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Delfines existencialistas y depresivos
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Delfines existencialistas y depresivos

Tao Lin es un tipo peculiar, tanto como para titular una novela ééééé, ééé, éééé, que para quien no lo sepa, es la manera en que

Tao Lin es un tipo peculiar, tanto como para titular una novela ééééé, ééé, éééé, que para quien no lo sepa, es la manera en que los delfines expresan sus emociones, ya sean de felicidad o tristeza, de satisfacción o abulia. También es un tipo lo bastante peculiar como para vender acciones sobre los beneficios de su próxima novela y para, a pesar de su nombre, ser perfectamente norteamericano, tanto por pasaporte como por estructura mental.

 

Así pues, tenemos entre manos una novela peculiar, escrita por un tipo bien peculiar, con un título más que peculiar. Su tema, que no su argumento -pues carece de un argumento al uso-, es la depresión, la depresión inmotivada aunque refrendada por el estado de cosas del mundo. Si la gran novelística del siglo XIX tuvo como núcleo el aburrimiento -se aburría Raskólnikov, se aburría Julien Sorel, se aburrían, mortalmente, Anita Ozores y Emma Bovary-, parece que en los primeros años del siglo XXI -sólo una dislocación de cifras- ese lugar lo va a ocupar la depresión, con Murakami como punta de lanza -aunque Proust, Woolf y Beckett ya hicieron suyo el tema, aunque desde el interior, y no desde el exterior-.

Tao Lin es relativamente célebre por su blog Reader of Depressing Books y por haber publicado a la vez, siendo autor novel, dos libros, éste ééééé, ééé, éééé y Bed, una colección de relatos -algo que, como reza la contracubierta, no ocurría desde 1976, con Ann Beattie, autora de Postales de invierno y Retratos de Will, ambos en Libros del asteroide-. En esta novela se dan cita delfines, osos y hámsters parlantes, alces mudos, Salman Rushdie, Sean Penn -asesinado por los osos- o Elijah Wood -los delfines hacen lo propio-. Esas presencias surrealistas, más bien inclasificables -parecen estar porque sí, sin necesidad narrativa ninguna-, aportan color al relato de Andrew, un joven de 23 años, que vive en Florida y es repartidor de Domino's Pizza -la versión molona de Pizza Hut- y que “en vez de hablar en voz alta con seres humanos de carne y hueso que puedo tocar y mirar, hablo en mi cabeza con humanos de mi pasado a los que probablemente nunca volveré a ver” (p. 9).

En ese diálogo mental se encuentra a salvo, pues las relaciones interpersonales le resultan desconcertantes. Como a muchos otros jóvenes, las convenciones sociales le son ajenas y sólo puede interpretarlas como hipocresía y engaño. Ese desconcierto confirma su estado depresivo, le hace añorar una supuesta edad dorada junto a Sara, el amor de su vida, aunque nunca llegaron a ser pareja y, refugiado en lo más hondo de su mente, da vueltas sobre sí mismo como un animal enjaulado.

El tiempo se anula, piensa en el futuro como si fuera pasado; como toda posibilidad de acción está relacionada con el futuro, anula también cualquier iniciativa, si acaso escribir un libro o hacer una matanza -una palabra que aparece, como mínimo, cada dos páginas- aunque saben que nunca lo harán -él y su muy similar amigo Steve-, porque también les falta iniciativa para subirse a una torre con un rifle de asalto, y no la tienen siquiera para “desatar un caos complejo y profundo” en el McDonald's o el Starbucks y otros establecimientos capitalistas, directamente responsables de la desgraciada situación mundial -siguiendo los dictámenes de la teoría del caos, comerse un Big Mac en Orlando es causa de la infelicidad de los niños japoneses-. 

La novela es desconcertante, tanto como desconcertado está su protagonista. Y por momentos puede resultar tan tediosa como tediosa es la vida para su protagonista; sus escapes oníricos y surrealistas apenas aportan nada y lucen la pátina de algo antiguo y gastado, descartado. No obstante, Tao Lin estructura la novela con una serie de repeticiones unificadoras que mantienen unido el conjunto, y su prosa, en algunos tramos, contiene verdadero aliento poético. Es bello, aunque desesperado, que “Todo el mundo debería ser una persona que se mataría a sí misma en un combate cuerpo a cuerpo” (p. 18).

 ééééé, ééé, éééé.  Ed. El Tercer Hombre. 144 págs. 14 €. Comprar libro

Tao Lin es un tipo peculiar, tanto como para titular una novela ééééé, ééé, éééé, que para quien no lo sepa, es la manera en que los delfines expresan sus emociones, ya sean de felicidad o tristeza, de satisfacción o abulia. También es un tipo lo bastante peculiar como para vender acciones sobre los beneficios de su próxima novela y para, a pesar de su nombre, ser perfectamente norteamericano, tanto por pasaporte como por estructura mental.