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El orgullo por el trabajo bien hecho
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El orgullo por el trabajo bien hecho

Con títulos como La corrosión del carácter, Richard Sennett logró recoger toda clase de parabienes, logrando que coincidieran en la alabanza tanto el lector ocasional de

Con títulos como La corrosión del carácter, Richard Sennett logró recoger toda clase de parabienes, logrando que coincidieran en la alabanza tanto el lector ocasional de ensayo como el especializado. Y no era para menos: gracias a la alianza de técnicas sociológicas y literarias supo lograr un texto de fácil y atractiva lectura, de gran profundidad de pensamiento y que aludía a transformaciones sociales de calado. Y congeniar esos tres aspectos es algo que pocos nombres del ensayo contemporáneo han sabido hacer.

 

Lo que ocurre es que, desde entonces, y a pesar de que sus textos posteriores han transitado caminos estilísticos similares, no ha logrado encontrar una expresión tan acabada. Ensayos como El respeto parecían perderse en un bosque de pequeñas historias, como si el propósito de hacer más accesible y entretenida la reflexión a sus lectores acabase por hacer perder el rumbo al autor; como si se enredase en el storytelling y perdiese de vista las conclusiones a las que pretendía llegar.

El artesano tiene algo de ambas experiencias: también acierta en el asunto y se dispersa en la narración. En todo caso, Sennett sitúa al lector ante una cuestión de gran relevancia en nuestros días como es el modo en que cada profesional se relaciona con su oficio. Parte Sennett de la convicción de que la perspectiva tranquila y reposada con que el artesano enfocaba su tarea nos es más útil hoy que nunca. Es así desde lo puramente individual, ya que un trabajo bien hecho es fuente de satisfacción y orgullo para quien lo realiza. Pero como esa dimensión autovalorativa suele olvidarse, sofocada por el análisis de las demandas materiales o de las exigencias productivas, Sennett se ve obligado a recordarnos aquí que el trabajo tiene que ver con asuntos que van mucho más allá de percibir un mayor salario o de producir más barato.

En segunda instancia, la perspectiva del artesano también es útil como forma de generar conocimiento. En ese orden, el autor contrapone la artesanía a la creatividad, una noción hoy demasiado en boga, siempre ligada a la figura etérea de la inspiración, y que suele ser propiedad exclusiva de unos cuantos genios misteriosamente conectados a ignotas fuentes de conocimiento. Yendo en sentido contrario, Sennett prefiere la más modesta noción de artesano, esto es, la de alguien que ha desarrollado sus habilidades a través de una mejora paulatina enraizada en la acción. Estaríamos, pues, ante aquellos profesionales cuyos tiempos reposados permiten no sólo perfeccionar las enseñanzas recibidas sino ir incorporando fructíferas novedades surgidas de la experiencia práctica.

Desde el enfermero de la seguridad social al programador informático

Desde esta perspectiva, el concepto de artesano que maneja Sennet sirve para referirse (por citar unos cuantos ejemplos que aparecen en el texto) al enfermero de la seguridad social, al arquitecto de centros comerciales o al programador informático. Y es que las profesiones contemporáneas tienen enormes puntos de semejanza con aquellas que forjaron la figura del artesano. Y, por lo tanto, muchas de sus virtudes resultan plenamente aplicables en el suelo actual.

Sin embargo, más que encaminarse por las sendas que recorre Sennett, la realidad lleva a los profesionales por lugares bastante menos agradables: las actuales formas de gestión empresarial están afectando muy directamente, dice el sociólogo americano, a la posibilidad de realizar un buen trabajo. La implantación de métodos provenientes del fordismo hace que, de una parte, la motivación en el empleo esté decreciendo y de otra, que los resultados finales resulten deficientes con demasiada frecuencia. Así, la tendencia a conseguir productos (o diagnósticos, o proyectos o…) más baratos y a acortar los tiempos de realización de las tareas está generando muchos más inconvenientes que ventajas.

Pero, más allá de su expresión actual, lo que pretende Sennett es que seamos conscientes de los beneficios (y de los peligros) que alberga la noción de artesanía. En ella se contienen  virtudes como la inteligencia operativa, el orgullo por el trabajo bien hecho o la capacidad de poner límites a nuestra inventiva, cualidades en las que un pragmatista como Sennett no puede dejar de reconocerse.

Otra cosa es que nos lo cuente con un estilo cada vez más enredado en la retórica anglosajona o que tampoco acierte con la extensión del texto, que se hubiera agradecido más breve. También es cierto que podría haber dado mayor alcance a sus reflexiones, que apuntan caminos que nunca llegan a recorrer. Pero se trata de defectos que sus seguidores entenderán menores al lado de los aciertos del texto. Si no es el caso, mejor empezar por La corrosión del carácter.

 

LO MEJOR: Sennett siempre es sugerente.

LO PEOR: Con menos retórica y un mejor enfoque el texto ganaría bastante.

El artesano. Ed. Anagrama. 407 páginas. 20 €. Comprar libro

Con títulos como La corrosión del carácter, Richard Sennett logró recoger toda clase de parabienes, logrando que coincidieran en la alabanza tanto el lector ocasional de ensayo como el especializado. Y no era para menos: gracias a la alianza de técnicas sociológicas y literarias supo lograr un texto de fácil y atractiva lectura, de gran profundidad de pensamiento y que aludía a transformaciones sociales de calado. Y congeniar esos tres aspectos es algo que pocos nombres del ensayo contemporáneo han sabido hacer.