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En tierras de dolor y belleza
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En tierras de dolor y belleza

Autor: Hertha Müller Editorial: Siruela Entre los muchos escritores que se oponen al totalitarismo, Herta Müller es de los pocos que puede decir que, realmente, ha sido

Entre los muchos escritores que se oponen al totalitarismo, Herta Müller es de los pocos que puede decir que, realmente, ha sido víctima de la barbarie en sus propias carnes. Integrante del ‘Aktionsgruppe Banat’, su lucha por los derechos de la minoría alemana en Rumanía le valió la persecución de la Securitate, la policía política de Ceaucescu. Tras negarse a colaborar con ellos se le prohibió publicar y también viajar. Al final, tras años de calvario, logró emigrar a Alemania donde vive y escribe. En su obra retrata la vida cotidiana de las minorías de habla germana en la Rumanía rural. Dos buenos ejemplos de ello son estos En tierras bajas (en adelante, ’T’) y El hombre es un gran faisán en el mundo (en adelante, ‘F’), que acertadamente reedita ahora Siruela. En ‘Las cartas bebidas’ (F, 58 y ss.) hay una exposición diáfana del clima de corrupción y opresión de la minoría alemana. Ambos libros -el primero de ellos formado por quince relatos y el segundo, una novela episódica- comparten escenario y muchas otras características.

Así, la aldea de ‘F’ tiene un estanque con un molino a su vera, y cerca un monumento a los caídos; en el relato Peras podridas de ‘T’ se repite la vecindad de aceña y estanque, con una cruz de los héroes. En concreto, el relato En tierras bajas que da nombre al libro guarda numerosas semejanzas, incluso en extensión, con la breve novela ‘F’. Ambos libros se complementan. El mundo rural en el que se desarrollan, frío y brutal, queda representado en ‘F’ por las ansias de Windisch y su familia por emigrar, y en ‘T’ por el constante maltrato que la narradora recibe por parte de sus padres -y algo menos por su abuela-. En ambas, el matrimonio es más un castigo que un premio; no puede haber amor, la vida es demasiado dura: “Durante el día trabajaban y no se veían, por la noche dormían espalda contra espalda y tampoco se veían” (T, 86). Así, la niña de ‘T’ juega a papás y mamás con su amigo representando lo que ve en casa, pero también lo que podría haber visto en la de Windisch (B, 111).

Por supuesto, hay más elementos en común. Ambos libros están repletos de referencias naturales, tanto de fauna como de flora, salvaje y doméstica o cultivada. Pero también abunda, como muestra de barbarie, el recurso de los aldeanos a la superstición, especialmente encarnada en la lechuza, augur de la muerte. “La lechuza ya no ulula. Se ha posado sobre un techo. ‘La vieja Kroner debe haberse muerto’, piensa Windisch” (F, 50). También hay un manzano que devora sus propias manzanas (F, 39), sangre de macho cabrío que vuelve estéril la tierra (F, 37) o serpientes que envenenan la harina con sus babas. La muerte es una presencia constante en ambos libros, también físicamente en forma de cadáveres; la muerte se presenta de manera muy cruda, pero Müller también es capaz de referirse poéticamente a la muerte: ‘En la cabeza ahuecada de mi padre, su vela ha dejado de embromarlo” (B, 47).

El mundo de la superchería aparece también en forma de sueños, premonitorios o místicos -en el sentido de experiencias de gran intensidad capaces de modificar la conducta del individuo-. Especialmente abundantes en En tierras bajas suelen ser los sueños de dolor y muerte y, como casi cada página de ambos libros, de intensa tristeza. Ésta se refleja en algunos objetos como pájaros disecados, una lágrima de vidrio que se rellena con agua de lluvia, o las rosas blancas junto al monumento a los caídos. Y, en ‘T’, la niña-narradora declara que “ya he querido morir varias veces, pero no ha sido posible” (B, 112). No obstante, el estilo con el que Müller cuenta todo esto es rico y poético, plagado de metáforas brillantes especialmente relacionadas con el mundo natural. No hay flujo narrativo, no hay acción contínua: es una sesión de diapositivas -cada una de ellas muy cuidada- y no una película. En sus momentos más intensos, la acción es pausada y solemne como una marcha fúnebre.


EN TIERRAS BAJAS
Páginas: 182
Precio: 15,90 €
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Esta colección de relatos, como ya dijimos más arriba, contiene uno que da nombre al libro y resulta ser un compendio de ambos: bucolismo dramático, muerte -la muerte es omnipresente, así como los cadáveres, de humanos o de animales-, abundancia de metáforas, supersticiones, quiebra familiar, pobreza, opresión. En él destaca la barbarie, sobre personas -la niña que narra la historia- y, especialmente, sobre animales. Así, rompen la pata de una ternera para poder sacrificarla, previo soborno al veterinario, y luego la matan de un martillazo en la cabeza. Es una barbarie que no respeta nada: “La golondrina tuvo que seguir incubando encima de una ejecución” (B,74). Es un mundo atroz que la narradora no entiende, cuya brutalidad, eso sí, cotidiana, no consigue asumir.


EL HOMBRE ES UN GRAN FAISÁN EN EL MUNDO
Páginas: 120
Precio: 20 €
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Lo más llamativo es, sin duda, su título. Cabría imaginar que la autora lo aclara en el interior, pero no es así. Al lector no le queda sino interpretar. Esta breve novela narra la historia de una familia suaba que trata de conseguir permiso para emigrar a su tierra de origen, Alemania. El relato de la vida de la esposa de Windisch en Rusia está en ‘La sopa de hierbas’ (F, 97 y ss.). Un capítulo crudo y bello con varios elementos reiterados, como la variación del nombre de la mujer, la metáfora del erizo por el hambre, los diferentes hombres que la acogen -hasta que mueren- o la ropa con la que se calienta cada invierno. Es un relato más poetizado que realista, mitificado si se quiere -cada amante le dura un año, y luego muere-.

Entre los muchos escritores que se oponen al totalitarismo, Herta Müller es de los pocos que puede decir que, realmente, ha sido víctima de la barbarie en sus propias carnes. Integrante del ‘Aktionsgruppe Banat’, su lucha por los derechos de la minoría alemana en Rumanía le valió la persecución de la Securitate, la policía política de Ceaucescu. Tras negarse a colaborar con ellos se le prohibió publicar y también viajar. Al final, tras años de calvario, logró emigrar a Alemania donde vive y escribe. En su obra retrata la vida cotidiana de las minorías de habla germana en la Rumanía rural. Dos buenos ejemplos de ello son estos En tierras bajas (en adelante, ’T’) y El hombre es un gran faisán en el mundo (en adelante, ‘F’), que acertadamente reedita ahora Siruela. En ‘Las cartas bebidas’ (F, 58 y ss.) hay una exposición diáfana del clima de corrupción y opresión de la minoría alemana. Ambos libros -el primero de ellos formado por quince relatos y el segundo, una novela episódica- comparten escenario y muchas otras características.