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El tejido del apocalipsis
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El tejido del apocalipsis

Hasta 1975, el Líbano era conocido como ‘la Suiza de Oriente Medio’ por su prosperidad económica. Era una sociedad multicultural, sin tensiones aparentes entre los grupos

Hasta 1975, el Líbano era conocido como ‘la Suiza de Oriente Medio’ por su prosperidad económica. Era una sociedad multicultural, sin tensiones aparentes entre los grupos étnicos y religiosos que la integraban. Pero en esa fecha comenzó un enfrentamiento militar que, con breves periodos de paz, continúa hasta ahora. La segunda novela que Huda Barakat publica en España comienza con la Guerra de los Dos Años, enfrentamiento entre cristianos y musulmanes que, en realidad, duraría cinco, hasta 1980. El narrador y protagonista es un vendedor de telas a quien la guerra arrebata su hogar y su trabajo. Despojado de bienes materiales y marcado por un pasado familiar difícil y una ruptura amorosa, comienza entonces a vagabundear por la ‘zona cero’ del centro de Beirut, arrasada y desierta, hasta que se decide a visitar su tienda, la que fue de su padre.

La encuentra, como todo lo demás, carbonizada. Nada queda de aquellas falsas telas sintéticas, reducidas a partículas como canicas. Para él, como para su padre, el tejido define toda una Weltanschauung -en la que tejido, palabra y realidad se confunden- y la degeneración del negocio, en lo que denominan era del diolen, es la misma degeneración de la sociedad. Pero del diolen ya sólo quedan fragmentos informes, y el incendio que sufre su tienda es el fin del mundo degenerado, así que al limpiar la ceniza y restos de las telas sintéticas que caracterizaron su decadencia, barre su mundo roto y su fracaso. A pequeña escala, es lo que pensaba su abuelo de la misma Beirut, una ciudad “construida bajo la influencia de Saturno”, destruida sucesivamente por guerras y catástrofes naturales, y renacida de sus cenizas, porque es su sino, porque es el precio que ha de pagar por su prosperidad.

No obstante, sobrevivirán las telas más ricas y lujosas, que habían sido retiradas al sótano pues en la era del diolen ya nadie las reclamaba. Y decimos bien que ‘sobreviven’, porque las telas son algo casi orgánico, una piel exenta. En ese regreso a la situación edénica, en pleno centro de la ciudad y rodeado de una total destrucción, las telas no sólo calientan y confortan, las telas están vivas, evocan el recuerdo y la emoción, la caricia de su amor perdido por Shamsa. Así se va componiendo la narración, mientras este nuevo Adán renombra el mundo posapocalíptico recuerda a su familia y su amor frustrado por la “enfermedad de la seda”. La vida se esconde bajo tierra, como sus telas, como los pasadizos de la iglesia de San Jorge; renace y brotan los manantiales y las plantas.

La composición de la novela es compleja, pues además de narrar el presente edénico y la memoria familiar y romántica, Barakat intercala breves ensayos que explican la historia de las destrucciones de la ciudad, o la particular filosofía de la tela de Nicolás (p. 138 y ss.) y el origen de los diferentes tejidos, que relata a Shamsa -actuando como un remedo de Sherezade-. De esta manera resulta una novela de gran fuerza poética, que no descuida el fondo político y que cobra una dimensión simbólica poderosísima, en la que los diferentes planos de la acción sirven para reinterpretarse mutuamente.

Hasta 1975, el Líbano era conocido como ‘la Suiza de Oriente Medio’ por su prosperidad económica. Era una sociedad multicultural, sin tensiones aparentes entre los grupos étnicos y religiosos que la integraban. Pero en esa fecha comenzó un enfrentamiento militar que, con breves periodos de paz, continúa hasta ahora. La segunda novela que Huda Barakat publica en España comienza con la Guerra de los Dos Años, enfrentamiento entre cristianos y musulmanes que, en realidad, duraría cinco, hasta 1980. El narrador y protagonista es un vendedor de telas a quien la guerra arrebata su hogar y su trabajo. Despojado de bienes materiales y marcado por un pasado familiar difícil y una ruptura amorosa, comienza entonces a vagabundear por la ‘zona cero’ del centro de Beirut, arrasada y desierta, hasta que se decide a visitar su tienda, la que fue de su padre.