el exotismo de tan lejano país, de una cultura tan ajena, queda disimulado. Masud, que presenta la psicología de sus personajes a través de sus movimientos cotidianos, es un exponente perfecto de lo que señalara Montaigne: que a lo universal se llega a través de lo ultralocal. Esos personajes, que hacen su vida en torno a un puñado de ciudades y aldeas perdidas en el interior del continente indio, a los pies del Himalaya, son representantes perfectos de una literatura universal: Mah Rukh Sultan es Margarita Gautier y en Kale Khan no cuesta reconocer a tantos héroes pasivos del cuento de cualquier tiempo y cultura.

La edición de Atalanta merece unas palabras, no sólo por el acierto de introducir en España a un autor de tal talla literaria, sino por la cuidada edición, que además de la esmerada traducción incluye una entrevista con el autor y su acertada presentación por la traductora, Rocío Moriones Alonso.

Aroma de alcanfor. Ed. Atalanta. 236 págs. 19,50€. Comprar libro.

En sus 73 años de vida, el profesor Naiyer Masud apenas ha salido de Lucknow, la capital de Uttar Pradesh, ciudad que entró en los anales de la historia universal en 1857 cuando estalló la revuelta de los cipayos retratada en Rifles de Bengala, la película protagonizada por Rock Hudson. Allí está la casa construida por su padre, un célebre erudito de la cultura urdu: Adabistan, la “Casa de la literatura”, donde el pequeño Masud se aficionó a la lectura. Todo aquel mundo infantil del autor, en la India aún ocupada por los británicos, está bien presente en las piezas recogidas en Aroma de alcanfor -aunque el ambiente revolucionario de aquellos años no aparece-. Los juegos, las relaciones familiares y sociales, componen un marco costumbrista que, a través de los ojos del niño cobra un brillo mágico, prolongado aún en la mirada del adulto.