Los editores de prensa se regalan pañuelos y corbatas de Loewe tras quintuplicar pérdidas
La prensa está la UVI, en mínimos de difusión y tras liquidar buena parte de sus plantillas. Por si fuera poco, los periódicos quintuplicaron pérdidas en 2012
Hotel Wellington, cinco estrellas en plena calle Velázquez de Madrid. La patronal de los diarios españoles (Aede) celebra sus jornadas anuales para reflexionar sobre el estado de la prensa. Nada nuevo bajo el sol. El sector está en la UVI, en mínimos históricos de difusión y tras liquidar buena parte de sus plantillas. Por si fuera poco, los periódicos firmaron unas pérdidas de 126,86 millones de euros en 2012, cinco veces más que el año anterior. Un desplome que no parece óbice para mantener las más básicas normas de urbanidad. De hecho, cada ponente fue agasajado, en función de su sexo, con una corbata o un pañuelo de la firma de lujo Loewe, ya que la asociación no debió de encontrar una tienda más cara en la capital para tener un detalle.
Todo un ejemplo de la ruina –no sólo económica– que asuela el sector. Claro que, sin recurrir a la dádiva, uno de los invitados, Pedro J. Ramírez, ya traía otros argumentos para pedir la disolución de la Aede, véase su incapacidad para lograr ayudas públicas del Gobierno, la pasividad mostrada ante el dominio de Google, el filibusterismo en las mediciones de OJD… Todo lo denunció el director de El Mundo hilo por pabilo, en apariencia más allá del bien y del mal, ante la mirada perdida de Francisco Marhuenda y Bieito Rubido, víctimas de la encerrona. El presidente de turno de la asociación, Luis Enríquez, ex-Unidad Editorial y hoy consejero delegado de Vocento, escuchaba cabizbajo al final de la sala, puede que sabedor de que nada de lo que oía era falso. Un papelón, en todo caso.
“La prensa está en un proceso de reconversión, como el sector naval en el pasado”, argumentó Ramírez. Y acusó al Gabinete Rajoy y a la Aede de hacer muy poco o nada para apoyar económicamente esos cambios a través de un plan de ayudas. “La insensibilidad del actual Gobierno no tiene parangón con la de ningún Gobierno de la transición o la democracia”, remachó. Un mensaje que poco tiene de gratuito en el actual momento procesal. De hecho, para buscar las cuitas de Unidad Editorial con el Ejecutivo no hay que rastrear mucho. Ningún ministro acudía hace apenas diez días a los Premios Periodísticos de El Mundo, con el affaire Bárcenas en la memoria. Un vacío todavía más sangrante cuando La Razón había colgado una semana antes el no hay billetes en la celebración de su XVaniversario.
Otra cuestión es su desafección con la patronal, que se produce en un momento en que la también editora de Marca o Expansión ha emprendido en solitario un modelo de pago en internet. “No es nada personal, pero aquí ha estado tocando la orquesta del Titanic y yo no voy a sumar mi violín a esa orquesta”, dejócaer Ramírez para buen entendedor, en desafío a la defensa de la prensa en papel escenificada por los directores de La Razón y ABC. En esta línea, no escatimó calificativos para la patronal, a la que tildó de “gremio medieval” o “parásito”, con una capacidad ilimitada de bloquear iniciativas más que de hacer lobby para sacar adelante proyectos.
De fondo, la propia idiosincrasia de los dueños de la prensa en España, que explica el comportamiento de su asociación. “Si el genio de una lámpara concede un deseo a un editor español, pero le advierte de que su vecino recibirá el doble, este pedirá que le saquen un ojo. Se mira más el mal ajeno que el bien común. Y nadie está libre de pecado. Yo propondría hoy la autodisolución de la Aede y darnos un periodo de reflexión para montar otra cosa que fuera operativa”, zanjó. Olvidó el periodista en su crítica frontal a la patronal que su presidente en Unidad Editorial, Antonio FernándezGaliano, precedió a Enríquez en el cargo y ha sido uno de los ejecutivos que más ha bregado por sacar adelante ese paquete de ayudas que echó en falta. “Es el mejor del sector”, no obstante le regaló.
“Somos como la Coca-Cola”
Antes, Bieito Rubido aseguró que “el papel tiene futuro” y recordó que aún supone el 80% de los ingresos de las empresas editoras. “Hemos sido de los pocos sectores capaces de anticipar la muerte de nuestro propio negocio”, lamentó. No obstante, quiso dejar claro que los medios de comunicación tienen el “mandato moral” de ser rentables, premisa para ser independientes y creíbles. Una reflexión atinada teniendo en cuenta que la alocución de los periodistas fue precedida por la de representantes de Santander y Telefónica, en breve accionistas de referencia del Grupo Prisa. El director de El País, Javier Moreno, aunque estaba en el programa inicial, no fue de la partida.
Por su parte, Marhuenda –que no dudó en piropear sin rubor al director de El Mundo en varios momentos de su intervención– comparó los diarios con la Coca-Cola, en tanto se trata de un producto “que hay que comprar”, más allá de su condición de instrumento de poder. También defendió “sin vergüenza” las promociones para impulsar las ventas, ya sea con cuberterías, platos o bicicletas. Aunque se mostró pesimista respecto al pago por contenidos en la web, no quiso subestimar las posibilidades a futuro de la red. “Se compran jamones por internet, y además están buenos”, comentó. Ante tal escala de grises, el discurso de Pedro J. Ramírez al menos encendió el auditorio. Una personalidad fuoriclasse a la que, es evidente, no le faltan intereses.
Hotel Wellington, cinco estrellas en plena calle Velázquez de Madrid. La patronal de los diarios españoles (Aede) celebra sus jornadas anuales para reflexionar sobre el estado de la prensa. Nada nuevo bajo el sol. El sector está en la UVI, en mínimos históricos de difusión y tras liquidar buena parte de sus plantillas. Por si fuera poco, los periódicos firmaron unas pérdidas de 126,86 millones de euros en 2012, cinco veces más que el año anterior. Un desplome que no parece óbice para mantener las más básicas normas de urbanidad. De hecho, cada ponente fue agasajado, en función de su sexo, con una corbata o un pañuelo de la firma de lujo Loewe, ya que la asociación no debió de encontrar una tienda más cara en la capital para tener un detalle.