El Grupo Zeta quiere despedir a todos los trabajadores que tienen más de 58 años

El Grupo Zeta que lidera Antonio Asensio Mosbah, uno de los mayores emporios de comunicación de España, quiere despedir a todos los empleados de más de 58 años, jubilándolos con una indemnización de 30 días por año trabajado y un máximo de 14 mensualidades. Esta propuesta es sólo para los que llevan más de diez años en el grupo. Para los que llevan menos de una década, el cómputo de indemnización es de 20 días por año trabajado.

En la estructura del grupo hay nerviosismo por esta medida, que fue comunicada ayer a los comités de las diferentes empresas del conglomerado de comunicación. Los más perjudicados serán los cargos medio-altos que llevan muchos años en el grupo y que tienen sueldos muy elevados. No se sabe, por el contrario, lo que pasará con una parte de la estructura que goza de altos salarios y que tiene contratos blindados, lo que posiblemente abocará a Asensio a una negociación individualizada con determinados cargos de Zeta.

El grupo, que hoy hará público un comunicado oficial, descarta que haya trabajadores que puedan acogerse a bajas voluntarias, como había hecho tradicionalmente. “El baremo se hará en base a las estadísticas puras y duras”, según manifestaron fuentes internas a El Confidencial.

El grupo quiere reducir su plantilla, compuesta por algo más de 2.000 empleados, en 533 personas. De ellas, un total de 73 pertenecen a Ediciones Primera Plana, editora del buque insignia de Zeta, El Periódico de Cataluña. En esta empresa, la mayor parte de los servicios de publicidad, marketing y distribución ya han sido externalizados en los últimos meses, por lo que el peso de la depuración laboral recaerá sobre la redacción.

El comité intercentros del grupo rechazará, con toda probabilidad, el planteamiento empresarial. Los trabajadores quieren que las distintas compañías que componen el grupo se analicen detenidamente y se haga una reducción gradual de costes. Con la oferta lanzada por la dirección, estos costes estructurales se verían considerablemente menguados y Zeta quedaría en disposición de poder ser vendida a buen precio a cualquier apostante. Por ejemplo, a Alfonso Gallardo, que no acabó convencido de quedarse con el grupo en su última oferta, debido especialmente a la deuda a medio y largo plazo y a los gastos de estructura que tendría que soportar si se quedase con Zeta.