Es noticia
El bisturí luminoso de Juan Pablo Colmenarejo
  1. Comunicación
MUERE A LOS 54 AÑOS

El bisturí luminoso de Juan Pablo Colmenarejo

De repente. Como una mala noticia que llega de sopetón y coge a la redacción desprevenida. Así ha muerto Colmenarejo a los 54 años

Foto: Juan Pablo Colmenarejo. (Onda Madrid)
Juan Pablo Colmenarejo. (Onda Madrid)

Los periodistas no son mejores que el resto de la población. Incluso, en demasiadas ocasiones, son peores. Pero hay algo que los hace distintos: es muy fácil medir su honestidad intelectual. Al fin y al cabo, la honradez es la materia prima con la que trabaja esta profesión. Cualquiera puede obtener una noticia, pero si se la manipula de forma grosera, deja de serlo. Es basura.

No es que los periodistas sean especiales, que no lo son, sino, simplemente, que todo queda grabado o escrito en tinta en aquellas planchas que daban munición a las viejas rotativas. Mucho más, si cabe, si se trata de un programa de radio donde cada día te la juegas en directo. Sin filtros, sin trucos. Sin fechorías intelectuales.

Juan Pablo Colmenarejo hizo miles de horas de radio, pero nadie podrá decir que no obró con honradez, con la honestidad de los mejores. Sin oportunismos baratos que denigran la profesión. Con esa dignidad que consiste en interpretar la realidad de forma pulcra, como si manejara con maestría un bisturí en tiempos duros en los que el periodismo se construye a machetazos, sin la precisión de un cirujano, siempre obligado a conseguir que el resultado de la intervención sea limpio. Transparente. Nítido. Al fin y al cabo, la pulcritud, que otra cosa es la información sin aditivos, es lo más importante para un periodista. Esa pulcritud que es justo lo contrario de intentar persuadir a los oyentes, a los lectores o a los espectadores con medias verdades o con deliberados y artificiosos sesgos ideológicos.

Algunos creerán que eso es imposible en un medio de comunicación, y es probable que tengan razón en muchos casos, pero existe una herramienta muy eficaz para evitarlo y merece la pena tenerla en cuenta. Hay muchos que lo consiguen. Y no es otra que crear un clima de confianza, de camaradería, entre todos los que participan en un programa de radio: los productores, los técnicos, los redactores y, por supuesto, los colaboradores. En una palabra, como dicen en el teatro, transmitir verdad. De eso se trata.

Foto: El periodista Juan Pablo Colmenarejo.

Es así, y no de otra manera, como se mide la honestidad, la franqueza en el análisis y hasta la decencia. En una palabra, la libertad en el sentido profundo del término, y no en aquel que se convierte en un latiguillo. Una vez le preguntaron a Rafael Alberti, que fue director del Museo del Prado durante la guerra, por el cuadro que salvaría ante un bombardeo, y respondió que no dejaría que los obuses cegaran la luz que entra a raudales por los enormes ventanales del museo en la horas más hermosas de las mañanas de Madrid. Sin esa luz, el museo no existiría. Ni Goya, ni Velázquez ni Rubens. Nadie. Es la luz lo que permite que veamos a Tiziano o al Greco.

La luz, siempre la luz. La luz que irradiaba Juan Pablo, y que ha iluminado la radio durante tantos años. No encontrarán a nadie que haya hablado mal de su compromiso con la verdad.

Perdón por hablar de nosotros. A JP no le hubiera gustado. Ayer se perdió un gran partido de su Atleti. Seguro que lo vio mientras daba las noticias.

Los periodistas no son mejores que el resto de la población. Incluso, en demasiadas ocasiones, son peores. Pero hay algo que los hace distintos: es muy fácil medir su honestidad intelectual. Al fin y al cabo, la honradez es la materia prima con la que trabaja esta profesión. Cualquiera puede obtener una noticia, pero si se la manipula de forma grosera, deja de serlo. Es basura.

Periodismo
El redactor recomienda