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Álvaro Pombo vuelve a casa
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Álvaro Pombo vuelve a casa

Alegrará a muchos saber que Álvaro Pombo, tras su experiencia sideral -que no infructuosa, al menos Virginia o el interior del mundo era una gran novela,

Alegrará a muchos saber que Álvaro Pombo, tras su experiencia sideral -que no infructuosa, al menos Virginia o el interior del mundo era una gran novela, pero fueron piezas menos ambiciosas, en las que optó por dejar tranquila la técnica narrativa-, ha regresado de su viaje con el ánimo renovado. Y vuelve a su casa, no sólo editorial -Anagrama, a la que ha dado sus mejores textos-, sino también literaria. Con La previa muerte del lugarteniente Aloof -un título plenamente pombiano- regresa a la senda de la pura invención narrativa. Esta breve novela es un monumento al juego literario.

 

Tratándose de Pombo, el juego había de ser muy serio, pues si bien enreda y baraja los recursos narrativos y estilísticos a su antojo, el fondo no tiene nada de frívolo. Aunque es su libro más ameno y uno de los más breves, por más que Pombo insista en que la novelita se puede leer en el autobús, a su brevedad no le acompaña la sencillez. Como siempre, requiere un tipo de lector específico, que se ha venido denominando “pombista”, porque suele ser devoto lector. Uno capaz de penetrar su núcleo especulativo totalmente pombiano; además de aportar textura a la narración sirve de ancla filosófica con temas como verdad frente a verosimilitud, sentido de la vida y, principalmente, el regreso del gran tema constante en toda su obra, la falta de sustancia de la condición humana.

Esta falta de sustancia aparece en los dos personajes principales, además dúplice narrador, de la novela. El relato se estructura en dos partes entremezcladas en un diálogo -unidireccional-, el manuscrito que narra el “lugarteniente Aloof”, encontrado por un catedrático de narratología jubilado -tras cuyo “perfil judaizante” no cuesta reconocer al propio autor-, quien glosa dicho texto, el cual comienza a obrar un cambio palpable en un personaje acostumbrado a tratar a la literatura con absoluta distancia -significado del término inglés “aloof” es “distanciado”-. El juego entre estos dos personajes, uno “ficticio” y el otro “real”, traza el eje de la novela; dos personajes que adolecen de falta de sustancia pero que encuentran, ambos, un personaje salvador: respectivamente, Lord Redkins -un inglés vagabundo y ducho en resultar verosímil- y el propio lugarteniente.

Por supuesto, el contenido de esta pequeña joya no se agota con estas pocas líneas. Pombo ha regresado, y lo hace con una obrita de gran riqueza, tanto reflexiva como estilística, en la que el uso de un narrador muy particular, que recuerda e inventa y añade a ello una textura literaria subyugante, repleta de arcaísmos, metafísica y poesía, lo que permite a Pombo hacer gala de una pericia y riqueza estilística al alcance de muy pocos.

La previa muerte del lugarteniente Aloof. Ed. Anagrama. 184 págs. 16 €. Comprar libro.

Alegrará a muchos saber que Álvaro Pombo, tras su experiencia sideral -que no infructuosa, al menos Virginia o el interior del mundo era una gran novela, pero fueron piezas menos ambiciosas, en las que optó por dejar tranquila la técnica narrativa-, ha regresado de su viaje con el ánimo renovado. Y vuelve a su casa, no sólo editorial -Anagrama, a la que ha dado sus mejores textos-, sino también literaria. Con La previa muerte del lugarteniente Aloof -un título plenamente pombiano- regresa a la senda de la pura invención narrativa. Esta breve novela es un monumento al juego literario.

Anagrama