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Los viejos revolucionarios y sus olvidados méritos
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Los viejos revolucionarios y sus olvidados méritos

Generación Mao es una colección de entrevistas con la que la célebre periodista china Xinran, afincada en Londres, quiere dejar “un testamento a la dignidad de

Generación Mao es una colección de entrevistas con la que la célebre periodista china Xinran, afincada en Londres, quiere dejar “un testamento a la dignidad de las vidas de la China moderna” (p. 19). No quiere que los jóvenes chinos olviden que “las posibilidades de la China contemporánea se han hecho realidad únicamente gracias a los sacrificios y los esfuerzos de sus antepasados” (p. 31).

 

Los entrevistados son unos personajes tan extraordinarios como sencillos que vivieron los años de la Revolución, desde la Larga Marcha hasta la muerte de Mao Zedong, y que además han asistido a los cambios acaecidos desde entonces en la sociedad china. Personajes, generalmente pobres -los protagonistas de esa época eran casi todos campesinos y obreros, por mandato del Partido-, pero también técnicos e intelectuales que conocieron las más duras condiciones de vida. Un viaje por la China de hoy con los ojos puestos en la China de ayer.

En los comienzos de la Revolución, “no había gente mala, nadie tenía fuerzas para hacer nada malo; estábamos todos medio muertos de agotamiento” (p. 89). Había que levantar un país aplastado físicamente tras las guerras civiles y contra el Japón, y espiritualmente tras las guerras del opio. Imbuidos de esperanza y de una resignación que con los años será feliz, estaban dispuestos “a sacrificar nuestra juventud por la patria” (p. 158): aunque esto es causa de posteriores lamentos: “no criamos a nuestros hijos como debíamos por culpa de nuestra entrega al trabajo” (p. 161).

Aunque la Revolución cultural es rechazada por los entrevistados -a veces rechazo comprensivo-, la gestión de Mao Zedong es valorada de manera muy diversa, si bien generalmente coincide con la expresada por Deng Xiaoping -70 por ciento de aciertos, 30 por ciento de errores-. En cambio, la China contemporánea les parece injusta -muchos de ellos apenas sobreviven tras una larga vida de trabajo y sacrificio- y corrupta: “los billetes han encapotado el cielo y nosotros, la gente normal, no podemos ver qué se cuece en las alturas” (p. 112).

Un viaje por todo el país

La autora, que ha realizado su propia “Larga Marcha” de punta a punta del país escuchando estas voces muchas veces apagadas por el estruendo del desarrollismo chino, dirige su obra a los jóvenes chinos que desprecian a las generaciones precedentes por serviles e ignorantes; mientras, mira de reojo a Occidente, que lo ignora todo sobre el gigante asiático, o ignora al menos lo positivo, según denuncia.

Sin embargo, el ejercicio de autocrítica que realiza es parcial e hipócrita, y sólo a nivel de política interna: la corrupción de los funcionarios de bajo rango -disculpados por ignorantes y por el peso de la tradición- y la censura, que todo lo vigila. Los temas espinosos de política exterior se esquivan cínicamente: “la gente de los países en desarrollo creen erróneamente que para nosotros, al igual que para ellos, el dominio militar es necesario para conseguir la paz” (p. 280), afirma; no será, pero mientras Tíbet es ocupado -Xinran sólo se refiere a su “relación” con China-, Taiwán amenazado y su flota de submarinos le disputa el Pacífico a Estados Unidos. Porque, en definitiva, este es un libro patriótico, cuyo objetivo es defender y demostrar la dignidad y el orgullo nacionales de China. A propios y a extraños.

Los occidentales haríamos bien en intentar conocer y comprender a un país enorme y antiguo, que si su descompensado desarrollo no lo hace implosionar antes quizá acabe siendo la cabeza del mundo -como intenta serlo, ahora, de los países pobres-. Pero el camino inverso también debe hacerse; el desconcierto cuando un chino y un occidental se encuentran es mutuo, y el recelo que les separa ambos lo abrigan. Es un recelo atávico y comienza a ser ridículo. Quizá entonces podamos unirnos a la oración con que la autora cierra el libro: “rezo por mi patria; espero que disfrute de paz y que sea fuerte gracias al amor y a las familias felices, y que tenga amigos en todo el mundo” (p. 564).

Una razón extra que el lector español tiene para leer este libro es que muchas de estas historias son extraordinariamente parecidas a las que hemos escuchado a padres y abuelos que padecieron la posguerra; historias de esfuerzo, sacrificio y pobreza, de injusticia y miedo, y a pesar de todo de satisfacción y nostalgia por lo hecho y vivido. Será porque las diferencias entre dictaduras son de grado y no de orientación que estos discursos resultan tan familiares, y esta familiaridad puede ser un buen comienzo para iniciar la comprensión mutua entre dos civilizaciones que deberían ser tan distintas.

Generación mao, Xinran, Ed. Planeta. 600 págs., 24 €. (Comprar libro)

Generación Mao es una colección de entrevistas con la que la célebre periodista china Xinran, afincada en Londres, quiere dejar “un testamento a la dignidad de las vidas de la China moderna” (p. 19). No quiere que los jóvenes chinos olviden que “las posibilidades de la China contemporánea se han hecho realidad únicamente gracias a los sacrificios y los esfuerzos de sus antepasados” (p. 31).