Es noticia
Un huracán de nombre AC/DC arrasa el Vicente Calderón
  1. Cultura

Un huracán de nombre AC/DC arrasa el Vicente Calderón

Hace mucho tiempo, dos hermanos sellaron un pacto con el Diablo: mientras ofrecieran al mundo su talento musical y un directo electrizante, el Señor del Mal

Foto: Un huracán de nombre AC/DC arrasa el Vicente Calderón
Un huracán de nombre AC/DC arrasa el Vicente Calderón

Hace mucho tiempo, dos hermanos sellaron un pacto con el Diablo: mientras ofrecieran al mundo su talento musical y un directo electrizante, el Señor del Mal les otorgaría las fuerzas necesarias para el viaje. Esta noche, en el estadio Vicente Calderón de Madrid, AC/DC ha vuelto a impartir una lección de rock. Cuando aún faltaban varias horas para que empezara el concierto, miles de espectadores aguardaban la apertura de las puertas del coliseo del Atlético de Madrid, esperando con ansiedad el comienzo de esa lluvia trufada de melodías tan sencillas como aplastantes liderada por los hermanos Angus y Malcolm Young.

La espera mereció la pena. Con Brian Johnson al micrófono, Cliff Williams extrayendo rugidos de su bajo, Phil Rudd machacando la batería y los Young rasgando sus guitarras hasta decir basta, AC/DC sirvió en bandeja de plata un recital a la altura de las expectativas. Con exquisita puntualidad inglesa, cuando las agujas del reloj marcaban las diez de la noche, la oscuridad más absoluta inundó el recinto para dar paso a la proyección de una locomotora que marchaba directa al descarrilamiento. Y entonces, como una avalancha metálica, sonaron los acordes de Rock 'n' Roll Train.

Mientras Johnson invitaba al público a subir al "tren del rock", AC/DC atacaba "Black is Black" para calentar los ánimos de unos espectadores que se habían quedado algo fríos con la intermitente llovizna que, durante toda la noche, cayó sobre el recinto. Entre Big Jack y la poderosa Black Ice, composiciones ambas del nuevo álbum, se coló la intergeneracional Thunderstruck, que provocó una explosión de júbilo aderezado con las contorsiones que el sesentón Johnson regalaba a la audiencia congregada.

La velada continuó, al ritmo de la blusera Jack, con un cómico strip-tease de Angus Young que el guitarrista nacido en Glasgow culminó enseñando unos calzoncillos con el emblema de la banda. Para entonces, AC/DC ya había sacado a pasear su repertorio más emblemático, con Hell's Bells, Shoot to Thrill o You shook me all night long abocando al éxtasis colectivo. "War Machine", ilustrada por una proyección en la que un avión dejaba caer un ejército de esculturales mujeres armadas con guitarras eléctricas, enlazó con TNT, donde la voz gutural de Johnson se fundió con los coros de un público entregado.

35 años sobre los escenarios

Mientras oscuros nubarrones se ciernen sobre la industria musical, la oportunidad de ver sobre el escenario a estos australo-británicos permite comprender por qué no se tendrán que preocupar jamás por la piratería o el 'top manta'. Y es que, a una trayectoria erigida sobre la autenticidad durante más de 35 años, AC/DC ha sabido unir la entrega más absoluta en sus espectáculos ante el público. Si no, que se lo pregunten a los 55.000 'maníacos' que hoy ocupaban un Calderón a punto de reventar.

Con el concierto enfilando su última recta, el grupo deleitó con himnos del calibre de Whole Lotta Rosie -con una grotesca muñeca hinchable sobre el escenario- y, sobre todo, Let's There Be Rock, en la que Angus Young mostró su virtuosismo con un solo de 7 minutos en el que, incluso, llegó a tocar con una sola mano. Pero antes de despedirse, AC/DC se sacó de la manga ese Highway to Hell que, con el propio Angus ataviado con sendos cuernos demoníacos, puso a saltar a todo el estadio, de forma que las gradas de cemento se combaban como si fueran de plástico bajo los saltos frenéticos de los espectadores.

Ni toda el agua de un río, en este caso el Manzanares, había bastado para sofocar las enérgicas llamaradas de esta formación que ostenta el récord histórico de discos vendidos, con más de 150 millones de ejemplares despachados. Aprovechando el indudable tirón que posee por estos lares, la banda acaba de lanzar al mercado una edición con los quince vinilos que han publicado a lo largo de su carrera, y una segunda, de carácter limitado, con algunos de sus álbumes más memorables, caso de Black is Black, High Voltage o Highway to Hell. Tras sacudir los cimientos de Madrid, AC/DC pone rumbo al barcelonés estadio Olímpico de Montjuic, donde el domingo está concertada una nueva cita con esta formación surgida de las profundidades infernales.

Hace mucho tiempo, dos hermanos sellaron un pacto con el Diablo: mientras ofrecieran al mundo su talento musical y un directo electrizante, el Señor del Mal les otorgaría las fuerzas necesarias para el viaje. Esta noche, en el estadio Vicente Calderón de Madrid, AC/DC ha vuelto a impartir una lección de rock. Cuando aún faltaban varias horas para que empezara el concierto, miles de espectadores aguardaban la apertura de las puertas del coliseo del Atlético de Madrid, esperando con ansiedad el comienzo de esa lluvia trufada de melodías tan sencillas como aplastantes liderada por los hermanos Angus y Malcolm Young.

La espera mereció la pena. Con Brian Johnson al micrófono, Cliff Williams extrayendo rugidos de su bajo, Phil Rudd machacando la batería y los Young rasgando sus guitarras hasta decir basta, AC/DC sirvió en bandeja de plata un recital a la altura de las expectativas. Con exquisita puntualidad inglesa, cuando las agujas del reloj marcaban las diez de la noche, la oscuridad más absoluta inundó el recinto para dar paso a la proyección de una locomotora que marchaba directa al descarrilamiento. Y entonces, como una avalancha metálica, sonaron los acordes de Rock 'n' Roll Train.

Mientras Johnson invitaba al público a subir al "tren del rock", AC/DC atacaba "Black is Black" para calentar los ánimos de unos espectadores que se habían quedado algo fríos con la intermitente llovizna que, durante toda la noche, cayó sobre el recinto. Entre Big Jack y la poderosa Black Ice, composiciones ambas del nuevo álbum, se coló la intergeneracional Thunderstruck, que provocó una explosión de júbilo aderezado con las contorsiones que el sesentón Johnson regalaba a la audiencia congregada.

La velada continuó, al ritmo de la blusera Jack, con un cómico strip-tease de Angus Young que el guitarrista nacido en Glasgow culminó enseñando unos calzoncillos con el emblema de la banda. Para entonces, AC/DC ya había sacado a pasear su repertorio más emblemático, con Hell's Bells, Shoot to Thrill o You shook me all night long abocando al éxtasis colectivo. "War Machine", ilustrada por una proyección en la que un avión dejaba caer un ejército de esculturales mujeres armadas con guitarras eléctricas, enlazó con TNT, donde la voz gutural de Johnson se fundió con los coros de un público entregado.