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La imaginación es el mejor juguete
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La imaginación es el mejor juguete

¿Si te encontraras un gorila en un árbol, qué le pedirías? Exacto, ayuda para los deberes. Y luego quizá escucharías con él la trompetita de los

¿Si te encontraras un gorila en un árbol, qué le pedirías? Exacto, ayuda para los deberes. Y luego quizá escucharías con él la trompetita de los peces, en un mar anaranjado. Porque, a ojos de un niño lo imposible es lo más natural, lo natural es aburrido y es divertido lo impensable. Heinz Janisch e Isabel Pin nos lo recuerdan en el delgado pero suculento Una nube en mi cama, editado por Lóguez. Todo comienza cuando a una niña, vestida de rojo y verdes medias, le visita una nube en su habitación. Este suceso, que rompe con el flujo natural de las cosas, provoca una oleada de pensamientos que los adultos entendemos como poéticos pero que para un niño es, simplemente, lenguaje.

 

Es habitual que, en televisión, se aprovechen de esta visión poética de la realidad que tienen los niños. “Juego de niños”, aquél que premiaba con gallifantes, fue uno de los que mejor lo explotaron. Más recientemente, “El hormiguero” ha compilado un libro con adagios infantiles. Es en los libros donde más recurrentemente se ha plasmado la poesía infantil, aunque con lógica es un adulto que conserva la mirada pueril el que se encarga de trasladarla al papel.

 Este es uno de esos libros que, cuando el pequeño lee por primera vez, de algún modo le provoca una impresión duradera. Incluso de adulto lo recordará. Y no obstante, aunque la poesía de Janisch tiene este poder, es la acuarela de Pin la que alcanza una mayor belleza, una mayor profundidad poética y narrativa. Así, no nos muestra al gorila con la niña, sino los pies de ésta pendientes de una rama y una cáscara de plátano cayendo. Son imágenes que se graban en la sensible mente del niño, desatando en él esa mirada que, con el adocenamiento que imprime el exceso de horas ante el televisor o los juegos demasiado completos –es decir, que necesitan menos imaginación para llevarse a cabo-, muchos niños sienten lastimosamente quebrantada.

Lóguez

La pequeña editorial salmantina pone un celo exquisito en sus publicaciones, de las que Una nube en mi cama es un magnífico ejemplo. Isabel Pin aplica también su expresiva y divertida mano en Cuando todos regresaron a casa, en la que Tom hace un dibujo que altera a los adultos, de tal manera, que caen en el mayor de los ridículos. Otro buen ejemplo, aunque para niños ya máss crecidos –a partir de 11 años- es Un año en el faro de Miren Agur Meabe, un libro sobre “el amor y el odio, la amistad y la traición, las grandezas y las miserias del ser humano, así como el sufrimiento y la esperanza de su pueblo”. Una novela realista, y por ello muy distinta de lo que se suele ofrecer a los  niños, que ha recibido varios galardones y ha sido nominada para la Lista de Honor del IBBY -The International Board on Books for Young People- de 2008.

Y mañana… Libro de monstruos españoles. Nuestras criaturas fantásticas corren un grave peligro: las estamos olvidando.

¿Si te encontraras un gorila en un árbol, qué le pedirías? Exacto, ayuda para los deberes. Y luego quizá escucharías con él la trompetita de los peces, en un mar anaranjado. Porque, a ojos de un niño lo imposible es lo más natural, lo natural es aburrido y es divertido lo impensable. Heinz Janisch e Isabel Pin nos lo recuerdan en el delgado pero suculento Una nube en mi cama, editado por Lóguez. Todo comienza cuando a una niña, vestida de rojo y verdes medias, le visita una nube en su habitación. Este suceso, que rompe con el flujo natural de las cosas, provoca una oleada de pensamientos que los adultos entendemos como poéticos pero que para un niño es, simplemente, lenguaje.