Elogio de la duda: contra el monopolio de la verdad y sus profetas

El 18 de enero de 2022, el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, compareció en el Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional como imputado. En su declaración, se refirió a El Confidencial hasta en cuatro ocasiones con el término “basura”. Que hayamos mutado de “medio de referencia” a “medio basura” en cuestión de meses no tiene otra explicación que haber informado pormenorizadamente del caso Tándem y desmenuzado los hechos que, a la postre, llevaron a Sánchez Galán a sentarse en el banquillo.

Cuando uno se arroga el monopolio de la verdad y cree que todos somos iguales, pero que algunos somos más iguales que otros, nos encontramos con este tipo de actitudes. Lo más inaudito es que un ataque tan visceral a un medio de comunicación proceda de quien manda en la segunda compañía española por capitalización. Cuesta imaginar que se pudiera dar un comportamiento similar en una empresa de semejante tamaño en otros países desarrollados, como en el mundo anglosajón, donde se respeta de forma exquisita a la sociedad civil y el juego de contrafuertes entre los distintos poderes.

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Sánchez Galán no es la causa sino la consecuencia de unos tiempos líquidos, donde somos testigos de un preocupante deterioro en la separación de poderes, donde la Constitución no pasa de mero pimpampum político y donde los derechos de los medios de comunicación y el de los ciudadanos a recibir información y expresarse libremente son pisoteados de continuo.

Estos comportamientos despóticos no surgen por generación espontánea, sino que forman parte de un proceso más amplio y estructural, que requiere de una comunidad que dé por buenos dichos tics antidemocráticos y los aliente, y también de un marco argumental donde se imponga la verdad única, se persiga al disidente y esté bien visto violentar la ley en tanto en cuanto el fin justifica los medios, tal y como describe Anne Applebaum con todo detalle en ‘El ocaso de la democracia’.

“Lo inaudito es que un ataque tan visceral a un medio proceda de quien manda en la segunda compañía española por capitalización”

Hay dos tipos de personas: los que tienen el monopolio de la verdad y los que dudan constantemente. Si usted es de los que creen que siempre llevan la razón, que la única verdad es la de su círculo más próximo, la de sus seguidores en las redes sociales, que los demás están equivocados, mejor no se suscriba a El Confidencial.

Si usted, en cambio, cree que las certezas absolutas ante problemas complejos no existen y que, cuando se aplican tal cual, suelen conducir a grandes errores; si está dispuesto a enfrentarse a informaciones incómodas, a opiniones que en ocasiones puedan discrepar de las suyas; si ofrece su mano para dialogar, discutir y dudar; si piensa que tener ideología no es incompatible con tener ideas propias, entonces sí, aquí tiene El Confidencial. Porque en el frontispicio de nuestra redacción está grabada la inscripción del Oráculo de Delfos: "Conócete a ti mismo; nada en exceso; la ausencia de duda genera la ruina".

No es solo una eléctrica. El virus se extiende por el sistema, desde la política a la economía, pasando por la prensa. Se aprovechan para ello de la excepcionalidad de la crisis sanitaria, el auge de los populismos, una revolución digital mal digerida y una crisis económica que, en el caso de algunos medios, deviene crisis editorial. No hay mejor inversión que dar información de calidad y ejercer de contrapoder, ser incómodos en ocasiones, pero libres en todo momento. Libertad para investigar. Libertad para informar. Libertad para opinar. Por eso, hoy y ahora, únete a El Confidencial.