Y Manuel Campo Vidal se sentó a tomar un cafecillo con Rajoy y Pedro Sánchez

- “Buenas noches, España. Buenas noches, Europa. Buenas tardes, América”(¿?).

Manuel Campo Vidal abrió ayer el tenderete de la Academia de la Televisión, como le gusta hacer cada cuatro años para recordarnos que aún sigue ahí, en uno de los más raros cara a cara que se recordarán en televisión por los tiempos de los tiempos. En un plató desangelado, soso, en torno a una mesa camilla, sentados en butacas de oficina de los años setenta, dos hombres representan la versión cañí de la canción de Pimpinela con un moderador desaparecido, ausente por completo, desconectado de cualquier pálpito de tensión informativa y que, por momentos, parecía estar de mudo convidado de piedra, sin saber qué hacer ni a dónde mirar, entre dos amantes que estaban teniendo una bronca descomunal frente a sus narices.

¿Se acuerdan de las preguntas incisivas, con zascasincluidos, con las que Vicente Vallés y Ana Pastor condujeron el debate de hace una semana?Las comparaciones son siempre odiosas pero lo cierto es que, ayer, Campo Vidal salió muy mal parado con el último debate del bipartidismo. Desde el mismo momento enque saludó a los espectadores de América y advirtió a Rajoy de que le trataría como candidato del PP “en aras de la neutralidad”,hasta el punto más incómodo de toda su escasa intervención, cuando trató de colar sin éxito alguno una pregunta sobre Cataluña a la que Pedro Sánchez y Mariano Rajoy no hicieron ni caso y de la que pasaron olímpicamente. En ese momento, a este presentador de telediarios de los noventa se le fue el programa de las manos, sin capacidad para dar marcha atrás y sin los arrestos de volver a tomar las riendas del espacio. Difícil tesitura que quedó reflejada en esos planos generales del debate en los que Campo Vidal estaba de cuerpo presente pero muy lejos de allí. A kilómetros de allí. [Vea las mejores imágenes del debate entre Rajoy y Sánchez]

El debate organizado por la Academia de la Televisión fue cualquier cosa menos un debate representativo del sector de la pequeña pantalla que supuestamente Campo Vidal encarna. Su primera interrupción a Pedro Sánchez para lanzar una pregunta enviada por el director de 'El Mundo', David Jiménez, resultó desconcertante. Pero no fue un lapsus sino, peor aún, algo totalmente premeditado. Como mero transmisor, el presentador se limitó a ir leyendo en voz alta las preguntas formuladas por los popes de la prensa de papel: la subdirectora de 'La Razón'; el director de 'La Vanguardia', Màrius Carol, Bieito Rubido, de 'ABC', o Anabel Díez, de 'El País'. ¿Académicos de la televisión? Ninguno. ¿Y preguntas incómodas? Tampoco. Las pocas cuestiones que introdujo de su propiacosechano dejaron de ser generalidades y lugares comunes que, en ningún caso, sirvieron para levantar la tensión de un programa que, salvo el momento de pelea a garrotazos, fue aburrido hasta la náusea. El espectador podrá simpatizar más o menos con Ana Pastor o con Vicente Vallés, pero lo cierto es que ayer se les echó de menos para desperezar a la audiencia.

Lo más destacable, eso sí, fue la perfecta realización del debate, que no dejó fuera de la pequeña pantalla ninguno de esos momentos memorables que quedarán para la posteridad y para las burlas del Twitter. Los tics y parpadeos descontrolados de Rajoy nervioso, los gráficos preparados por el equipo de Sánchez y sus gesticulaciones al más puro estilo perdonavidas de Rajoy ni esas caras de desesperación de Campo Vidal sentado en torno a esa mesa camilla de plató de los años ochenta. Formas de vieja televisión para un cara a cara de vieja política.