Es noticia
Las (sin)razones del asesino
  1. Cultura

Las (sin)razones del asesino

Impedimenta reedita, traducido por primera vez del ruso –Andreu Nin lo hizo en 1931, pero desde el francés–, El caballo amarillo. Diario de un terrorista ruso,

Impedimenta reedita, traducido por primera vez del ruso –Andreu Nin lo hizo en 1931, pero desde el francés–, El caballo amarillo. Diario de un terrorista ruso, una suerte de memorias disfrazadas de novela escritas por el asesino revolucionario Boris Savinkov en 1917, durante su exilio en París. Allí, Apollinaire se refería a él como “notre ami l’assassin”, y es que, ante todo, Savinkov fue eso, un asesino, que narra en esta breve novela, estructurada con la apariencia de un diario, por un lado los preparativos para el asesinato del gobernador general de Moscú, el Gran Duque Sergei Alexandrovich –magnicidio acaecido el 4 de febrero de 1905, en la novela el 18 de agosto–, y por otro el “amor” adúltero del protagonista por Yelena.

 

Su calidad literaria es indudable, desde los personajes al decorado, pero especialmente el ritmo.

De ahí la acusación de Vania: “Tú piensas que eres el superhombre. Y te crees que has encontrado la piedra filosofal, el secreto de la vida. Pero eso no es más que el camino de Smerdiakov” (p. 57). George está lejos de sus compañeros terroristas –y de toda la humanidad, dada su falta absoluta de emociones: “Existe una barrera entre ellos y yo. Es una frontera infranqueable. Y es una espada carmesí” (p. 183)–, porque, mientras que su vida se reduce a la lucha (p. 175) y la muerte (p. 73), porque no reconoce ley alguna (p. 85, p. 135), ellos abrazan diversos motivos emocionales para llevar los bolsillos repletos de bombas y balas.

Así, Fiodor se hace revolucionario por envidia; Heinrich por ingenuidad juvenil; Vania por fanatismo; y Erna por amor –motivos espurios que denotan el escepticismo de Savinkov hacia la Revolución, el mismo que siente hacia el amor y que se manifiesta con Yelena, con quien encuentra la horma de su zapato: padece una psicopatía tan sólida como la suya-.

George es, sin embargo, mucho más pragmático. Los revolucionarios están convencidos de la necesidad de la revolución. Pero en el ambiente no flota esa necesidad. Y es que los revolucionarios no son lamarckistas (“la necesidad crea el órgano”) sino darwinistas (“el órgano crea la necesidad”). George es más que consciente de ello: “No sé por qué no se debe matar. Y nunca entenderé por qué es bueno hacerlo en nombre de la libertad, pero no en nombre de la autocracia” (p. 27).

El caballo amarillo es un retrato nihilista de un psicópata, que encuentra en el asesinato su conexión con la realidad. La calidad literaria de la obra es indudable; desde el perfilado de los personajes, henchidos de vida en apenas unas pinceladas, al decorado, igualmente pintado con sutileza, pero especialmente el ritmo, que no se ve estorbado siquiera por las peroratas teológicas de Vania –la presencia apabullante de San Juan, tanto del Evangelio como del Apocalipsis, aportan una textura mítica y frofética que enriquece el relato-, hacen de la narración una lectura absorbente. Luego será el lector el que deba decidir si un asesino debe ser leído –la eterna cuestión de la moralidad de la literatura-, y si sus (sin)razones pueden interesarle.

 El caballo amarillo. Ed. Impedimenta. 192 págs. 18,20 €. Comprar libro.

Impedimenta reedita, traducido por primera vez del ruso –Andreu Nin lo hizo en 1931, pero desde el francés–, El caballo amarillo. Diario de un terrorista ruso, una suerte de memorias disfrazadas de novela escritas por el asesino revolucionario Boris Savinkov en 1917, durante su exilio en París. Allí, Apollinaire se refería a él como “notre ami l’assassin”, y es que, ante todo, Savinkov fue eso, un asesino, que narra en esta breve novela, estructurada con la apariencia de un diario, por un lado los preparativos para el asesinato del gobernador general de Moscú, el Gran Duque Sergei Alexandrovich –magnicidio acaecido el 4 de febrero de 1905, en la novela el 18 de agosto–, y por otro el “amor” adúltero del protagonista por Yelena.