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La costumbre de vencer. Un año de Tercios en las librerías
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La costumbre de vencer. Un año de Tercios en las librerías

Desde que se estrenara Alatriste hace ahora un año, las editoriales han aprovechado el tirón del cine, como suele ser habitual, para disponer una batería de

Desde que se estrenara Alatriste hace ahora un año, las editoriales han aprovechado el tirón del cine, como suele ser habitual, para disponer una batería de libros relacionados, bien con el periodo histórico, bien directamente con los ejércitos ‘imperiales’ españoles como protagonistas. No suelen faltar títulos referidos a los famosos tercios, que aparecen como un goteo constante; ahora, quizá no sean tan famosos como pensamos. En Técnicas bélicas del mundo moderno (Libsa) apenas se les presta atención -como si en una historia militar del s. XX no se juzgase necesario aludir al ejército estadounidense-, si bien precisamente por ello tiene cierto interés al ofrecer una visión general del resto de ejércitos europeos del momento.

Una introducción sencilla y muy didáctica es Tercios de España (comprar libro) (Edaf), que ofrece una visión romántica y eminentemente positiva de los tercios y del soldado gentilhombre, desde un punto de vista admirativo y generoso. Se puede decir que es una versión juvenil de la básica De Pavía a Rocroi de Julio Albi. Curiosamente, en su galería de soldados ilustres falta Sancho Dávila, aunque aparece citado abundantemente en el texto, como no podía ser de otra manera. Este pequeño error es reparado parcialmente por la novela El castellano de Flandes (comprar libro) (Martínez Roca), del profesor de la Complutense Enrique Martínez Ruiz. En ella desarrolla, concediendo lo justo a la imaginación, la vida de aquel gran soldado a las órdenes de Felipe II; como novela es más bien floja, precisamente por el excesivo didacticismo que lastra el desarrollo de la acción, aunque ello es también, de otro modo, una virtud, al mostrar con gran fidelidad el carácter y la historia de aquellos ‘magníficos señores’, como les llamaban sus mandos.

No han faltado, pues, obras de ficción sobre los tercios, como no ha faltado el pertinente tomo de la serie Alatriste, Corsarios de Levante, que va completando el fresco revertiano de la España del Siglo de Oro que comenzara hace ya once años. Claro que también existe la posibilidad de leer, de primera mano, el relato de la vida de uno de aquellos soldados. El Discurso de mi vida, de Alonso de Contreras, experimenta periódicas reediciones y este año de ‘terciomanía’ no podía ser menos, con dos ediciones. La tinta del calamar propone un volumen bien diseñado -muy contemporáneo- que persigue facilitar la lectura con un formato muy cómodo, las notas imprescindibles, y además un glosario y una toponimia que facilitan al lector el seguimiento de la narración. En cambio, la edición de Langre (comprar libro), mucho más elaborada, es un precioso tomito que incluye mapas y láminas mientras acompaña el texto con notas al margen.

No faltan tampoco biografías de los grandes generales que sirvieron al Rey Católico en las interminables guerras de Flandes, y que reseñamos con amplitud anteriormente. La Guerra de los Ochenta Años es, para los tercios, el conflicto por antonomasia. Sus mayores glorias -y humillaciones- provienen de aquella remota herencia que se vieron obligados a defender con sangre y oro en abundancia. En estado de guerra (comprar libro) (Universidad de Córdoba) aporta una perspectiva política de gran interés para revelar algunos de los motivos por los que el ejército más potente de la época no pudo derrotar a un pequeño estado recién nacido: el constante desacuerdo -cuando no franco enfrentamiento- entre los mandos políticos y militares de Flandes. Otra de las razones, perfectamente señalada en el clásico de G. Parker El ejército de Flandes, era la distancia.

El cordón umbilical del Camino Español origina el viaje de Martínez Laínez contado luego en Una pica en Flandes (comprar libro) (Edaf). Por supuesto, no pretende enmendar al historiador británico, sino aportar un enfoque nuevo, el seguimiento físico del Camino. Este libro de viajes, narrativo y accesible, va descolgando relatos históricos al paso de los lugares que hace más de cuatro siglos cruzaron las tropas del duque de Alba. Aunque algo repetitivo, es muy recomendable, especialmente porque, como denuncia página tras página, la huella española en Europa ha sido borrada por el rencor o la desidia.

Se sabe que una de las razones que contribuyeron a la derrota -si es que hubo tal- ante Holanda fue el abandono del mar, lo que parece reproducirse en la literatura específica. Afortunadamente, contamos con algunas valiosas piezas como La batalla naval de las Dunas (comprar libro) (Sílex), de Víctor San Juan. Se trata, además de la reconstrucción del desastre de los Downs, de una reivindicación del galeón como nave perfectamente válida y clave en el sostenimiento de las posesiones de ultramar, así como una revalorización del almirante don Antonio de Oquendo como el gran marino que fue. Un magnífico estudio al que sólo se le pueden poner algunos peros, como la desinteresada revisión ortotipográfica -si es que la hubo-, pues nadie parece haber advertido que al prior de Crato se le llama reiteradamente Antonio de Oquendo, confundiéndolo con el protagonista de esas páginas, y hasta se llega a repetir un párrafo entero.

El mismo error es imputable a las dos editoriales que se disputan el título del ‘Osprey español’, Almena y La Espada y la Pluma -aunque por tamaño y calidad del catálogo, la primera lleva buena ventaja-. Almena, bragada veterana en estas lides, a parte de los tomos dedicados al ejército moderno español en la colección ‘Guerreros y batallas’ - Rocroi, 1643; Garellano, 1503; Breda, 1625- publicó este año El ejército español en la guerra de los 30 años (comprar libro). Se trata de un ensayo sencillo y claro, de poco calado, sobre la participación española en el gran conflicto del XVII. Aunque incluye poco más que una descripción de las tropas y su organización, así como de algunas batallas relevantes ´-Nördlingen y Rocroi-, su apartado gráfico es sumamente interesante y didáctico, con esquemas muy buenos de armamento y poliorcética básica que revalorizan el tomo.

Por su parte, La Espada contribuye con un escueto folleto de escasa elaboración, pero de un tema irresistible para el aficionado: Tercios de Carlos II durante la Guerra de los Nueve Años (comprar libro). Apenas hay bibliografía de los ejércitos de la época, cuando ya el sueño imperial se ha roto definitivamente y España es un juguete en manos del resto de potencias europeas, y este es el gran acierto de su publicación.

Desde que se estrenara Alatriste hace ahora un año, las editoriales han aprovechado el tirón del cine, como suele ser habitual, para disponer una batería de libros relacionados, bien con el periodo histórico, bien directamente con los ejércitos ‘imperiales’ españoles como protagonistas. No suelen faltar títulos referidos a los famosos tercios, que aparecen como un goteo constante; ahora, quizá no sean tan famosos como pensamos. En Técnicas bélicas del mundo moderno (Libsa) apenas se les presta atención -como si en una historia militar del s. XX no se juzgase necesario aludir al ejército estadounidense-, si bien precisamente por ello tiene cierto interés al ofrecer una visión general del resto de ejércitos europeos del momento.

Una introducción sencilla y muy didáctica es Tercios de España (comprar libro) (Edaf), que ofrece una visión romántica y eminentemente positiva de los tercios y del soldado gentilhombre, desde un punto de vista admirativo y generoso. Se puede decir que es una versión juvenil de la básica De Pavía a Rocroi de Julio Albi. Curiosamente, en su galería de soldados ilustres falta Sancho Dávila, aunque aparece citado abundantemente en el texto, como no podía ser de otra manera. Este pequeño error es reparado parcialmente por la novela El castellano de Flandes (comprar libro) (Martínez Roca), del profesor de la Complutense Enrique Martínez Ruiz. En ella desarrolla, concediendo lo justo a la imaginación, la vida de aquel gran soldado a las órdenes de Felipe II; como novela es más bien floja, precisamente por el excesivo didacticismo que lastra el desarrollo de la acción, aunque ello es también, de otro modo, una virtud, al mostrar con gran fidelidad el carácter y la historia de aquellos ‘magníficos señores’, como les llamaban sus mandos.