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Lo que el ojo no vio: las caricias de Pedro, las coderas de Íñigo y los paseíllos de Rajoy
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LA TRASTIENDA DEL DEBATE

Lo que el ojo no vio: las caricias de Pedro, las coderas de Íñigo y los paseíllos de Rajoy

Si algo ha sido realmente novedoso en este debate organizado por la Academia de la Televisión, ha sido la privilegiada visibilidad que se pudo tener de todos los espacios que rodeaban al escenario

Foto: Mariano Rajoy, Pedro Piqueras, Ana Blanco, Albert Rivera, Vicent Vallés, Pedro Sánchez, Manuel Campo Vidal y Pablo Iglesias. (EFE)
Mariano Rajoy, Pedro Piqueras, Ana Blanco, Albert Rivera, Vicent Vallés, Pedro Sánchez, Manuel Campo Vidal y Pablo Iglesias. (EFE)

El primer golpe de efecto se lo marcó Pablo Iglesias nada más bajarse del coche. El líder de Podemos cruzó a pie la avenida Capital de España (no encontraron más originalidad para el callejero del extrarradio) y fue a abrazarse con los trabajadores de RTVE afiliados a la CGT que protestaban con bubucelas desde la otra acera para reclamar una televisión pública independiente y sin manipulación.

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Podría parecer un gesto improvisado, pero nada más lejos de la realidad. Allí le esperaba de antemano una de sus principales asesoras, Paz Vaello Olave, integrante también del equipo de los siete jinetes que acompañaría a Pablo al 'backstage' del debate. Un guiño a la clase obrera premeditado y perfectamente televisado que forma parte también de todas esas otras cosas que el ojo no vio ni el plasma captó.

Con ello, Iglesias se adelantó a Pedro, que había planificado un 'paseíllo' presidencialista de alternativa recorriendo a pie y junto a su mujer, Begoña Gómez, la llegada hasta el plató del Palacio Municipal de Congresos. Una imagen muy a la americana que ya ha hecho muy popular Pedro Sánchez en esta y en la anterior campaña y para la que ella eligió un vestido negro y estampado de rosas como emblema del PSOE que no quiere acudir al velatorio del 'sorpasso'. Pero, como decimos, Pablo se le adelantó y Sánchez, para no ser menos, tuvo que repetir idéntico gesto con la CGT antes de cruzar las puertas giratorias del pabellón.

Ahí, en el enorme 'hall' del pabellón, se pudo ver un primer gesto cómplice y cariñoso de Pedro con ella. En los saludos con Manuel Campo Vidal y con el vicepresidente de la Academia, Fernando Navarrete, Begoña se quedó algo retrasada y varios metros por detrás de su marido. El socialista lo solucionó rápido y buscó a la carrera las manos de su mujer para posar juntos ante los numerosos medios acreditados.

Las bubucelas se hicieron ensordecedoras en cuanto Mariano Rajoy llegó en funciones. Pero no aguaron la fiesta ni del propio Navarrete, que además de académico es consejero del PP de la Corporación RTVE, ni de José Antonio Álvarez Gundín, director de los Telediarios recién incorporado de una baja médica y que andaba camuflado entre los cientos de periodistas presentes en la cobertura.

Cada candidato pudo hacerse acompañar por siete espadachines para preparar sus intervenciones e insuflarles ánimo durante las dos pausas publicitarias. Con Rivera llegaron su secretario de Comunicacion, Fernando de Páramo; su estratega José Manuel Villegas; su jefa de gabinete, María Castiella (que gana peso frente a Imma Aguilar, la amiga de Letizia), y su jefe de prensa, Daniel Bardavío, entre otros.

Iglesias, por su parte, contó con un redactor de La Tuerka, Héctor Juanatey; la citada Paz y sus compañeros habituales: Iñigo Errejón, Rafael Mayoral e Irene Montero. A ojos de este cronista, sin embargo, llamó la atención la chaqueta de coderas socialdemócratas que eligió Errejón para el acto central de esta campaña. Eso y sus zapatillas a juego perfectamente relucientes y a estrenar.

Con Pedro Sánchez estuvo su hermano David, director de orquesta; y los habituales de Ferraz (César Luena, Verónica Fumanal, su jefa de prensa, su jefe de gabinete, Juanma Serrano, y Óscar López, entre otros). Rajoy, por último, llegó con Jorge Moragas y con el sociólogo de cabecera del PP desde tiempos inmemoriales, Pedro Arriola. El mismo que dijo en el Ritz aquello de que los de Podemos eran "unos frikis”. Al presidente también le acompañaba un hombre gigantón, Sergio Ramos, del que me cuentan que es su asistente personal y el hombre que le lleva los maletines. De eso puedo dar fe, porque entró en el Palacio con dos pesados bolsones negros.

El 'war room' de los cuatro equipos contendientes se estableció en la cuarta planta del teatro, cerrada a cal y canto. Otra cosa no, pero el olor a tabaco era sensible desde el montacargas en el que nos agazapamos para husmear un poco… sin éxito.

El tremendo estruendo que se oyó en mitad del debate fue el de una escalera que, por lo visto, se cayó cuando ya estaban todos, con Piqueras, Ana Blanco y Vicente Vallés, en directo y respondiendo sobre economía. Para entonces, en la tercera planta, donde se confinaban todos los periodistas de radio, prensa y televisión, ya no quedaba cerveza a libre disposición. La organización dio orden enseguida de retirar todas las bebidas espirituosas ante el estruendo y el barullo que se estaba montando en torno a la barra. De comer, porciones gigantescas de tortilla de patata congelada, cuadrados de empanada de atún y sándwiches variados.

Pero si algo ha sido realmente novedoso en este debate organizado por la Academia de la Televisión, ha sido la privilegiada visibilidad que se pudo tener, en todo momento, de todos los espacios que rodeaban al escenario principal. Grabado en un patio elevado del Palacio Municipal de Congresos, desde los corredores de la cuarta planta se podía ver perfectamente la llegada y la salida, a la carrera, de los asesores de campaña de los cuatro partidos durante las pausas publicitarias. Y ahí la gran sorpresa fue ver a un presidente con muchas ganas de estirar las piernas y salir a pasear por las instalaciones en amena conversación con Moragas, Arriola y con la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro. Lo hizo en la primera pausa, para sorpresa de los que ahí estabamos cotilleando, y lo repitió de nuevo en la segunda interrupción.

La valoración de quién estuvo mejor o peor queda al criterio de los lectores. Pero algunas imágenes hablan por sí solas. Y aquí se ha de decir que todos salieron bastantes sonrientes del plató pero que Pedro y César Luena, algo parcos en palabras y con las mandíbulas más apretadas. Begoña Gómez, eso sí, nos lanzó un besito al aire con el que cerramos esta crónica de lo que el ojo no vio y el plasma no captó.

El primer golpe de efecto se lo marcó Pablo Iglesias nada más bajarse del coche. El líder de Podemos cruzó a pie la avenida Capital de España (no encontraron más originalidad para el callejero del extrarradio) y fue a abrazarse con los trabajadores de RTVE afiliados a la CGT que protestaban con bubucelas desde la otra acera para reclamar una televisión pública independiente y sin manipulación.

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