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El día que Felipe González pidió a Cebrián que no publicara una noticia
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"tenemos una buena amistad", admiten ambos

El día que Felipe González pidió a Cebrián que no publicara una noticia

Mayo de 1981. Una patrulla de la Guardia Civil intercepta el coche del líder de la oposición, Felipe González. “No había teléfonos móviles y el presidente

Mayo de 1981. Una patrulla de la Guardia Civil intercepta el coche del líder de la oposición, Felipe González. “No había teléfonos móviles y el presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, quería hablar conmigo”, explica hoy el entonces secretario general del PSOE. “Me pidió que mediara ante Juan Luis Cebrián [director de El País] para que no publicara una información sobre el asalto al Banco Central de Barcelona”, prosigue. El atraco, que se producía apenas tres meses después del 23-F,amenazaba con rematar la inestabilidad en que se movía el país y de inmediato se vinculó con intereses políticos y la extrema derecha.

“Cebrián dijo que tenía la noticia por cuatro miembros del propio Consejo de Ministros y la publicó. Es la única vez que hablamos de un tema que afectaba al contenido informativo de El País”, remató el que fuera presidente del Gobierno entre 1982 y 1996, sin dar más precisiones, pero poniendo el foco sobre aquel enigmático suceso de la Transición. Tres décadas después, los dos protagonistas de la anécdota sólo se dedican palabras amables. “Tenemos una buena amistad”, puntualizó González durante un desayuno informativo celebrado ayer en el Hotel Ritz de Madrid, en el que ejercía de telonero. “Hemos tenido discrepancias duras, pero palidecen ante una amistad largamente compartida y ante la identidad de criterios”, concedió el factótum del Grupo Prisa.

placeholder Ignacio Polanco y Fernando Abril Martorell

El tándem se rodeó para la ocasión de una buena representación de la vieja guardia felipista, con Carlos Solchaga, Rosa Conde o Cristina Narbona como impagable claque. Del zapaterismo, apenas Trinidad Jiménez, hoy en día miembro de la actual ejecutiva federal. A su vera, un verso suelto como Ángel Gabilondo y la exvicepresidenta económica Elena Salgado -más del propio Grupo Prisa que socialista, según sugería un asistente con una mezcla de ironía y malicia-. No le faltaban ayer interlocutores, con los hermanos Polanco, Fernando Abril Martorell, José Luis Sainz o Pedro García Guillén, la plana mayor de Prisa, arropando a su presidente ejecutivo. Todos con Angela Merkel como socorrido tema de conversación.

A la intemperie, la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen MartínezCastro, acudió para aguantar el chaparrón. Va en el sueldo. No en vano, Cebrián aprovechó sus reflexiones sobre la corrupción “sistémica” que recorre España para mencionarle el caso Bárcenas y reprochar a la derecha que se niegue a condenar la dictadura en sede parlamentaria o al propio José María Aznar que abriera los cursos políticos en Quintanilla de Onésimo, localidad vallisoletana bautizada así en honor de un “afamado pistolero del franquismo”. También se llevó lo suyo la Corona, que va por libre pese a que el Rey “lleva un año en el banquillo”. Eso sí, piropos para Rajoy, que es el que manda ahora, por no intervenir en asuntos mediáticos, a diferencia de las concesiones a 'amigos' deAznar y Zapatero.

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El “clientelismo” de las empresas

Políticos, algunos; empresarios, desde luego, pocos. Así se ahorraron las críticas. Y es que el primer ejecutivo de Prisa lamentó el “silencio recurrente de la clase empresarial” durante la crisis, en ningún caso “fruto de la prudencia, sino del clientelismo que el poder no reclama ni agradece”. Sin duda, la reflexión no incluía a compañías como Santander, Telefónica o La Caixa, que el 1 de enero de 2014 entrarán en el accionariado de Prisa, tras comprar bonos de la firma o ejecutar deuda incobrable contraída bajo la gestión del propio Cebrián. Los Polanco, Ignacio y Manuel, que heredaron en su día el 70% del grupo y en apenas meses no tendrán ni un 20%, escuchaban con atención las palabras del hombre fuerte de la que fuera su compañía.

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González, que nada quiso apostillar a la intervención de su amigo, sí intervino inicialmente para lanzar algunos vaticinios. El primer augurio, que en los próximos años asistiremos a una revolución de las relaciones laborales que hará que se trabajen más años. “Se repartirá el tiempo de trabajo disponible para que todos tengan oportunidades”, dijo aludiendo a la realidad demográfica de España. Y el segundo aviso a navegantes, con la independencia de Cataluña de fondo.“Galopar hacia un imposible puede provocar una fractura social que nos cueste soldar”, lamentó. El capo de Prisa simplemente asintió.

Para terminar, Cebrián quiso dejar una reflexión sobre la sangría de puestos de trabajo que sufren los medios de comunicación en España, que acumula el 80% de las salidas que se han producido en Europa durante la crisis. ¿Acaso no hay relevo generacional en la empresa periodística? “Yo creo que sí lo ha habido. Las regulaciones de empleo contribuyen a que la incorporación de las nuevas generaciones se esté produciendo”, dijo, tras admitir que tal vez las cúpulas sí permanezcan algo anquilosadas. El análisis se formuló ante un nutrido grupo de periodistas, algunos de ellos veteranos y víctimas de los recortes que el ponente ponía en valor no sin ciertas dosis de extravagancia. Aguantaron con estoicismo.

Mayo de 1981. Una patrulla de la Guardia Civil intercepta el coche del líder de la oposición, Felipe González. “No había teléfonos móviles y el presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, quería hablar conmigo”, explica hoy el entonces secretario general del PSOE. “Me pidió que mediara ante Juan Luis Cebrián [director de El País] para que no publicara una información sobre el asalto al Banco Central de Barcelona”, prosigue. El atraco, que se producía apenas tres meses después del 23-F,amenazaba con rematar la inestabilidad en que se movía el país y de inmediato se vinculó con intereses políticos y la extrema derecha.

Elena Salgado El País
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