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El miedo, el arma más poderosa
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El miedo, el arma más poderosa

La Fura dels Baus recupera su faceta combativa tras sorprender gratamente con un montaje muy ceñido al texto que adaptaba, la muy correcta Metamorfosis. El grupo

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El miedo, el arma más poderosa

La Fura dels Baus recupera su faceta combativa tras sorprender gratamente con un montaje muy ceñido al texto que adaptaba, la muy correcta Metamorfosis. El grupo catalán se acerca al tema del terrorismo gracias a una obra creada por David Plana que se inspira en los hechos sucedidos en el teatro Dubrovka de Moscú en el año 2002, cuando un grupo terrorista checheno lo tomó durante dos días y medio. A partir de ahí imagina a un grupo armado interrumpiendo la representación de Boris Godunov, un texto de Pushkin en el que se reflexiona acerca de la violencia como medio eficaz de producir cambios en el devenir de la política. Así, las acciones de los terroristas entran en diálogo con la representación para que ambas acaben postradas al eterno dilema de si el fin justifica los medios o si de la violencia, la guerra, es uno de los más potentes motores de la historia.

Con un aire grandioso que en buena medida procede de una escenografía proyectada sobre un lienzo blanco y la magnificencia de unos coros rusos como banda sonora, la obra de Boris Godunov va alternándose con el trascurso del secuestro, que comienza con atronadores disparos y consigue aumentar progresivamente la tensión en el patio de butacas debido a la agresividad y la fuerza de sus intérpretes, que se dedican al poco de hacer su aparición a llenar de bombas todo el teatro.

Las sensaciones son ciertamente encontradas: los espectadores se observan unos a otros con sonrisas cómplices al principio, transformadas después en rostros de seriedad. El efecto buscado se consigue. Desde luego, aunque por momentos se note algún matiz en la interpretación de los dos cabezas del grupo, el más racional y el más impulsivo, ligeramente forzada. Algo que no ocurre con las dos actrices, Sara Rosa Losilla y Fina Rius, que logran los momentos más sobrecogedores de todo el espectáculo.

Entre esa maraña de llamadas de teléfono de los secuestrados, de fragmentos de la caída y ascenso en el poder ruso de finales del XVI, de videos que muestran un exterior de teatro por el que se mueven los terroristas, o imágenes del gabinete de crisis con el que el presidente de un hipotético país pretende acabar con el secuestro, surge el elemento discursivo de todo el asunto: la mediadora enfrentándose al cabecilla. “Es que para salvar al mundo no podéis destruir el mundo", le argumenta, a lo que el terrorista contesta: "La guerra ya no es la continuación de la política con otros medios; la política es la continuación de la guerra con otros miedos". El miedo, de nuevo, como el arma más poderosa para imponer el orden que se desea.

La Fura golpea de nuevo. Sí. Sacude. Por supuesto. Pero se echa de menos algo más contenido en todo lo mostrado. Que los impactos no vengan solo de las balas de fogueo, sino de un mejor material para la reflexión. Y es que finalmente este grupo armado abandona el teatro sin que hayan movido más allá que algunos de nuestros miedos.

LO MEJOR: Las sensaciones de angustia que es capaz de crear.

LO PEOR: Le falta mayor contundencia discursiva.

La Fura dels Baus recupera su faceta combativa tras sorprender gratamente con un montaje muy ceñido al texto que adaptaba, la muy correcta Metamorfosis. El grupo catalán se acerca al tema del terrorismo gracias a una obra creada por David Plana que se inspira en los hechos sucedidos en el teatro Dubrovka de Moscú en el año 2002, cuando un grupo terrorista checheno lo tomó durante dos días y medio. A partir de ahí imagina a un grupo armado interrumpiendo la representación de Boris Godunov, un texto de Pushkin en el que se reflexiona acerca de la violencia como medio eficaz de producir cambios en el devenir de la política. Así, las acciones de los terroristas entran en diálogo con la representación para que ambas acaben postradas al eterno dilema de si el fin justifica los medios o si de la violencia, la guerra, es uno de los más potentes motores de la historia.