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La bicefalia estalla en 'El Mundo'
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tras denunciar censura parte de la redacción

La bicefalia estalla en 'El Mundo'

El rifirrafe entre Casimiro García-Abadillo y Ana Romero degenera en un debate sobre la censura cuatro meses después de salir Pedro J. Ramírez.

Foto: El director de 'El Mundo', Casimiro García-Abadillo (d), y el reportero Javier Espinosa. (Gtres)
El director de 'El Mundo', Casimiro García-Abadillo (d), y el reportero Javier Espinosa. (Gtres)

A veces hace falta un huracán. Otras veces es suficiente con una gota de agua. El rifirrafe puntual acaecido el martes entre el director de El Mundo, Casimiro García-Abadillo, y su periodista especializada en Casa Real, Ana Romero, degeneró horas después en un grosero debate público entre redactores del diario sobre la censura el rotativo. Todo cuatro meses después de la destitución de Pedro J.Ramírez, que no está en su casa. Desde un despacho en avenida de San Luis, se mantiene como guardián de las esencias. Asegura que no montará un nuevo proyecto contra sus redactores “mientras el periódico siga fiel a su identidad”. Claro que el umbral de aguante lo pone él. ¿Es suficiente el episodio del martes?

Los detalles del enfrentamiento, roce, discusión o plática entre García-Abadillo y Romero sólo los conocen ellos. Los hay a decenas en las redacciones. Más significativas son las reacciones posteriores de cara a rastrear las tensiones que vive la casa en complejos tiempos de mudanza. María Ramírez, corresponsal en Nueva York, no tenía dudas sobre lo sucedido. “Muy triste sobre lo que está pasando en mi periódico: censura. Mi admiración profesional hacia la gran reportera Ana Romero”. Su compañero y esposo, Eduardo Suárez, no daba un paso atrás. “Un periodista debe poder recordar a sus lectores quién es Corinna. Quien no le deja hacerlo vulnera la libertad de expresión”. Ambos eran suspendidos ayer de empleo y sueldo durante un mes.

El director de El Mundo respondía horas después con un tweet en el que aseguraba no haber censurado nunca a nadie y reproducía un comunicado de la sección de España del rotativo en el que se zanjaba que “nunca nuestras informaciones, crónicas, reportajes o entrevistas han sido objeto de censura por parte de los responsables editoriales. Cualquier otro relato de los hechos que se difunda nada tiene que ver con nuestro normal trabajo periodístico, que se desarrolla conforme a criterios estrictamente profesionales”. Fuentes de la casa insistían ayer en que Ana Romero no ha sido despedida ni lo va a ser. Más difícil de explicar es el nivel de ruido generado ayer.

Y es que, aunque los galones pertenecen a García-Abadillo, resulta inevitable que cada decisión, cada paso en el diario, sea medido por muchos en función de cómo fue en otro tiempo o de cómo lo procesa el nuevo inquilino de la segunda planta, el que durante 25 años fue su director y también generó extremas fobias y adhesiones. Basta hablar con alguien de la redacción para detectar ese feeling, por mucho que Ramírez se haya mantenido exquisitamente al margen desde su cese. En el fondo, lo que se sustancia es en qué medida el grupo italiano RCS acertó en el proceso sucesorio al dejar al periodista riojano en la compañía. Lo quiera o no, él es y será la vara de medir en cada conflicto. Sobre todo si permanece como gurú en la sombra.

Periodistas de rodillas

Sus últimas intervenciones públicas no pueden ser más reveladoras, convertidas en encendidas reivindicaciones de la libertad de expresión y de cómo los periodistas están hoy postrados ante el actual sistema económico y político. En una reciente entrega de premios, Pedro J.Ramírez denunció que el primer banco del país “vaya a controlar desde el Consejo de Administración a dos de los tres primeros diarios nacionales”, en referencia al peso del Santander en Prisa y Vocento. "¿Quién va a controlar ahora a ese banco?", añadió el periodista, recordando la presión que la entidad financiera en cuestión ya ejerce sobre los medios a través de los diferentes acuerdos publicitarios. ¿También en el El Mundo que él supervisa desde su atalaya?

Ahí no entró Ramírez. "Desgraciadamente, la censura y la autocensura van ganando cada vez más terreno en el sistema de los medios de comunicación", remachó en genérico, tras semanas vinculando su salida con las grandes corporaciones del Ibex, que habrían hecho seguidismo publicitario del boicot escenificado por el Ejecutivo y el PP. Liberado de las ataduras del cargo, el discurso no puede tener más gancho. García-Abadillo, sin embargo, tiene otras cuitas. Las exponía en su decálogo de presentación. “Soy consciente de que la mejor manera de poder seguir contando lo que otros no cuentan es siendo rentables. Tenemos la obligación de ser rentables”, aseguraba.

Sin querer o queriendo, la propia Romero escenificó la contradicción dialéctica en la que viven las cabezas visibles del periódico, al espetar a García-Abadillo que con el anterior patrón no existían censuras. Al menos eso se asegura desde su entorno. Un reproche que refleja una sensibilidad a flor de piel que también puede explicarse por un relevo mal resuelto. El problema tiene pocos visos de solución, en tanto los dueños italianos de Unidad Editorial han impuesto a Ramírez un lock-up de dos años tras abonarle su indemnización. No es de esperar ningún movimiento del periodista antes de esa fecha, a no ser que el periódico pierda su alma y le dé razones para cavar su propia trinchera. Para bien o para mal, sucesos como el del martes, con sus repercusiones, pueden ser el primer hito de cualquier aventura.

A veces hace falta un huracán. Otras veces es suficiente con una gota de agua. El rifirrafe puntual acaecido el martes entre el director de El Mundo, Casimiro García-Abadillo, y su periodista especializada en Casa Real, Ana Romero, degeneró horas después en un grosero debate público entre redactores del diario sobre la censura el rotativo. Todo cuatro meses después de la destitución de Pedro J.Ramírez, que no está en su casa. Desde un despacho en avenida de San Luis, se mantiene como guardián de las esencias. Asegura que no montará un nuevo proyecto contra sus redactores “mientras el periódico siga fiel a su identidad”. Claro que el umbral de aguante lo pone él. ¿Es suficiente el episodio del martes?

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