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Una exposición en Pekín muestra la belleza efímera de los mandalas
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Una exposición en Pekín muestra la belleza efímera de los mandalas

Una exposición en el distrito artístico de Pekín, de las primeras en la capital china consagradas al arte religioso, mostrará hasta el 1 de mayo la

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Una exposición en Pekín muestra la belleza efímera de los mandalas

Una exposición en el distrito artístico de Pekín, de las primeras en la capital china consagradas al arte religioso, mostrará hasta el 1 de mayo la belleza perecedera de los mandalas tibetanos, enormes pinturas sagradas elaboradas con arena de colores que el viento y el tiempo acabará destruyendo.

Dos meses ha pasado el lama tibetano Jiayam Chumpel en elaborar el mandala de tres metros de diámetro que preside la exposición, una compleja trama de círculos y cuadrados concéntricos cuyo diseño original se encuentra en el Museo de la Provincia de Qinghai (oeste de China) y que por primera vez se muestra en una galería. Para elaborarlo se exigen una precisión y paciencia especiales, mientras el dibujo se va formando con un lápiz de metal desde el que va cayendo la arena, a través de un minúsculo agujero.

Chumpel presidió la inauguración de la exposición el fin de semana, y en su "rueda de prensa" para dar comienzo a la muestra decidió, en lugar de explicar las motivaciones de la obra o sus aspectos técnicos, invitar a los asistentes a una oración, entonada con el característico canto gutural de los lamas tibetanos.

El lama, nacido en 1970 en la provincia de Qinghai (este de la Meseta Tibetana y también patria chica del actual Dalai Lama) es uno de los primeros monjes que ha llevado a museos y galerías el arte religioso budista, normalmente circunscrito a templos y monasterios. Formado desde los 13 años en la confección de thangkas (pinturas murales sagradas) y mandalas, Chumpel contó que estas obras sólo pueden ser elaboradas por los monjes budistas y representan "la casa de Buda".

Destruidos por los propios autores


Chumpel destacó que su intención con la muestra es que la gente pueda ver y apreciar la belleza de los mandalas, ya que normalmente éstos se elaboran para fiestas religiosas especiales para los tibetanos, como el Año Nuevo Tibetano (Losar), y acabadas éstas es destruido por los propios autores con escobas o cepillos.

Este carácter efímero de los mandalas es un reflejo del pensamiento budista, según el cual los mortales no hemos de sentirnos especialmente atados o maravillados por las cosas, incluidas las obras de arte más complejas, ya que todo está destinado a desaparecer. Poco sufren, por tanto, los lamas cuando acaban en pocos segundos con obras que les ha costado meses o incluso años elaborar, pues lo importante de ellas es el momento de hacerlas o contemplarlas, no su supuesta "eternidad".

Los mandalas, palabra que en sánscrito significa "esencia", se originaron en la India y su significado se pierde en la noche de los tiempos, aunque algunos consideran que son representaciones del mundo y sus distintos niveles, o del cosmos. Su aspecto multicolor y circular es una visión común en templos de todo el mundo budista, desde Japón a Nepal, aunque los tibetanos se diferencian del resto por el arenoso material utilizado y por el mencionado carácter efímero.

Los tibetanos no son el único pueblo que gusta de llevar a cabo sus representaciones pictóricas religiosas en arena de colores: también los navajos, indígenas del suroeste de Estados Unidos, son conocidos por sus dibujos con este material, unas obras que en ocasiones guardan un asombroso parecido con los del Tíbet. Esto, unido al parecido facial de tibetanos y esos indios americanos y las similitudes en los vestidos y abalorios que ambos utilizan, ha llevado a algunos a afirmar que navajos y nativos del Techo del Mundo comparten un origen común, aunque lo cierto es que no hay ninguna base científica ni genética que lo demuestre.

 

Una exposición en el distrito artístico de Pekín, de las primeras en la capital china consagradas al arte religioso, mostrará hasta el 1 de mayo la belleza perecedera de los mandalas tibetanos, enormes pinturas sagradas elaboradas con arena de colores que el viento y el tiempo acabará destruyendo.