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Marilyn Manson, prisas y decadencia en Madrid
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Marilyn Manson, prisas y decadencia en Madrid

Un buen día, allá por 1996, Marilyn Manson decidió autoproclamarse ‘Anticristo Superstar’, indicio de la actitud provocadora que iba a caracterizar la trayectoria del artista que

Foto: Marilyn Manson, prisas y decadencia en Madrid
Marilyn Manson, prisas y decadencia en Madrid

Un buen día, allá por 1996, Marilyn Manson decidió autoproclamarse ‘Anticristo Superstar’, indicio de la actitud provocadora que iba a caracterizar la trayectoria del artista que anoche, en el Palacio de los Deportes de Madrid, presentó su séptimo disco de estudio, The high end of low.

Siempre a medio camino entre la performance y el concierto en sentido estricto, Manson ha desarrollado un estilo propio, aclamado por unos y despreciado por otros, pero nunca indiferente, durante los quince años transcurridos desde su debut discográfico.

Por esa misma senda, la del maquillaje y la melodía contundente, la del disfraz y la lírica agresiva, la del espectáculo visual y el metal industrial en definitiva, discurrió el concierto ofrecido por Marilyn Manson ante los 7.000 espectadores que se congregaron en el recinto madrileño.

Cuesta abajo

Pasan los años y su presencia mediática declina, pero Manson aún tiene una base de seguidores en constante renovación, como prueban los muchos rostros juveniles que, junto a los más talluditos, conformaban la audiencia reunida en el palacio capitalino.

Aunque sus últimos trabajos no destacan por la avalancha instrumental de sus orígenes, no es menos cierto que Manson aún puede erigir un sólido muro de sonido en actuaciones como la de anoche, que arrancó con la apabullante interpretación de Cruci-fiction in space.

La enérgica Disposable teens enlazó con la no menos exhuberante Pretty as a swastika, ocasión para la que Marilyn Manson coronó su cabeza con una gorra que recordaba a las que usó el ejército alemán durante la segunda Guerra Mundial.

Irónica hasta la médula, Love song dio paso a Irresponsible hate anthem, una atmósfera oscura y recargada tras la que sonaron los acordes de Four rusted horses. La emotiva balada Devour, pieza que abre el último trabajo de Marilyn Manson, se fundió con los primeros compases de Dried up, tied and dead to the world, que preparó el terreno para la singular melancolía de Coma white.

We´re from America puso el toque de resentimiento y rebelión a la velada, que continuó con las muy festejadas The dope show, Rock is dead y las versiones de Sweetdreams -de Eurythmics- y Rock ´n´ roll nigger -de Patti Smith-.

Un buen día, allá por 1996, Marilyn Manson decidió autoproclamarse ‘Anticristo Superstar’, indicio de la actitud provocadora que iba a caracterizar la trayectoria del artista que anoche, en el Palacio de los Deportes de Madrid, presentó su séptimo disco de estudio, The high end of low.

Siempre a medio camino entre la performance y el concierto en sentido estricto, Manson ha desarrollado un estilo propio, aclamado por unos y despreciado por otros, pero nunca indiferente, durante los quince años transcurridos desde su debut discográfico.

Por esa misma senda, la del maquillaje y la melodía contundente, la del disfraz y la lírica agresiva, la del espectáculo visual y el metal industrial en definitiva, discurrió el concierto ofrecido por Marilyn Manson ante los 7.000 espectadores que se congregaron en el recinto madrileño.